Los dos personajes que están en el centro de esta tormenta de operaciones de espionaje, Gerardo Milman y Marcelo D’Alessandro están relacionados con los servicios de inteligencia y respondían a los sectores enfrentados en la interna del PRO. Pero el enfrentamiento arrastró también al titular de la Corte Suprema, Horacio Rosatti.
Juntos por el Cambio, encabezado por el titular del bloque de diputados del PRO, el ex menemista Cristian Ritondo, anunció que no dará quórum en el recinto “si el gobierno insiste en los ataques al Poder Judicial”. Ritondo fue menemista con la famosa Corte de la mayoría automática y se pasó al macrismo cuando asumió Néstor Kirchner y transformó esa Corte corrupta en otra con jueces intachables e independientes.
El bloque que encabeza Ritondo se opone ahora a debatir sobre el juicio político que el presidente Alberto Fernández planteó a la Corte Suprema, empezando por su titular Horacio Rosatti cuya parcialidad quedó en evidencia con el intercambio de mensajes entre Silvio Robles, principal colaborador de Rosatti y Marcelo D’Alessandro, ministro de Justicia y Seguridad de Horacio Rodríguez Larreta. Robles aconseja a Larreta sobre el inminente fallo de la Corte sobre coparticipación que favoreció a la CABA.
La fuerza favorecida por la parcialidad de la Corte, tanto en la coparticipación como sobre la integración del Consejo de la Magistratura, se niega a discutir el pedido de juicio político a Rosatti. No es que el macrismo se opone al juicio político, sino que además no quiere discutirlo. Lo rechaza sin conocer los fundamentos del pedido porque teme que aparezcan más pruebas de la relación promiscua que mantiene con la cabeza del Poder Judicial que los favorece.
El argumento de base es que las pruebas fueron obtenidas en forma ilegal porque provienen del hackeo al celular de D’Alessandro. Supuestamente las pruebas no tienen valor si fueron obtenidas en forma ilegal. Sin embargo el macrismo, representado por el turbio juez Claudio Bonadio, ya fallecido, usó una escucha telefónica ilegal para abrir la causa del memorándum con Irán contra el excanciller Héctor Timerman. Sin hablar de las fotocopias de cuadernos inexistentes con las que abrieron la causa de los cuadernos.
El macrismo ejerció en forma sistemática la estrategia de no bajar al recinto para evitar los debates. Desde el primero de diciembre pasado, es la tercera vez que no baja al recinto e impide la discusión de un temario cada vez más abultado. Quedaron así en el tintero temas como la ampliación de la moratoria jubilatoria o la creación de ocho universidades en distintas provincias.
La estrategia previa era votar en contra de todo lo que fuera presentado por el oficialismo. De ese nivel de obstrucción pasaron a este otro que busca cerrar el Congreso como ámbito legislativo y de debate sobre temas que interesan a la sociedad. El incremento en el nivel de obstrucción está relacionado también con otra decisión de la Corte que interfirió con la integración de los bloques legislativos, pese a que se trata de una mecánica que es de competencia exclusiva de los legisladores.
Desde el principio del gobierno de Alberto Fernández, el macrismo mantuvo una estrategia de obstrucción. Pero en este caso es evidente la intención de que los fundamentos del pedido de juicio político a Rosatti tengan una difusión mínima. El oficialismo afirmó que tiene muchas pruebas para respaldarlo. Incluso situaciones que no provienen de los mensajes hackeados.
Pero para llevar adelante el juicio, el Frente de Todos necesitaría que fuera aprobado por los dos tercios de la Cámara. La defensa en bloque que realiza la alianza del PRO, el radicalismo y el partido de Elisa Carrió, más los libertarios y los diputados peronistas de Córdoba y socialistas de Santa Fe, harían imposible el juicio político.
Lo que buscan con estas medidas es acotar el daño. La difusión de los mensajes tiene un efecto demoledor. Los dos personajes involucrados en esta feroz batalla de espionajes: el diputado y ex secretario de Seguridad durante el macrismo, Gerardo Milman, y D’Alessandro, son dos personajes relacionados con los servicios de inteligencia y la planificación de este tipo de operaciones.
Milman, que era la mano derecha de Patricia Bullrich y con una carrera en ascenso, cayó de un hondazo cuando quedó en el centro de atención por una reunión con sus colaboradoras donde, dos días antes del intento de magnicidio, habló como si estuviera en conocimiento de lo que iba a suceder. A partir de allí saltaron, una tras otra, situaciones irregulares con ñoquis y manejos oscuros de dinero.
Milman acusó a D’Alessandro por esa campaña. El PRO le soltó la mano y la carrera ascendente del diputado quedó trunca. El hackeo del teléfono de D’Alessandro aparece como parte de esa guerra. Los mensajes que se conocieron hubieran acabado con la candidatura de Larreta en un país normal. Fue una estocada profunda. Es difícil que proviniera de una interna simple. Aparece más como la acción desesperada de hundir a la mayoría de los que lo hundieron. Una acción de perdido por perdido, de alguien que ya no tiene nada que ganar.
Los intentos de Larreta por defender a su ministro fueron infantiles. Lo planteó como otra operación del kirchnerismo, cuando estas operaciones de espionaje han sido históricamente una marca de Juntos por el Cambio. Dijo que se trataba de un hackeo de estos mensajes que luego habrían sido sometidos a un montaje. Si fuera así podría haber mostrado el teléfono de su ministro para comparar los contenidos, pero no lo hizo. El diputado Waldo Wolff, reciente adquisición del larretismo, ex abanderado de Patricia Bullrich, afirmó en América TV que “una parte es real y otra montaje”. Cualquiera que fuera real alcanza para hundir al macrismo.
En todos los mensajes se plantean detalles que sólo podían conocer los protagonistas del diálogo. No se trata de frases encimadas o intercaladas en forma forzada, como ocurre en las fotocopias de los cuadernos. Además de los que se relacionan con un tema tan grave desde el punto institucional, como la parcialidad manifiesta de la Corte en un tema tan delicado como la coparticipación, hay una gran cantidad donde se plantean coimas de empresarios relacionados con el gobierno de CABA y tráfico de influencias en un nivel de corrupción que involucra a jueces, empresarios y a todo el gobierno de CABA.
Mientras obstaculizan este debate en el Congreso, los principales dirigentes del macrismo comenzaron sus campañas en recorridas por la costa bonaerense. El tema no existe en la gira macrista. En los medios macristas, el tema tuvo un trato corto, y a los pocos días desapareció. Se hacen eco de los argumentos de Juntos por el Cambio en el Congreso, sin que este tema aparezca. Así, los macristas no bajan al recinto porque “aunque siempre están abiertos al diálogo, no están dispuestos a que el oficialismo no los consulte para plantear el temario de las sesiones”.
Hablan como si estuvieran convencidos que no importa lo que digan porque sus seguidores deciden por identificación y no por la razón. Han creado una identidad social que no requiere propuesta ni explicaciones. Su base electoral está compartimentada en las redes y los medios que replican esos discursos identitarios y es difícil romper esa compartimentación.
Muchos de los que se escandalizaban por escuchas ilegales a kirchneristas ni siquiera están enterados de estos mensajes verdaderamente graves que muestran una grieta institucional que pone en riesgo la democracia.
A pesar de esa llegada limitada de la información, los que acepten ser cómplices de esta mafia de servicios de inteligencia, jueces, corporaciones y políticos de la derecha, serán juzgados por la historia. Son temas que tarde o temprano salen a la luz y enchastran a los protagonistas.