Misiones Para Todos

Descubrí tres historias conmovedoras de madres que buscan a sus hijos

Tres historias conmovedoras y un anhelo que toma fuerza, ya que por primera vez desde el Estado se propone acompañar a las personas que buscan su identidad más allá de la fecha en que nacieron.

dith Alexandre (45) lo supo desde siempre. A los 3 años, le vino una frase a la cabeza: “Esta no es mi mamá”. La intuición siguió creciendo. A los 5, una de sus amiguitas dijo: “Yo soy adoptada”, otra respondió: “Yo no soy adoptada”, y Judith pensó: “¡Ah, puede ser eso, que sea adoptada!”. Empezó a preguntarle a su madre, la mujer la evadió hasta que soltó: “Papá no quería que te dijera, él se va a enojar conmigo, nosotros te queremos”. La infancia siguió con preguntas, pero la adolescencia se impuso como una necesidad imparable de respuestas: quería buscar su verdad y saber si tenía una familia.

Como había nacido en el 77, a los 19 años, se acercó a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI) pensando en que podía ser hija de desaparecidos. Dejó su sangre para que fuera cotejada en el Banco Nacional de Datos Genéticos pero no se encontró compatibilidad. 

Paola Vocos (50) nunca sospechó nada. Hasta que a sus 30, en medio de una discusión, su madre le dijo que se la había vendido una partera de nombre Mafalda, tristemente célebre en la ciudad de Córdoba, donde vivían. Tenían una mala relación y ella no le creyó. Le preguntó a su padre, por quien tiene adoración, y él terminó confirmándolo todo. “Fue como cuando hacés un castillo de arena y viene el viento y te lo tira, eso sentí. Lo que más me dolió fue no ser hija de mi papá. Al poco tiempo empecé la búsqueda, por Facebook y en el diario La Voz del Interior. Yo quería encontrar a mi mamá, porque papá ya tenía”, señala. 

Madres que buscan

A los 20 años, Adriana Constantino (66) estaba embarazada, con una hijita de poco más de un año y en situación de calle. Fue a pedirle ayuda a su familia. “Dijeron que iban a ubicar al bebé, que era lo mejor, que yo no tenía nada para ofrecerle”. Arreglaron con una partera que atendía en el barrio de Flores y ella dio a luz. “Pasado ese trance, que es muy traumático, empecé a querer saber dónde y cómo estaba, pero me decían mentiras. que la había adoptado un matrimonio de abogados de Mercedes, que se habían ido a España”. Adriana también fue a la CoNaDI, porque imaginó que, por el año de nacimiento, su hija recurriría allí. Era alrededor del 86 y en ese tiempo le dijeron que no podían hacer nada, porque la sustitución de identidad no tenía que ver con la dictadura cívico-militar. “Es una lucha con vos misma porque pensás si tenés derecho a buscar, a reclamar, a aparecer en su vida si tal vez ni sabía que era adoptada. Hasta que dije: “Si no lo sabe, ya tiene edad para saberlo””. Otra cosa que hizo Adriana fue ir junto a su hija menor al programa de reencuentros “Los unos y los otros”, que conducía Andrea Politti.

El bebé de Stella Maris Ceratti (61) nació el 2 de mayo de 1995, en la clínica La Unión, de Villa Martelli. Era su cuarto hijo y ella había sido internada unos días antes por amenaza de parto prematuro, con 35 semanas de gestación. Su obstetra la revisó y le dijo que le daría el alta. Pero a las dos horas, cambió la guardia, le hicieron una ecografía y le anunciaron que su bebé estaba muerto. Stella Maris no entendía nada, hacía un rato había escuchado los latidos. Esos médicos le aseguraron que había sido una muerte súbita y le indujeron el parto. Stella pidió ver a su bebé y le acercaron a uno, envuelto en una sabanita celeste. Le dio un beso.

Estaba frío. En la clínica les dijeron que la obra social se encargaría de arreglar todo, para que fueran directamente al cementerio. Su esposo se negó, contrató a una cochería y vistió al bebé con la ropa del ajuar. A los días, se dio cuenta de que el grupo sanguíneo de la criatura era técnicamente imposible: A+, mientras que Stella es 0- y él, B+. Fue la primera de muchas irregularidades: les aseguraron que el bebé tenía síndrome de Down y las paredes del estómago abiertas, algo que no habían visto en las ecografías y que tampoco observaron al ver el cuerpo; el diagnóstico fue de muerte intrauterina 48h antes del parto y su obstetra había escuchado los latidos dos horas antes del nacimiento; no les daban la historia clínica, luego les dijeron que la habían perdido. Entonces, presentaron una denuncia judicial por retención indebida de documentación con la posible intención de ocultar un delito mayor como el robo del bebé.

“Pasamos pericias psicológicas, porque decían que yo estaba loca, y todo el tiempo daban a entender que mi esposo no era el padre. Más tarde reconocieron que habían rehecho la historia clínica y se descubrió que la ecografía que comprobaba la muerte del feto era de otra mujer”. El juez de la causa fue amenazado y a ellos les prendieron fuego un auto. Finalmente, en 1997, lograron exhumar el cuerpo: tenía la misma ropita que le habían puesto aunque no existía nexo biológico con Stella y su marido. Los médicos fueron detenidos pero le echaron la culpa a la morgue. Según los registros, las otras dos criaturas que habían estado allí en esos días (una bebita de un mes y un feto de seis meses de gestación) no coincidían con el cuerpo exhumado. En 2004, los acusados fueron sobreseídos por falta de mérito.

Tejiendo redes

La mamá de crianza de Judith veía siempre Los unos y los otros. Aparentemente el día en el que fueron Adriana y su hija más chica, ella estaba frente al televisor. “No me dijo nada, pero me dejó un papelito con el teléfono de la producción. Y yo me indigné porque no iba a ir a la tele para decir que lo único que sabía es que no era hija biológica de ellos. Mis hijos eran chiquitos y exponerme era exponerlos”. Judith había llegado a su familia de crianza después de que ellos estuvieran en lista de espera de adopción legal y de que alguien les ofreció un bebé y les cobró por “el trámite completo”: borrar la identidad de la criatura y anotarla como hija biológica. “Mi mamá de crianza dijo algo respecto a que yo tenía una hermana (evidentemente porque la había visto en el programa), entonces yo iba a las marchas del 24 de marzo buscando a mi hermana”.


A esa altura, Adriana formaba parte de los grupos de búsqueda que hay en redes sociales. En 2019, se enteró de que CoNaDI había abierto la posibilidad de rastrear identidades para quienes no eran hijos de desaparecidos. Entonces volvió y consiguió que le tomaran la muestra de sangre. 
A Judith le sonó el teléfono un día antes que a Adriana. Era 21 de agosto: “¡Encontramos a tu mamá y a tu hermana! ¿Podes venir mañana?”. Ella se quedó muda sin lograr articular palabra. Desde los 20 que esperaba ese llamado. 

NECESITAMOS QUE SE PRESENTEN MÁS MADRES, NO IMPORTA EL PERÍODO DE NACIMIENTO, NO LE VAMOS A PEDIR NI EXPLICACIONES NI DOCUMENTACIÓN. SABEMOS QUE NO SE PRESENTAN PORQUE TIENEN MUCHO DOLOR Y VERGÜENZA, PERO ELLAS SON VÍCTIMAS”.

Fuente: Perfil