Misiones Para Todos

El lobista

La última batalla del banquero describe su modus operandi en la política y en los medios. En esta nota previa a su muerte, uno de sus rasgos centrales.

Hacía tiempo que Jorge Brito no tenía el protagonismo que decidió asumir en rechazo a la Ley del Aporte Solidario y Extraordinario de las Grandes Fortunas. En defensa propia, el dueño del Banco Macro lideró el lobby contra el impuesto a los ricos tanto en público como en privado. Desde que la iniciativa comenzó a circular, allá por abril, Brito se trenzó en discusiones con su colega Carlos Heller, incendió los teléfonos de su amigo Sergio Massa y llegó finalmente a debatir el tema con Máximo Kirchner, en lo que enturbió la relación naciente que algunos imaginaban virtuosa, como la que el banquero salteño tuvo en su momento con Néstor Kirchner.

Dueño de una fortuna de U$S 690 millones según el ránking de la revista Forbes, con una carrera como financista iniciada en 1977 y miembro destacado de un sector que siempre gana, Brito tuvo buen vínculo con la mayor parte de los gobiernos desde el regreso de la democracia, pero se jacta de algunas diferencias con respecto a la crema del establishment local. Dice tener su residencia fiscal en el país, fue enemigo de la aventura de Mauricio Macri en el poder y hasta gusta presentarse desde hace algún tiempo como peronista.

El accionista principal del Macro estuvo entre los primeros magnates que se declararon optimistas en el arranque del gobierno de los Fernández y no tuvo inconvenientes en reconocerse una vez más oficialista en una entrevista con Perfil. Sin embargo, el impuesto a los ricos le hizo perder la compostura. Desde el primer momento, advirtió que el aporte extraordinario que habían diseñado Kirchner y Heller se sumaba al aumento en Bienes Personales que ordenó el Gobierno a principios de año y ensayó una defensa basada en el espíritu patriótico dormido de los millonarios locales: dijo que el tributo lo afectaba a él, pero no tocaba a los accionistas locales del Banco Santander, el BBVA y el Citibank. La misma consigna agitaron después Alfredo Coto frente a cadenas como Carrefour y Roberto Urquía frente a multinacionales cerealeras como Cargill y Bunge.

Cerca de Brito afirman que la jefatura del Frente de Todos en Diputados se mostró abierta a introducir cambios en el proyecto original, pero finalmente, presa de la urgencia, envió la propuesta sin modificaciones, en medio de la visita del Fondo, el anuncio del fin del IFE y la presentación de la nueva ley de movilidad previsional que no ajusta por inflación.

Tal vez por una apuesta secreta al fracaso de una iniciativa que se dilató de manera inexplicable durante los casi ocho meses de cuarentena, el dueño del Macro había decidido no hablar en público, pero el repentino anuncio del FdT para tratar en sesión especial el aporte extraordinario lo decidió a hacer una desesperada apelación pública.

Brito eligió el portal de su amigo Daniel Hadad para salir a amplificar una queja que lo excedía. En una entrevista que apareció sin firma en Infobae y después fue promocionada en las redes sociales por el portal, el salteño advirtió que el impuesto que en principio afectará a menos de diez mil personas “creará una rebelión fiscal como nunca se ha visto” y desplegó sus argumentos en contra del cómo. Dijo que no discutía la necesidad de que el sector empresario “acompañe” al Estado en la pandemia, pero afirmó que la ley que ahora se apresta a aprobar Cristina Fernández en el Senado “castiga a los emprendedores”, solo suma “elementos a los que quieren irse del país” y demuestra que en el Gobierno nadie tiene una “estrategia impositiva”. Hasta propuso un “esquema alternativo” de préstamos baratos al Estado. Ya era tarde, claro.

EL CUENTO DEL TÍO. La jugada del dueño del Macro divide aguas en el ancho oficialismo. Mientras algunos de sus habituales interlocutores se limitan a decir que “Brito es Brito” y juega siempre la suya, otros lo fulminan con críticas por llamar a la rebelión fiscal y algunos remarcan que no es habitual que asuma un protagonismo personal tan alto. “Llama la atención. No es el estilo de Jorge. Él siempre es muy cuidadoso desde lo político”, le dijo a Letra P un funcionario que lo conoce bien.

“Llama la atención. No es el estilo de Jorge. Él siempre es muy cuidadoso desde lo político”, le dijo a Letra P un funcionario que lo conoce bien.

Como sea, la queja del empresario que es socio del mexicano David Martínez en el proyecto eólico de Genneia y tiene acciones en emprendimientos inmobiliarios y financieros exhibe la disconformidad del bloque del establishment que está aliado al peronismo gubernamental. Curioso o no, los hombres de negocios vinculados a Massa por afinidad, por historia y por intereses comunes expresaron el mayor rechazo a la ley. El extitular de la UIA y actual presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), José Ignacio De Mendiguren, fue uno de los que coincidió en plantear sus críticas en público y en privado, pero también lo hicieron, a su manera, Daniel Vila y José Luis Manzano desde la pantalla de América y por supuesto Hadad, otro de los dueños conmovidos por una medida que juzga confiscatoria. A Marcelo Mindlin, que todavía sube con esfuerzo y disciplina la cuesta que lo lleva de regreso a una reconciliación con CFK, le atribuyen también algún malestar aunque, expresado de manera más discreta. En su caso, como el de Marcos Bulgheroni, Eduardo Eurnekian y Paolo Rocca, la queja es doble, porque lo recaudado irá en parte para financiar con $75.000 millones a YPF en la exploración y explotación de gas en Vaca Muerta a través de la ex Enarsa.

Consultados para esta nota, al lado de Massa remarcan la señal de fortaleza política y unidad monolítica que dio el FdT el martes último, con fotos y movimientos que mostraron a todo el oficialismo alineado. El presidente de la Cámara de Diputados fue el primero en anoticiarse del malestar empresario, pero nunca habló en contra del impuesto a los ricos y estuvo presente en la sesión.

Bautizado con el apodo de “tío” por algunos colaboradores de Massa, Brito habla en serio cuando se presenta como empresario nacional. Según le dijo a Letra P un hombre de negocios que comparte sus argumentos, Brito despotricaba en privado contra los dueños que no tienen todos sus bienes declarados y apelan a distintas formas de contabilidad creativa. Muchos aprovecharon la demora del proyecto para desapoderarse de acciones o armaron sociedades en el exterior a nombre de un beneficiario. Entre los pesados del Círculo Rojo ligados al Gobierno, remarcan con cierta malicia que el Grupo Clarín no tomó el caso como bandera principal para golpear al kirchnerismo y lo incluyó apenas como parte de su artillería permanente. Enseguida se preguntan en manos de quién están las acciones del holding y sospechan de la triangulación que facilita precisamente la sociedad con David Martínez, el dueño del fondo Fintech.

PARTE INTERESADA. Cerca de Brito afirman que su crítica al proyecto expresa su preocupación por un rumbo que cree contraproducente, desanda el camino de acercamiento con el establishment que promovió la propia Cristina con su carta y demuestra que el peronismo no encuentra la forma de encender la economía, pero, aclaran, no implica todavía que decida quitarle su apoyo al Gobierno.

Aseguran que “se siente tranquilo” en su apuesta por el oficialismo y no puede dejar de comparar su regreso a los primeros planos con la temporada de ostracismo que vivió durante los años de Macri. Brito y Macri tenían una antigua relación desde los años ‘80, cuando el primero era el presidente del club de paddle San Jorge en Boulogne y el segundo era su vice, pero pasaron cosas y, cuando el egresado del Cardenal Newman llegó al poder, los problemas judiciales de Brito se agravaron como nunca: nadie podrá convencer al dueño del Macro de que el ingeniero no intentó meterlo preso. Durante su gobierno, Brito tuvo que renunciar a la presidencia del banco y dejarla en manos de su cuñado Delfin Ezequiel Carballo, el preferido de Macri.

Ya de regreso a la cúpula de la entidad que fundó, hoy representa al sector financiero en la discusión pública y sus opiniones pesan en algunas oficinas de Gobierno. Sucedió, por ejemplo, en septiembre pasado, cuando propuso prohibir por completo la compra del dólar ahorro, la iniciativa que motorizaba Miguel Pesce dentro del gabinete económico y convergía con la idea de Cecilia Todesca de ir hacia un desdoblamiento cambiario. Sus amigos dicen que quiere colaborar para que al Gobierno le vaya bien. Así, se supone, le seguirá yendo bien a él.

Por Diego Genoud – Letra P