Con su intimidante actitud y sus impactantes dotes performáticas dejó testimonio de su inexorable ligazón musical con la Argentina, su país natal. Un vendaval en la apertura de la serie de dos shows que la intérprete ofrece en el Movistar Arena.
Con un amplio abanico sonoro que nunca perdió el pulso de la modernidad, Nathy Peluso apeló la noche del jueves a su intimidante actitud y a sus impactantes dotes performáticas para dejar testimonio de su inexorable ligazón musical con la Argentina, su país natal, en la apertura de la serie de dos shows que ofrece en el Movistar Arena, del barrio porteño de Villa Crespo.
En una generosa y honesta entrega de poco más de una hora y media, la artista radicada en España desde los 9 años, hizo un interesante recorrido estilístico que fue desde el rap más radicalizado hasta la intensa balada pop, con paradas en la salsa, la bachata, la electrónica, el electro punk y el trap, entre otros, aunque todo ello con un carácter propio que lo unió conceptualmente.
Allí apareció en todo su esplendor una excelsa banda comandada por el argentino Didi Gutman desde los teclados, que lució en su versatilidad, su pulido sonido y sus notables arreglos.
Pero Nathy Peluso llenó todo eso de contenido también con su presencia escénica, una atracción visual en sí misma, al punto que el despliegue lumínico, las pantallas y las llamaradas de fuego apenas parecieron subordinarse a su insoslayable figura.
Osada, hipersexualizada, irreverente, temperamental y dramática, la intérprete fue un vendaval, con el cuerpo al servicio absoluto del show, en una mezcla de muestras de plasticidad y poses propias de una esfinge.
Pero la arrolladora actitud tuvo su contracara sensible ante las ofrendas de cariño del público, incluso con lágrimas de emoción hacia el final, quizás la respuesta más acorde a las estelas de “argentinidad” que Nathy fue dejando a lo largo del concierto.
Y no solo por el hecho de que una de las canciones de su último disco se llama “Buenos Aires”, sino también porque en la paleta sonora recorrida se puede reconocer la herencia de una banda sonora de la infancia, trasladada al presente y proyectada al mundo, a partir de la globalidad de su propuesta. Más elocuente se presentó esto cuando tributó a la cultura local con una versión de “Viernes 3 AM”, de Charly García.
Aunque la artista ya había dado una muestra de esto en el último Quilmes Rock, celebrado el pasado 30 de abril y 1 de mayo, la primera noche en Buenos Aires de su “Calambre Tour” potenció la imagen dejada en aquella oportunidad.
Eso comenzó a tomar cuerpo cuando alrededor de las 21.20, en medio de la introducción de “Celebré”, la silueta de Nathy Peluso se dejó adivinar detrás de una cortina opaca, para luego atravesarla e iniciar así su acto de entrega.
Ataviada con una malla fosforescente y calzas negras, al estilo deportivo, no pareció azarosa esta elección de vestuario, ante el despliegue atlético de la artista, entre pasos de baile y contoneos poco sutiles que, sin dudas, requerían de gran destreza física.
El juego de seducción puesto en marcha en clave de trap mutó con la mencionada Buenos Aires a un clima de A.O.R. (Adult Orient Rock) para luego virar hacia la salsa, la bachata y el pop latino a partir de “Puro veneno”, “La despedida” y “Sugga”.
La banda, que hasta allí presentaba teclados, batería, percusión, bajo y guitarra, sumó dos vientos, lo cual le dio otros colores.
Mientras que en la introducción de “Puro veneno”, la artista realizó una atrevida danza con una rosa roja, que culminó de manera más tierna cuando bajó del escenario y se la entregó con dulzura a una niña luego de besarle la mano; en “La despedida” optó por quedarse allí junto al vallado y cantar cara a cara con su público.
El reposo llegó con “Arrorró” en donde la sola presencia del teclado le permitió a Nathy Peluso desplegar dramatismo y caudal vocal; la continuidad de esta tónica la logró con el clásico de Charly, al que presentó como “un homenaje a mis raíces”.
“Gracias por creer en mí”, repitió en múltiples ocasiones la artista que, una vez recuperado el aliento, volvió a entrar en modo “mujer de armas tomar” con la seguidilla “Nasty Girl”, “Agarrate” y “Estás buenísimo”, una de sus últimas novedades.
Nuevamente desató su más eléctrica performance con el uso de una cámara en su micrófono a la que le cantaba en expresivos primeros planos, o rodeada de llamaradas de fuego.
“Delito” y “Business Woman” la encontraron saltando desaforada mientras revoleaba una toalla y “Corashe” la mostró en un plan electrónico, con un panel de luces móviles detrás suyo, destacando su silueta.
En el medio de todo este recorrido, la vigorosa maquinaria corporal desplegada en las interpretaciones daba un giro radical cuando entre canción y canción le hablaba al público, y desnudaba una devoción hacia las fans. Justamente, ella siempre invocó como interlocutor a “mi gente” y “las mujeres”, a las que explícitamente incitó para que se empoderaran.
“Si quieren pueden regalarme ese cielo de luces”, pidió para que se enciendan los focos de los celulares e invitó a que cantaran con ella “Vivir así es morir de amor”, el clásico de Camilo Sesto con el que cerró su acto de entrega.
“Que siempre mueran de amor”, dejó como mensaje Nathy Peluso, quien la noche de este viernes tendrá su último encuentro con el público argentino en el mismo estadio, para recodarles de manera subrepticia muchas de las intenciones musicales que sonaron en nuestras radios desde finales de los `70 hasta avanzados los `90.
Por Hernán Natale-Télam