Misiones Para Todos

El choque en cámara lenta de los enemigos íntimos

Los ata el hilo amarillo de la historia PRO. Los enfrenta la puja por el liderazgo: uno aislado; el otro, hiperconectado. Espejo CFK y pacto con vencimiento.

Llegará el momento en que quedarán frente a frente. Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta llevan dos décadas de trabajar juntos y ser lo mismo. Con distintos modales, orígenes y lógicas, el expresidente y el jefe de Gobierno porteño llegaron de la mano a gobernar y ocupar los casilleros más altos del poder. Pero el fracaso del ingeniero en la presidencia y la división de Juntos por el Cambio en dos alas los paró en diferentes lugares y los puso a caminar en direcciones opuestas.

Político criado en el peronismo, Larreta sigue guiándose con el manual del gobernante, se lleva bien con Alberto Fernández y crece en las encuestas. Inescindible de su pasado exitoso como empresario y de la gigantesca decpecion de su experiencia en el gobierno nacional, Macri se alejó de la política cotidiana y regresa al antiperonismo más duro y queda inhabilitado para volver a ser líder del espacio opositor.

La marcha del 17 de agosto los encontró como nunca en posiciones enfrentadas: lo que a Macri lo puso “orgulloso” a Larreta lo dejó desautorizado después de meses de llevar adelante una política conjunta con la Nación para reducir la propagación del virus en la Ciudad de Buenos Aires. Un día después, Larreta prefirió ausentarse del Zoom en el que la cúpula de Juntos por el Cambio volvió a verse las caras y Patricia Bullrich se mostró entre las más eufóricas. La dirigencia del PRO que tiene contacto permanente con el jefe de Gobierno dice que hace rato padece el ejercicio de sentarse a escuchar a los halcones que disparan contra el gobierno nacional y el acercamiento a Fernández. Macri, en cambio, aparece todavía sentado en la cabecera de esa mesa imaginaria en la que cada uno mira distinto la experiencia traumática de gobierno, no existe un balance compartido y cada grupo explica el fracaso de manera diferente.

La única coincidencia en la alianza opositora es que, para conservar las chances de volver a ser alternativa electoral, debe permanecer unida ante el espanto que provoca el peronismo. Por eso, Macri y Larreta, que se conocen de memoria, tendrán que sentarse en algún momento a negociar un reparto de roles y de acciones.

AISLADÍSIMO. Solo y a 11.800 kilómetros de su país, Macri se siente reivindicado por las protestas de los que salen a la calle contra el Gobierno y le dice a la dirigencia con la que mantiene diálogo que los “parricidas” del PRO que pretenden jubilarlo se equivocan. Se mira en el espejo de Cristina Fernández y cree que, si ella volvió, él también puede encontrar alguna forma de retorno. Macristas entusiastas como Hernán Lombardi lo comparan con aquel Raúl Alfonsin que, después de terminar mal su gobierno y superar una era de cuestionamientos por el Pacto de Olivos, murió reivindicado por una parte de la sociedad. En esa lógica, se trataría entonces de sentarse a esperar el fracaso ajeno con el anhelo de obtener, en el balance final, un puntaje que redondee hacia arriba y le permita zafar en la cuenta de las frustraciones argentinas.

En el entorno del expresidente, dicen que seguirá en Suiza por lo menos un mes más. Pero su aislamiento es múltiple y no depende de la distancia física. Aún convencido de que el 41% de los votos que obtuvo en 2019 le pertenecen, la mayor parte de la tropa del PRO se alejó de él tras la crisis interminable de los últimos meses de gobierno y la derrota. Perdió el contacto fluido que supo tener con la enorme mayoría de quienes forjaron la aventura del PRO.

Por distintas razones, Maria Eugenia Vidal, Marcos Peña, Jaime Durán Barba, Emilio Monzó y Rogelio Frigerio no hablan con el expresidente. “Algo pasó con Mauricio que se peleó con todos”, le dijo a Letra P uno de los políticos que, tras la derrota de 2019, no volvió a hablar con él. En algunos casos, se trata de rupturas que se anuncian definitivas y en otras no se sabe, pero lo cierto es que, hoy, el egresado del Cardenal Newman aparece más próximo a Bullrich y Miguel Angel Pichetto, dos políticos formados en el peronismo que llegaron en el último tren a la estación del macrismo. A las órdenes del expresidente, sólo trabajan el exsecretario general de la Presidencia Fernando De Andreis, el exsecretario de Cultura Pablo Avelluto y el exsubsecretario de Medios y Comunicación Gustavo Gomez Repetto. Los demás hablan con él en forma ocasional.

CONECTADÍSIMO. Larreta funciona como extremo opuesto y sostiene un radio de relaciones de lo más amplio. A su hermandad con Vidal y su sociedad con Diego Santilli le suma una alianza con enemigos históricos como Martin Lousteau y Elisa Carrió, que ahora lo tienen como referencia. Socios fundadores de la empresa amarilla, Peña y Durán Barba tienen más diálogo con el alcalde porteño que con el turista europeo.

Como reveló Letra P, el caso del exjefe de Gabinete es sintomático porque no se llevó bien con Larreta durante los últimos cuatro años pero, también, porque la heterogénea dirigencia del PRO coincide en señalar que Peña tomó distancia de Macri, un operativo despegue que puede ser parte de una actuación o un gesto de “salud mental” después de haber atravesado con el expresidente el fuego del optimismo permanente, como afirman quienes tienen diálogo con los dos.

El consultor ecuatoriano está en Ecuador, pero su discípulo y compatriota Gandhi Espinosa Tinajero permanece en su oficina de Buenos Aires. Durán Barba sigue con mediciones permanentes y mantiene contacto frecuente con Larreta a través de WhatsApp. Tal vez un paso más lejos, también Monzó y Frigerio piensan que cualquier alternativa es preferible con el jefe de Gobierno antes que con el expresidente.

Hoy, Larreta divide su tiempo en tres ocupaciones principales: la gestión en la Ciudad, la coordinación ante la pandemia con Alberto Fernández y Axel Kicillof y, finalmente, las reuniones en Juntos por el Cambio. Nada altera su política de no confrontar con nadie y mantener un delicado equilibrio que lo sostiene arriba en los sondeos. Tragar sapos no lo indigesta.

UN NUEVO PACTO. Pese a que parecen el agua y el aceite, Macri y Larreta no sólo tienen una historia común sino que, todos coinciden, están destinados a volver a sellar un pacto hacia 2021 y 2023. Aun con el fiasco de su gestión, la crisis permanente de sus cuatro años de gobierno y la alta imagen negativa que Macri registra en las encuestas, nadie en la alianza opositora lo critica de manera frontal, salvo Alfredo Cornejo, que tiene dificultades notorias para capturar un voto duro opositor que abraza al egresado del Newman como antidoto ante el populismo.

Parado en una postura similar a la que tenía el Fernández que operaba para CFK hace poco más de un año, Larreta no lo dice, pero ya tiene en su cabeza una consigna similar hacia 2023: “Sin Macri no se puede, pero con Macri no alcanza”.

Aunque el expresidente ya no conduce el espacio opositor, el jefe de Gobierno no se adelanta a disputar ese lugar vacante y dice que lo mejor es preservar hasta nuevo aviso una mesa redonda sin cabeceras. “Donde yo quiera ser líder, atento contra la unidad”, le repite a su mesa chica.

Pese a las diferencias de los últimos dos años, las que tienen hoy y las que van a seguir teniendo, al lado de Larreta aseguran que mantiene el diálogo con Macri y que conserva con él una relación de “respeto” que se construyó durante años. Ya no existe entre ellos el puente que encarnaba Vidal y el vinculo es personal aunque esporádico. Parado en una postura similar a la que tenía el Fernández que operaba para CFK hace poco más de un año, Larreta no lo dice, pero ya tiene en su cabeza una consigna similar hacia 2023: “Sin Macri no se puede, pero con Macri no alcanza”. Si el ahora presidente la repetía sin imaginar que iba a ser elegido a dedo para el lugar más importante, Larreta, en cambio, trabaja para lograr esa bendición.

Justo en ese punto empiezan las discrepancias. Desde hace tiempo, Macri piensa que fue demasiado generoso con Larreta cuando se decidió a jugar a su favor en la interna por la Jefatura de Gobierno porteño con Gabriela Michetti y le entregó llave en mano la ciudad cautiva del PRO. Aunque en el macrismo hay quienes dicen que lo hizo tarde y a desgano, lo cierto es que Larreta ya era el disco rigido de la gestión porteña y asumió sin traumas la transición. Hoy, HRL piensa que las cuentas están saldadas, pero MM cree que todavía le deben. Salvo que las tensiones se tornen irreconciliables, algo que por ahora nadie prevé, el reparto de roles hacia el futuro dependerá de un acuerdo entre ellos. El policía bueno y el policía malo parecen condenados a seguir juntos.

Por Diego Genoud – Letra P