Rebelde, osada y una cantante inigualable. Gal Costa, una de las mayores voces de la historia de Brasil, falleció en Sao Paulo, después de una vida en la que enfrentó la dictadura militar con un estilo que encandiló a todas las generaciones.
La cantante Gal Costa, leyenda de la música brasileña de voz cristalina y musa del tropicalismo, falleció a los 77 años en Sao Paulo, anunció este miércoles su agencia de prensa.
“Lamentablemente, confirmamos esta información”, dijo a la agencia de noticias AFP el responsable de prensa, sin especificar las causas del deceso.
Gal Costa tuvo que cancelar un concierto en el festival Primavera Sound de Sao Paulo el pasado fin de semana tras ser intervenida quirúrgicamente en septiembre para extirparle un nódulo de la cavidad nasal.
Nacida en Salvador de Bahía y reconocida por su melena castaña y su sonrisa seductora, fue una de las principales figuras del movimiento tropicalista a fines de la década de 1960, junto con otros cantantes legendarios como Gilberto Gil y Caetano Veloso.
La noticia inesperada enlutó al mundo artístico brasileño, que la homenajeaba este miércoles.
“Estoy muy conmovido y entristecido por la muerte de mi hermana Gal Costa“, tuiteó Gilberto Gil, de 80 años.
“Gal Costa fue una de las más grandes cantantes del mundo, una de las principales artistas que llevó el nombre y el sonido de Brasil por todo el mundo (…) Nuestro país está perdiendo una de sus grandes voces”, reaccionó, por su parte, el presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva en Instagram.
Gal Costa, la Musa del Tropicalismo
El adiós de Gal Costa, una de las máximas exponentes de la Música Popular Brasileña (MPB), ha sobrecogido a un país acostumbrado a la voz poderosa de esta cantora y compositora.
Con más de 50 años de carrera, la historia de la música brasileña no se entiende sin Costa, que empezó a despuntar en la década de 1960 al lado de otras leyendas del tropicalismo, como Caetano Veloso, Gilberto Gil y Maria Bethânia.
Los tres fueron amigos muy próximos de Costa, todos ellos compartieron escenario en el grupo Doces Bárbaros a finales de los 70 para conmemorar los diez años de la explosión de sus carreras musicales.
“No consigo ver mi vida sin cantar. Es mi proceso de vida, es una misión”, decía la conocida como la Musa del Tropicalismo, en una entrevista a la cadena Globo.
Ganadora del Latin Grammy en 2011 por el conjunto de su obra, deja un repertorio con canciones que son himnos nacionales, como “Baby”, “Meu Nome é Gal”, “Sonho Meu”, “Um Dia de Domingo”, “Chuva de Prata”, “Vapor Barato”, “Festa do Interior” o “Não Identificado e Divino”, entre tantos otros.
Murió encima de los escenarios, pues estaba en medio de una gira que tuvo que suspender recientemente tras someterse a una cirugía para la extirpación de un nódulo en la nariz.
Tenía previsto reanudar su agenda musical aún este año para continuar con su show “As várias pontas de uma estrela”, en el cual rememoraba grandes éxitos de los 80.
Una voz contra la dictadura
Rebautizada como Gal Costa, revolucionaría a la sociedad brasileña en tiempos de la dictadura militar (1964-1985), muestra de una vida marcada por la provocación.
Con Veloso y Gil en el exilio forzado en Londres, Costa, bisexual, se soltó la melena y adoptó un aire hippie contra el puritarismo y el conservadurismo patrocinado por el régimen militar.
Le costó la censura de algunos de sus trabajos, como ocurrió con la portada de “Índia” (1973), ilustrado con un primer plano de la cadera de Costa con una tanga roja. La dictadura alegó entonces que la imagen “violaba la moral y las buenas costumbres”.
Su voz fue un grito certero contra la represión de esa oscura época dictatorial y un halo de esperanza para muchos brasileños, que encontraron en ella una fuente inagotable de energía.
Además del tropicalismo, tocó todos los palos con maestría, desde la Bossa Nova hasta el rock, pasando por el pop, renovando su repertorio, mutando géneros para convertirse en un icono que supo ganarse el corazón de todas las generaciones.
Su último trabajo lo lanzó el año pasado, “Nenhuma Dor”, y en él revisita diez temas de su repertorio junto con otros artistas.
Siempre reservada sobre su vida privada, Gal Costa deja un hijo de 17 años, Gabriel, al que adoptó cuando era un niño y que conoció en un albergue de Río de Janeiro, y a 213 millones brasileños sin su talento, pero con un legado eterno.