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Malamud: “Para volver a ser presidente, la figura de Macri divide más de lo que une”

Andrés Malamud se recibió con honores en la carrera de Ciencias Políticas de la UBA. Doctorado en el Instituto Universitario Europeo. Vive en Portugal y trabaja como investigador de la Universidad de Lisboa.

—¿Alguien hubiera imaginado que, a ocho meses de la asunción de un peronista, el macrismo le iba a ganar la calle?

—Cambiemos llegó al gobierno en 2015 bajo el lema de “unir a los argentinos”, y lo dejó en 2019 alimentándose de la grieta y la movilización callejera. Macri ya había ganado la calle, y el peronismo la había cedido, en la campaña electoral. La marcha del 17A representó un conjunto arlequinesco de consignas que iban del negacionismo pandémico a la defensa de las instituciones, pero su componente común fue el antikirchnerismo. Los que la capitalizaron mejor fueron los duros de Juntos por el Cambio, principalmente los porteños del PRO no larretista (Patricia Bullrich y compañía).

—Algunos decían que el presente iba a estar poblado de tironeos entre Cristina y Fernández, entre muchas hipótesis. Sin embargo, no parece haber ni siquiera tensiones, de esas que movilizan. ¿Es así o es una lectura errada?

—Cristina no ha dado señales de interferencia cotidiana sobre la gestión de gobierno. Al contrario, se mantiene alejada de la Casa Rosada y se limita a emitir opiniones esporádicas por Twitter. Sus miras parecen concentrarse en el pasado (buscando justicia, absolución o impunidad, según a quién le preguntes) y en el futuro (buscando cementar su legado mediante el sucesor de Fernández). Para bien o para mal, el presente de la administración está en manos del presidente.

— ¿La reforma judicial va camino a ser un nuevo Vicentin?

—Todavía no está claro. Intereses particulares como los del sector agropecuario, cuando están socialmente arraigados, tienen mayor potencial movilizador que demandas más amplias pero más abstractas como la institucionalidad o la república. Ahí será clave el rol del congreso, tanto el tercio del Senado que bloquea nombramientos judiciales como la capacidad de condicionar el quórum en Diputados.

—¿Qué debería hacer Alberto Fernández para recuperar la agenda?

Sorprender. Y para saber cómo, lo mejor es no preguntarle a un politólogo.

—Y sorprendió con el anuncio del congelamiento de las tarifas de telefonía, internet y cable.

Se combinan tres temas en uno. ¿La conectividad digital es un servicio público como el agua? Sí: estudiar, trabajar o atender la salud hoy es imposible sin ella. Segundo: ¿la suspensión de aumentos temporarios es razonable? En contexto de restricción pandémica así parece. Tercero: ¿la vía era un DNU? Probablemente no, lo decidirán los jueces.

—Estamos en el peor momento de la pandemia y en el momento de mayor flexibilización de la cuarentena. Parece un oxímoron. ¿O es una falta de sentido común, bien propia de la Argentina?

—En octubre de 2018, en Salta, Los Pumas le estaban dando una paliza histórica a Australia: por 31 a 7 en el entretiempo, iban camino a un récord mundial. Después de la charla de vestuario, los australianos salieron con todo y nos borraron: terminaron ganando 45 a 34. Ahí decidí no evaluar nunca más un partido hasta que termine. Por supuesto que los gobernantes, como los directores técnicos, deben decidir en medio de la incertidumbre; pero la pandemia ha mostrado que los peores errores se pueden corregir y que las políticas más aclamadas también se agotan.

—¿El liderazgo de Macri se terminó como para volver a ser presidente?

—Probablemente sí. Sigue siendo el líder de una facción importante de Juntos por el Cambio, pero su figura divide más de lo que une. Y lo más relevante no es que esto lo piensen Emilio Monzó o Rogelio Frigerio, ni siquiera Horacio Rodríguez Larreta o María Eugenia Vidal, sino que parece ser la opinión de Patricia Bullrich y Marcos Peña.

—¿Qué escenario político ve en Juntos por el Cambio de cara al 2021 y al 2023?

—El político típico te va a responder que “no hay 2023 sin 2021”. Yo no lo veo así: es factible que la elección intermedia sea apropiada para los halcones, porque hay menos en juego y el resultado se decide por menos votos. En las elecciones presidenciales, en cambio, la moderación paga.

—¿No es preocupante el poteñocentrismo de la política argentina? Todos los presidenciables vienen de Caba. Hasta los gobernadores bonaerenses.

—Un estudio realizado por un periodista santafesino, Ezequiel Clérici, muestra que el gabinete de Fernández incluye a 26 ministros (o equivalentes) que provienen de las dos Buenos Aires, y sólo a tres oriundos de las otras 22 provincias. Desde el inicio de la pandemia, el país gira alrededor de las decisiones y las conferencias de prensa de “los tres porteños”: Alberto, Horacio y Axel. Si ustedes los del interior no se rebelan, no esperen que la cosa cambie.

—¿Le sorprende el tono militante de los medios de comunicación, fomentando la grieta?

—Me desagrada más que sorprende. Los medios militan en todo el mundo, pero pueden hacerlo de manera más o menos sofisticada. En Argentina, lo que llama la atención no es la crítica o el elogio sino el mediocre nivel de argumentación.

—¿Qué análisis global hace del desempeño de Fernández?

—Es un presidente no populista en representación de un partido considerado populista. ¿Qué significa no ser populista? Que está más cerca de los matices que del maniqueísmo, y que procura más acuerdos que conflictos. Su problema es su situación de doble minoría, interna (en el Frente de Todos) y externa (en el Congreso). Eso lo obliga a un juego de equilibrio imposible, porque cuando se tapa los pies se descubre la cabeza. La única manera de navegar esta situación es apelando a la ambigüedad y las contradicciones, que no son errores sino instrumentos.

Por Mauricio Maronna