Con el apoyo de Cáritas, Romilda Martins maneja un merendero en Tres Esquinas. Es la madre de Érica Macedo (24), quien fue asesinada por su concubino en Candelaria
Van llegando tímidamente y se sientan en algún rincón, la mayoría anda descalzo. Traen de la mano a algún hermanito más chico y miran de reojo las bandejas con los pedazos de pan con picadillo que están sobre la mesa.
El cielo se pone oscuro y presagia lluvia, pero ni eso detiene a una treintena de pequeños que se acercan al merendero de Cáritas que desde julio funciona en la humilde vivienda de Romilda Martins (42), en el barrio Tres Esquinas de esta localidad.
“Hoy vinieron poquitos porque el tiempo está feo, pero todos los días vienen unos 60 nenes. Para la mayoría esta merienda es la última comida del día y casi no faltan, sólo si están enfermos”, graficó Romilda.
Se mostró agradecida por el aporte de Cáritas y reconoció que le gustaría dar de comer a más pequeños, pero hace lo que puede con los recursos que tiene.
En marzo del año pasado, la mujer se hizo cargo de tres nietos que perdieron a su madre, Érica Fabiana Macedo (24), quien fue apuñalada y enterrada en el patio de su casa, en Candelaria, a manos de su pareja y padre de las criaturas.
Semanas atrás, antes del juicio oral y público, el sujeto confesó la autoría del hecho y recibió la pena de prisión perpetua.
La tragedia golpeó fuerte a los pequeños -de 5, 6 y 8 años-, pero desde un primer momento la abuela materna se hizo cargo y se mudaron con ella. Fue así que surgió el primer contacto con la gente de Cáritas.
“Me vinieron a visitar y me trajeron unas cosas. Vieron mis necesidades, que en casa son nueve chicos, entre hijos menores y nietos, y me empezaron a ayudar con la merienda. Un día, viendo las necesidades del barrio, les dije que me gustaría darles la merienda a más chicos y así empezamos. El primer día vinieron doce y a la semana, ya eran 60”, recordó.
Orgullosa y emocionada, indicó que Cáritas le provee los alimentos y la leche para los chicos, con lo que de lunes a viernes preparan una merienda sustanciosa. Hay días que sirven arroz con leche, otros cereales, bollos y hasta pizza.
Las necesidades del barrio están a la vista, al punto que los niños no conocían lo que son los fiambres.
“Los primeros días había sandwiches de paleta y queso, pero los chicos sacaban los fiambres para mojar el pan en el mate cocido”, relató.
Romilda reconoció que la tragedia de su hija marcó a fuego su vida y la de sus nietos, pero no la hizo indiferente al dolor ajeno.
“En el barrio hay mucha miseria y sueño con poder darle la merienda a todos los chicos. Yo me crié en la pobreza y sé lo que es no tener un pedazo de pan, por eso soy feliz cuando los chicos se van de acá con la pancita llena”, agregó con satisfacción.
Fuente: Elterritorio