Claudio Enrique Villalba está procesado por abuso sexual gravemente ultrajante.
El 23 colgaba de la puerta de una de las habitaciones del Hospital Zonal General de Agudos “Héroes de Malvinas”, de Merlo. R.A.S. lo recuerda muy bien. También el 63 de la cama en la que se recuperaba de una cirugía por una perforación en el estómago.
En ese cuarto padeció una experiencia que la traumó y la atormenta: denunció que uno de los enfermeros la sedó para abusarla sexualmente. Antes, adormeció a su compañera de internación que alcanzó a ver, “dopada”, la situación sin poder reaccionar.
Ocurrió -casualmente- el 23 de enero de 2022, entre la una y las dos de la madrugada, cuando uno de los enfermeros del centro de salud ingresó a la habitación donde R.A.S estaba recostada.
La mujer tenía treinta puntos de sutura al descubierto, una vía colocada en el brazo izquierdo, una sonda nasogástrica y otra vesical y tres drenajes desde el estómago.
Solicitó la atención de la enfermería debido a que comenzaba a sentir dolor. Además, le costaba respirar. Un hombre de ambo, de cabello largo, con rastros de una quemadura y una cicatriz prominente en el rostro, ingresó a la habitación. Se trataba de Claudio Enrique Villalba.
Simuló, primero, cumplir sus funciones. Luego, le colocó la mano en la frente, le acarició la cabeza y le pidió que “respire profundo”. “Qué lástima que una chica tan linda esté acá”, “¿Tenes hermanos varones”, le preguntó el enfermero mientras la paciente le pedía ayuda.
La mujer recuerda que, en ese momento, el enfermero le inyectó una medicación en el suero. Le dijo: “Es un analgésico para que descanses”. Lo mismo hizo con la otra mujer internada en esa habitación. Ambas se adormecieron.
Comenzó a sentirse descompuesta, con mucho calor. Casi inmovilizada. “Te va hacer bien, te va hacer cosas locas, te va a descolgar o distraer”, le prometió Villalba mientras aplicaba más de la sustancia.
En ese estado, no pudo resistirse a lo que siguió: el enfermero se sentó a un lado de la camilla y comenzó a manosearla. Le tocó el rostro, la acarició y luego se colocó sobre ella. Le lamió la cara y la manoseó. También le “chupó la oreja”.
Se sintió desesperada e impotente. El fuerte tirón en los puntos se hacía cada vez más doloroso. Se aferró al colchón tan fuerte que rompió sus uñas.
“Salí de acá, hijo de puta”, alcanzó a murmurar. Había logrado mover uno de sus brazos lo suficiente para apartarlo.
En ese instante, el abusador se percató que su víctima estaba lúcida y que lo miraba con firmeza. Dio pasos hacia atrás hasta salir de la habitación y nunca regresó.
Media hora más tarde, la víctima logró incorporarse y caminar hacia la guardia. A su paso, gritaba “Enfermos, enfermeros!”. No tuvo respuesta, solo vio pacientes en los cuartos.
Cuando llegó a la nurserie, vio una computadora prendida, papeles sobre el escritorio y un perchero. No había nadie.
Regresó a la puerta con el número 23, tomó su teléfono y llamó a su pareja. Le contó todo sobre el episodio que había padecido. Su compañera, aún adormecida, casi no podía hablar.
En agosto, Villalba fue detenido por pedido de la fiscal Marisa Monti.
La víctima del enfermero ahora es amenazada por la familia del enfermero
“Por la relación de confianza entre una paciente y su enfermero, las circunstancias particulares de su realización en cuanto a la condición de salud de la damnificada, quien se encontraba internada, sola y en estado de salud delicado, recuperándose de una cirugía, incapacitada para moverse con facilidad o resistirse de cualquier modo al momento de los hechos, cuando fuera inmersa en la afectación de su sexualidad, sumado a las secuelas psicológicas y físicas, constituyeron para la misma un sometimiento gravemente ultrajante”, escribieron los fiscales al procesarlo.
Apenas salió del hospital, R.A.S comenzó un tratamiento psicológico en el Centro de Salud Mental de Merlo, le recetaron medicación psiquiátrica que continúa tomando por la angustia, ataques de pánico y los problemas para dormir que le ocasionó el episodio que también le dejó secuelas físicas.
Tiene como “una pelota”, una eventración que se generó por el peso del hombre encima suyo sobre la herida sin vendas. También se le abrieron varios puntos y la cicatriz quedó mucho más ancha.
TN pudo saber que la víctima recibe amenazas para que cambie la declaración.
A un año, Villalba sigue preso, pero el caso aún no llegó a juicio. Asegura que el abuso no ocurrió y ahora el fallo del juez de Garantías Ricardo Fraga es revisado por la Cámara, tras la apelación de su defensa.
Fuente: TN