La cúpula de los sindicatos metalúrgicos, mercantiles y de colectiveros, en el ojo de la tormenta. Despidos, descuentos y contagios que calientan las disputas.
La crisis causada por el coronavirus no muestra un horizonte cierto, pero sí empieza a exponer debilidades e internas en algunos de los gremios más importantes del país. El impacto en la industria metalúrgica estuvo precedido por una alarmante caída en los puestos de trabajo del sector, ocurridos en el gobierno de Cambiemos, cuando la cantidad de afiliados en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que conduce Antonio Caló, pasó de 250 mil en diciembre de 2015 a 180 mil en el mismo mes del año pasado. Y eso sólo representa al personal de convenio de una industria que encadena miles de pequeños talleres donde reina el trabajo informal.
Apenas dictado el aislamiento, las cámaras del sector hicieron punta en el planteo de recortes salariales, un movimiento que provocó una fuerte resistencia dentro del gremio. Las seccionales de La Matanza, Campana, Quilmes y Avellaneda, algunas de las más numerosas del país, rechazaron en el Ministerio de Trabajo las pautas de ajuste, que buscaba recortes de hasta el 40% del salario de bolsillo. La efervescencia interna recién se apaciguó cuando las cúpulas de la CGT, la UIA y la cartera laboral sellaron un acuerdo que garantiza un mínimo del 75% del sueldo, lo que igualmente no impidió que se destruyeran otros 35 mil puestos de trabajo profundizó tensiones internas.
En una entrevista reciente con Letra P, el secretario general de los metalúrgicos de La Matanza, Hugo Melo, cuestionó los acuerdos rubricados en el Ministerio de Trabajo y reclamó aumento de los sueldos. “Se entiende que hay que cuidar los puestos de trabajo, pero es importante no descuidar que los compañeros puedan sobrevivir mejor a lo que están atravesando, porque los salarios metalúrgicos están bajos y por eso sería importante conseguir alguna mejora. Los empresarios al haber recibido la ayuda del Gobierno, podrían haber mantenido los salarios al 100%”, afirmó.
Lejos de apaciguarse, la tensión gremial sigue latente. En la intimidad, Paolo Rocca, el titular de Techint, principal grupo del sector metalúrgico y siderúrgico, augura un horizonte oscuro en el que la recuperación económica del país recién llegaría en el segundo semestre de 2021. Bajo ese diagnóstico, empezó a agitar reducciones salariales mayores, que podrían llegar al 50% según se lo anticipó el propio Rocca a dirigentes del sector. El dique de contención del plan de la trasnacional, son las seccionales de San Nicolás y Zárate-Campana, que manejan Abel Furlán y Naldo Brunelli, dos pesos pesados de la UOM que saben que, si prospera el plan, poco podrá hacerse en las empresa de menor magnitud.
Las tensiones internas no tendrán, por ahora, un correlato en la renovación de la cúpula de la UOM, prevista para este año y suspendida por el coronavirus, aunque el seguro aumento de la conflictividad en el gremio será la prueba de Caló para revalidar los títulos de conductor.
TENSIÓN SOBRE RUEDAS. A diferencia de los metalúrgicos, el gremio que transita una interna salvaje que complica la continuidad de su conducción es la Unión Tranviaria Automotor (UTA). Con elecciones previstas para 2023, los tiempos parecen acelerarse, sobre todo después que en diciembre, una marea humana copó a los golpes la sede central del sindicato que conduce Roberto Fernández, que se encontraba adentro y debió ser rescatado por la policía.
Ahora, al calor de la crisis, la agrupación Juan Manuel Palacios que conduce el opositor Miguel Bustinduy, extendió sus ramificaciones desde el área metropolitana hacia el interior del país. La cuarentena y las medidas de restricción pegaron de lleno en la industria del turismo y terminaron de rematar al servicio de micros de larga distancia que ya venía lastimado por la irrupción de las compañías aéreas de bajo costo.
Bustinduy, un dirigente con base en la empresa de colectivos Dota y larga trayectoria en el gremio donde ocupó cargos directivos, busca desbancar a Roberto Fernández, que accedió a ese cargo tras la muerte de Palacio en un accidente de tránsito. Para eso, viene recorriendo el país para capitalizar el descontento de los choferes con un sistema de transporte sometido a un circuito inacabable de subsidios públicos. Ahora, el galopante déficit fiscal agita un caldo de cultivo ideal de descontento generalizado y quiebras de empresas que chocan con la parálisis de la actual conducción.
Bustinduy mantiene una relación permanente con Hugo Moyano, a quien dice conocer desde la época del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), y fue una figura clave en el paro general convocado por los gremios opositores a la actual conducción de la CGT, el 30 de abril de 2019. Durante esa jornada, fue recibido casi como un héroe en el escenario montado en Plaza de Mayo. En la agrupación opositora confían EN que su líder será el próximo secretario general del principal gremio de transporte público, e incluso vaticinan una salida anticipada de Fernández.
UN GIGANTE EN PROBLEMAS. Otro de los sectores más afectados por la crisis es el de comercio, donde pegó de lleno el parate económico provocado por el aislamiento. Las principales cámaras del sector fijaban, hasta el mes pasado, en unos 40 mil la cantidad de locales que bajaron sus persianas desde mediados de marzo. La pérdida del empleo mercantil afectó directamente las cuentas del sindicato que conduce Armando Cavalieri, que debió recurrir a los aportes del Estado para poder seguir pagando los sueldos de sus empleados.
El salvataje no impidió que el histórico dirigente, que conduce el gremio más numeroso de la Argentina, saliera públicamente a criticar al Gobierno acompañado por Luis Barrionuevo y reivindicar las flexibilizaciones hechas en el sector. El video llegó a manos del Presidente, que lo recibió como un ataque a su gestión y así se lo hizo saber.
Con su vida gremial interna todavía agitada por los conflictos provocados por las elecciones internas del año pasado, en las que Cavalieri enfrentó por primera vez una oposición con capacidad de desbancarlo encolumnada detrás de Ramón Muerza, la crisis sanitaria ralea a los trabajadores de comercio. La agrupación La Voz de Comercio, que conduce Mario Amado, contabilizó casi 1.200 casos de Covid-19 en todas las ramas de los mercantiles y reclama la aplicación de un protocolo unificado para evitar males mayores.
Declarados personal esencial desde la hora cero de la cuarentena, los contagios se concentran en los grandes supermercados y muestran, también, la fragmentación en la oposición interna que supo amenazar la hegemonía del jefe mercantil. Si hasta el año pasado Muerza comandaba a los delegados y trabajadores del sector, la crisis desencadenó una diáspora de reagrupamientos sobre los que volvió a trabajar el oficialismo, principalmente en la figura del secretario de Juventud, Sergio Ortíz.
Con una crisis con final abierto, la continuidad de la actual conducción no parece amenazada, pero empiezan a emerger actores y lógicas que pueden llevar aire fresco en la principal organización sindical del país.
Por Francisco Basualdo – LetraP