No hay normas sobre el amor y tampoco hay límites. El amor romántico, el amor entre parejas en todas sus formas, es una experiencia humana que ha unido a hombres y mujeres atravesando culturas, en distintos tiempos y diferentes geografías. Tan concreto y tan abstracto, el amor sigue moviendo a las letras, como mueve al mundo.
A Grace Otegui
¿Algún deseo de chocolate o de Marguerite Yourcenar? Tal vez tengas ganas de ir a la ópera, Señora Mariposa. Le roi s’amuse. Amor, pasión, traición, venganza. Acaso de eso se trate la vida. Tal vez las semillas fermentadas de cacao, los breves espacios de paz, de felicidad. Quizás la melancolía de otro mundo, como lo soñó Flaubert. Los dioses ya estaban ausentes y Cristo todavía no había llegado, en ese momento único en el que el hombre estuvo solo. Déficit de Natura, fortuna mutatur, deus omnia cernit. Sé que no soy un emperador. Sé que no estás pensando en mí en este momento. Sin embargo, quiero preguntarte algo sin que te ofendas. De todas maneras, ya sabés lo que voy a preguntar. ¿Cuál es el próximo capítulo? Te perseguí tratando de forjar un sueño, por si valiera la pena escribir sobre el amor. ¿Volverías a pasear conmigo a orillas del lago, como aquella noche después del cine? Ya estarán muertos aquellos patos a los que dabas de comer. ¿Otra copa de champagne? Conozco muchos detalles sobre vos. Pero ahora sólo quisiera volver a empezar. Entrar a un restaurante al final de Champs Elysees, frente a las luces encendidas del Arc de Triomphe de l’Étoile, y ordenar una milanais avec nouilles au beurre, s’il vous plait. Entonces París era una fiesta que nos sigue. Tu teléfono sonando insistentemente. Me detengo a cargar nafta y jugamos al cíclope de Cortázar, y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. De niño soñaba con ser astronauta. Eso ya te lo conté. Ahora sólo quisiera volver al principio. Así nos convertimos en lo que somos. ¿De qué nos sirvió? No se puede juzgar un libro por la dedicatoria. Es absurdo criticar una obra por el primer acto. Aunque de alguna manera lo conseguimos, siempre fuimos buenos amigos. ¿Cómo lo hiciste? Dejar atrás el viento, abandonar el mar, perder de vista los alcores, renunciar a los inviernos. Aún conservo el viento guardado dentro de esa pequeña botella. ¿Alguna vez la viste por primera entrando en un bar y pensaste “ojalá sea ella”? ¿Alguna vez tuviste miedo de dejarla ir? ¿Se detuvo tu corazón por un instante y despertaste en la cama de un hospital? ¿Estuviste en un barco durante una tormenta, rodeado por agua, sin tierra a la vista? ¿Naufragaste en un bote a la deriva en medio del océano? Quiero vivir todo eso una vez más. Quiero llevarte a cenar en Roma. A las márgenes del Tevere, hasta donde llegó un fugitivo de Troya en busca de una patria. Quiero montar a todo galope a través de la llanura y cruzar un río. Quiero otra comida en París. A la ribera del Sena, donde fueron arrojadas las cenizas de una mujer quemada en la hoguera. Quiero cortar el pan con tus manos. Quiero otra botella de vino. Y luego otra. Quiero tocar tus pies fríos sobre unas suaves sábanas de algodón. Una noche más de música en un bar. Quiero pararme en la cima de una montaña. Y fumar un cigarrillo con el sol ardiendo en mi cara durante todo el tiempo que pueda, que son apenas unos segundos. Quiero caminar por un bosque y trepar a un árbol. Los árboles son el interminable esfuerzo de la tierra para hablarle al cielo que escucha, escribió un poeta. Regresar a la casa a encender el fuego de la chimenea, mientras afuera cae la nieve. Quiero subir a una torre o un antiguo faro. Ver más allá de la lejanía. Clavar la vista al avión mientras trepa en el cielo hasta perderse entre las nubes. Esperar tu llamado. Atravesar el planeta y descubrir una ciudad prohibida del otro lado de la muralla. Sentarme a pescar al borde de un muelle con los pies en el agua. Andar por una playa desierta y tirarme en la arena oyendo el ruido del mar. Un hombre contemplando el horizonte puede contener el mundo. Mirar unas pinturas sobre las paredes de una calle en la que retumban los pasos perdidos. Rezar en una enorme catedral incendiada. Arrojar una moneda en la fuente. Pedir un deseo. Solamente uno. Tenderme sobre el pasto en un jardín. Morder los cabos de la hierba fresca. Sacarte una fotografía. Y después otra. Robar apenas un pequeño fragmento de tu alma. Quiero vagar entre las tipas lloviendo flores amarillas y conversar hasta con las piedras. Quiero enlazar una cadena con una perla negra en tu cuello. Una pashmina de hilo con rosas bordadas del reino de la primavera. Un pañuelo, una mantilla, un aguayo colorido del monte viejo del valle sagrado. Quiero darte una chuspa con un manojo de hierbas secas. Un sombrero blanco de ala corta de lana de borrego y una manta de alpaca de un desierto árido en el que nieva en verano. Un abanico de tela con mango de madera y varillas de marfil de la lonja de los mercaderes. Un juego de té mandarín. Un arca grabada en oro con un beso eterno. Un calendario con la métrica natural del universo. Quiero regalarte otro libro con hojas de seda. Quiero verte reír con toda tu dentadura. Quiero escuchar tu risa campanario. Quiero presentir tus pasos detrás de la puerta. Pero por sobre todas las cosas, quiero dormir. Quiero dormir como dormía cuando era un niño. Dame eso. Sólo una vez más. Vos sos lo mejor que tengo de mi. Quiero despertarme otra mañana. Y ver tus ojos, mirándome.
*Miguel Núñez es periodista. Fue Vocero Presidencial de Néstor Kirchner (2003-2007) y de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2009).