Los cargos, que se ventilaron en Brasil y Estados Unidos, no llegaron a probarse en la Justicia. Ahora lo involucran en la operación Lava Jato. Hombre más rico de Paraguay, lidera una poderosa facción del Partido Colorado y es un factor condicionante para la estabilidad del presidente Abdo.
Las acusaciones al respecto son de larga data. En 2003, una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de la Cámara de Diputados de Brasil fundamentó en su informe final la demanda que la tabacalera brasileña Souza Cruz le realizó a la de Cartes, a la que adjudicaba “el 41,9% del mercado total de contrabando en Brasil y 7,9% del mercado total de cigarrillos” en ese país.
El empresario paraguayo, desde ya, siempre negó esas denuncias, lo mismo que otras, más pesadas, que lo han vinculado al narcotráfico.
Aún se recuerda cuando, en marzo de 2000, efectivos de seguridad aeronáutica incautaron un avión de matrícula brasileña que llevaba 343 kilos de marihuana y 20 kilos de cocaína que aterrizó en Nueva Esperanza, la estancia de Cartes en Capitán Bado (Amambay). El futuro presidente se defendió afirmando que la aeronave, en realidad, había tocado tierra justo fuera de su propiedad.
Asimismo, su apellido apareció en los cables del Departamento de Estado norteamericano divulgados por WikiLeaks. Uno, fechado el 5 de enero de 2010, decía que aquel estaba bajo la lupa de la Drug Enforcement Administration (DEA) y de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) en el marco de la operación “Corazón de Piedra”, una investigación internacional sobre narcotráfico y lavado de dinero en la Triple Frontera. El cable lo presentaba como posible “cabeza de una organización de lavado de dinero” en la zona, pero la sospecha nunca adquirió nivel judicial ni impidió que realizara negocios en Estados Unidos a través de su empresa de bebidas Pulp.
Recientemente quedó involucrado en la operación Lava Jato (“lavadero de autos”). En abril último -mes movido para Cartes-, el juez Rogerio Schietti Cruz del Superior Tribunal de Justicia (STJ), máxima instancia penal de Brasil, lo benefició con un habeas corpus que lo puso a salvo del pedido de captura librado por el magistrado de Río de Janeiro Marcelo Da Costa Bretas. Este, que sospecha de sus vínculos con el detenido cambista Darío Messer, acusado de haber lavado dinero de la corrupción y definido una vez por el expresidente paraguayo como su “hermano del alma”, aceptó en mayo la continuidad del proceso contra Cartes sin prisión preventiva.
El triunfo del actual presidente, Mario Abdo Benítez, en las primarias coloradas de diciembre de 2017 significó el regreso al poder del ala tradicional de ese partido: su padre había sido nada menos que el histórico secretario privado de Alfredo Stroessner. En esa puja venció al delfín de Cartes, el exministro de Hacienda Santiago Peña, representante de Honor Colorado, el ala liberal. En la elección general de abril del año siguiente, ambos caciques sellaron una paz precaria, imprescindible para vencer con lo justo, tres puntos y medio, al liberal Efraín Alegre.
Cartes no goza de una imagen que le permita hoy soñar con volver al gobierno. Sin embargo, su enorme fortuna lo hace dueño de uno de los aparatos políticos más poderosos de Paraguay.
En diálogo con Ámbito desde Asunción, Alegre, presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), dijo ayer que “Cartes controla a un grupo grande de diputados y senadores, entre quienes distribuye cada quincena unos 5.000 dólares”.
Según él, Cartes y Abdo son hoy tan aliados como en las elecciones. Sin embargo, esa relación estuvo siempre cruzada por ruido.
El actual mandatario probó la capacidad de daño de su enemigo íntimo en agosto del año pasado, cuando estuvo a punto de ser destituido en juicio político debido a la firma secreta con Brasil de un acuerdo que incrementaba en unos 250 millones de dólares anuales el costo de la energía que Paraguay adquiere a la represa binacional Itaipú.
Los diputados del PLRA y del izquierdista Frente Guasú impulsaron el juicio político, movida a la que se sumaron inicialmente los cartistas, lo que aseguraba los dos tercios necesarios para elevar la acusación al Senado.
Macri y Bolsonaro salieron al rescate del presidente y terciaron ante Cartes. Eso, más un acuerdo entre ambos caudillos, dejó a la oposición pedaleando en el aire y desactivó la amenaza de destitución. Desde el defenestramiento de Fernando Lugo en 2012 se sabe que ese tipo de trámite puede resultar expeditivo en Paraguay.
Sea como señala Alegre o por sincera adhesión programática, Cartes controla en los hechos cerca de la mayoría de las dos cámaras del Congreso. Según versiones, no solo Abdo vive en peligro; también su número dos, Hugo Velázquez, también hombre del coloradismo tradicional.
De acuerdo con el artículo 234 de la Constitución, en caso de ausencia del jefe de Estado, el vice completa el mandato. Si también este cae, se debe convocar a nuevas elecciones en caso de que la falta ocurra antes de que se cumplan los primeros tres años del período. Si eso pasara en los dos finales, “el Congreso, por mayoría absoluta de sus miembros, designará a quien debe desempeñar el cargo por el resto del período”. La fecha clave es el 15 de agosto de 2021.
Abdo, como Alberto Fernández, recibe una buena nota de la ciudadanía por su manejo de la pandemia. De hecho, Paraguay, es uno de los países menos afectados de la región. Sin embargo, esa espuma no oculta rezagos de gestión que muchos le reprochaban antes de la emergencia y que nada asegura que no regresen.
Los suspicaces buscan ahora señales de cuán cartistas pueden ser las autoridades que el Congreso se dé el año que viene. ¿Será que el frágil amor entre Cartes y Abdo podrá resistir otro invierno?
Por Marcelo Falak – Ámbito