La absoluta irrelevancia de un gobierno sin interlocutores con el Poder Judicial. Por Jorge Asís
1.- La «constructora del comisario»
Es otra broma de Kundera. Que La Doctora -jefa del peronismo- sea condenada por “la obra pública”, en Santa Cruz, de Lázaro Báez, El Resucitado.
Trátase de quien tuvo UTEs (Unión Transitoria de Empresas) en cantidad, con las constructoras más protegidas. En las juntas de la Cámara de la Construcción, o en la trenza de la “Camarita” decisoria, los empresarios de renombre competían para situarse en las proximidades de Lázaro y hacerse amigo.
Abundan hoy los gatilleros que lo mitifican.
“Es el empleado de banco que en 2003 pasó a ser el gran empresario de Austral Construcciones”.
Por desconocimiento simplificador, suelen saltear la temporada de Kirchner, El Furia, como gobernador. 1989-2003. Cuando, por intermedio de Lázaro, El Furia utilizaba la desmantelada Constructora de Don Gotti, que acumulaba obras en la provincia aunque estuviera financieramente extinguida.
Como Gotti se caía sola, fue suplantada por Austral, una de las innumerables empresas que El Porteñito tenía registrada. Conste que ya había inventado Invernes (por un puerto de Escocia y no por Inversiones Néstor).
En ceremonia emotiva, El Porteñito le obsequió Austral a Lázaro, sin envoltorio ni moño. Para ser, en adelante, la nueva «constructora del comisario».
Por las hazañas de Lázaro y El Furia hoy condenan a La Doctora. En realidad, es por la absoluta irrelevancia del gobierno que ni tiene interlocutores con el Poder Judicial. Carece hasta del lobby elemental de los primeros años del kirchnerismo, cuando Los Dos Jotas Juntos lograban que los transparentes se la llevaran con las espaldas mejor cubiertas.
Significa que La Doctora, después del 2020, fue prácticamente entregada al «matadero de Estéban Echeverría», por ineptitud y no por perversidad, venganza ni corrupción.
Durante la aceleración del juicio, largamente cajoneado, su eficiente abogado, apodado El Pediatra, supo manifestar cierta solvencia técnica. Pero fue un desastre la defensa política.
Lo que no podía lograrse con la “astucia de la razón” -diría José Feinmann- o la contundencia de la marroquinería -diría Oberdán Rocamora- menos se podía alcanzar con la confrontación o el insulto. O la manifestación de protesta popular, para la emotividad de los giles.
Porque La Doctora debía saber que no se trataba de una mera cuestión judicial. La confrontación era política. Y el enemigo más importante estaba exactamente donde residía ahora la política.
Los grandes medios de comunicación estaban lejos de debilitarse por la teoría precipitada del Lawfare. O Mafia del Bien, para el portal.
2.- Complicidad desinformativa
Entre los octavos y cuartos de final, entre las gambetas de Messi, los tormentos de La Doctora y los recursos intelectuales del Pediatra, los grandes medios se disponen a purgar la complicidad desinformativa con la sentencia de la justicia condicionada.
Estuvieron de acuerdo en los tiempos del silencio, para callar, mientras las recaudaciones se producían.
Pero desde hace 12 años se pusieron de acuerdo para condenar.
En 77 años de historia el peronismo tuvo tres jefes. Juan Domingo Perón, Carlos Saúl Menem, y Néstor Kirchner. Pero La Doctora nunca fue jefa del “fenómeno maldito”.
Solo el antiperonismo, con sus ataques y diatribas cotidianas, la consolidó como jefa.
La viuda de Kirchner paga puntualmente las facturas derivadas del estilo recaudatorio que signó la construcción de poder del marido muerto.
Consta que El Furia cometió tres errores irreparables. Las consecuencias explican los angustiosos problemas de La Doctora, y que atraviesa hoy el país.
El primer error, 2007, consistió en no haber utilizado el derecho a la reelección.
Tenía a todos los poderosos dependientes del arbitrio de su voluntad.
El dueño del principal grupo de comunicación se comportaba como un secretario atildado que compartía con El Furia los frecuentes «churrasquitos hervidos». Le decía afectuosamente «presi» y estaba detrás de una megafusión.
Aparte, debía ordenar a los suyos, como Julio o Claudio, para que le sacaran de encima al pegajoso titular del máximo grupo económico argentino con ambición de multinacional. Un cargoso que no paraba con los elogios y lo tocaba de manera fraternal.
El segundo gran error remite a 2009. Cuando El Furia decidió castigar a los minigobernadores considerados traidores porque habían repartido la boleta de Francisco De Narváez, el Caudillo Popular. Su vencedor.
El castigo consistió en manotear las billeteras para quitarles los fondos que alimentaban a los desposeídos multiplicados. Fue cuando inventó la función operativa de los «intermediarios de la pobreza», los que crecieron políticamente al ritmo febril de la miseria. Hoy tienen más importancia que los titulares de organizaciones sindicales.
Del drama surrealista La Doctora ya no sabe cómo salir. Mientras tanto los necesita a todos dentro de la bolsa, encuadrados en la preparación electoral.
El tercer error de Kirchner fue el más grave. 2010. Consistió en la insolencia de morirse, para dejarle a su viuda un quilombo extraordinario.
Corolarios de su condición de líder de culto y fenómeno recaudatorio, siempre fronterizo con el riesgo del delito.
3.- La ilusión del pícaro incauto
Al no ir por la reelección en 2007, El Furia designó para presidenta a La Doctora, que desconocía los detalles de las recaudaciones.
La dama pugnaba por la frescura de “una superior calidad institucional”.
Con ella no iban a tener lugar los que estaban sospechados como valijeros.
Pero El Furia aún vivía y prácticamente impuso la continuidad de los que ella despreciaba. La broma de Kundera se ponía más cruel.
“No podía no saber”, razonan aún los gatilleros con menos información, pero capacitados para brindar consejos a la humanidad.
Producida la insolencia de la muerte, La Doctora intentó enterarse de la veracidad de lo que circulaba profusamente por los medios. Al amparo generoso de los protectores que habían callado con estoicismo cuando se generaban los desastres seriales.
A la distancia, y con buena fe, la concepción recaudatoria de El Furia puede interpretarse como la ilusión del pícaro incauto. La multiplicación acumulativa de los bolsos para “la política”. De ningún modo para el disfrute personal del delincuente.
Después de la insolencia, aquel delirio iba a concluir con el enriquecimiento escandaloso de los secretarios habilitados que de repente se iban a sentir millonarios. Como para comprar hectáreas frente al mar en una isla de almanaque. O ser sorprendidos o entregados con los bolsos de referencia en un convento inolvidable.
O con La Doctora transformada tempranamente por un escribano del pueblo y por un contador de ovejas en una hotelera sin suerte, pero sindicada por los gatilleros de la justicia como jefa de la asociación ilícita del gobierno creado para la algarabía de delinquir. Y entregada por la clase política al Matadero de Echeverría, el cuento que funda la narrativa argentina. Y para ser meticulosamente culpada por los innumerables gatilleros que le apuntan a diario desde el pelotón de fusilamiento.