“Wall Street predijo nueve de las últimas cuatro recesiones”, ironizaba Paul Samuelson, premio Nobel de Economía. Usted acaba de entrar en el oscuro mundo del capitalismo financiero global. Rob Kapito y Larry Fink fundaron BlackRock en 1988. Su gestora administra activos en todo el mundo por valor de 9,45 billones de dólares. El poder de BlackRock es tal que Larry Fink, su presidente, se reúne de forma periódica con primeros ministros, presidentes, banqueros centrales y reguladores. Las “big three” -BlackRock, Vanguard, State Street- disponen del 25% de derecho de voto del índice Standart & Poor 500 (S&P 500), que concentra la capitalización bursátil de 500 grandes empresas, que capturan, a su vez, el 80% de toda la capitalización de mercado de Estados Unidos. Joan Coates, profesor de Derecho en Harvard, asegura que en un futuro próximo doce profesionales tendrán “prácticamente el poder absoluto sobre la mayoría de las compañías cotizadas en el país”.
En nuestro mundo futbolístico de fantasía pensamos que estas cosas no suceden. Nos gusta creer que todavía decidimos, que nos tienen en cuenta. Hace tiempo que las estructuras del fútbol internacional replican el modelo neoliberal de desregulación, privatización, y apertura internacional de la economía global. En ocasiones se las llaman privatizaciones pragmáticas porque más que clubes se venden acciones, reservándose el control estratégico y funcional. Las maquillan de pragmáticas para no decir que son ideológicas. Para el mercado las pasiones también son susceptibles de ser privatizadas.
Desengáñese. Los dueños del fútbol de hoy no son jeques petroleros, ni oligarcas rusos. Son fondos de inversión, multinacionales, y magnates multimillonarios de Estados Unidos. La última adquisición: el Chelsea del ruso Román Abramóvich, obligado a desprenderse de la entidad debido a la guerra de Ucrania. El americano Todd Boehley desembolsó 5.000 millones de euros -la venta más alta en la historia de una franquicia deportiva- para hacerse con el control de la entidad. Consiguió el respaldo del fondo californiano Clearlake Capital, y el “mariachi” de todos los “jolgorios”, BlackRock. Que talento el de Larry Fink. Al final, todo se quedó en casa. Se cerró el círculo sin fisuras, y el modelo neoliberal se retroalimenta a mitad de camino entre entretenimiento de masas, y arte frívolo para millonarios. Esa suerte de decadente purgatorio. Hay que recordar que una mañana Messi se levantó siendo el mejor jugador del mundo, y se fue a acostar como un “problemático activo capital riesgo”. Es evidente que hay otros mundos.
El poder financiero de Estados Unidos se consolida. Solo en la Premier League -la liga más afamada del mundo- ya controla al Crystal Palace, al Aston Villa, al Manchester United, al Chelsea, al Arsenal, al Liverpool, y próximamente el Bournemouth. Además de tener una presencia importante en el accionariado de otros clubes. En la última reunión de la ECA (European Club Association) se discutió compartir, a partir de 2024, la temporada europea con una Supercopa de Europa a celebrar en el país con la participación de los campeones de Champions League, Europa League, Conference Ligue, y el campeón de la MLS. Hace unos días le “robaba” a China el próximo Mundial de Clubes, que se celebra en febrero. Una más. El próximo mundial se juega en Estados Unidos.
El modelo neoliberal se ha incrustado de forma feroz en el fútbol de la modernidad. Una cicatriz más en esta nueva forma de vida articulada sobre dos ideas: negación y dinero.
Por José Luis Lanaos- Página/12