El Papa fue misericordioso con quien lo atacó, el monseñor alemán Georg Ganswein. Ahora, el religioso tendrá que volver a su país, aunque tuvo otra opción que no aceptó: ir al frente de batalla en Ucrania.
El eurocentrismo volvió apuntar. Hace años quieren al papa latinoamericano fuera de juego. El monseñor alemán Georg Ganswein fue sin tapujos, a cara descubierta, el francotirador contra el primer Vicario de Cristo nacido, criado y formado al fin del mundo: el Papa Francisco.
La mira de Ganswein fue exponer diferencias internas en la gobernanza vaticana. Lo que netamente se dice movimientos de poder terrenal, una potestad del Pontífice. El europeo también abogó por el regreso a las misas en latín, un tema de una pequeñísima minoría en un universo que supera los 1.300 millones de bautizados, que claman todos los días por mayor justicia social y ambiental.
Pero la cosmovisión de una Iglesia elitista y egocentrista, que pondera más al Dios castigador que su amor misericordioso, donde muchos de estos egocentristas han caído en el derrotero de los escándalos financieros y sexuales, lanzaron como misil su rencor contra Francisco. Al hacerlo, pareciera que olvidaron que es el líder del proceso que inició hace casi una década el primer papado con raíces latinoamericanas, que pastorea al santo pueblo fiel de Dios y al clero del mundo con una agotadora constancia de trabajo, cuerpo a cuerpo, bajo la espiritualidad de la ternura y paciencia de un padre. Y no recordaron que no sólo trabaja para los católicos, sino que lo hace inclusive para aquellos que están alejados o profesan otros credos, y que al mismo tiempo es determinante para enfrentar el tenebroso mal de los abusos de poder y desterrar la cultura elitista que hace siglos capturó la fe en el Vaticano con una cosmovisión del mundo desde los centros de poder económico y dueños de la verdad.
Ganswein, secretario del papa emérito fallecido fue muy brutal. Sin tacto, atacó desde el ego. Se puso en protagonista y hundió a quien decía defender. Traicionó al propio Benedicto XVI. Esto fue evidente hasta por los propios eurocentristas alterados por la primavera en el liderazgo eclesial y político de un Papa forjado en la adoración del santísimo sacramento, formado intelectualmente por los jesuitas y lleno de una espiritualidad franciscana.
Pero así como el monseñor subió peldaños por el protagonismo mediático global contra Francisco, ya va declinando. Jorge Bergoglio no pierde tiempo. Su agenda está acelerada. El lunes 9 de enero pasado el Papa recibió a Ganswein. Allí le transmitió que su destino era regresar al país que lo vio nacer y lo formó. Ahora, el germano dejará atrás años de pasillos vaticanistas y comidas romanas para convivir con una iglesia alemana que impulsa reformas internas de avanzadas (mujeres sacerdotes, casamientos de matrimonios gays) algo que deberá sobrellevar con su cerrado espíritu.
Francisco fue misericordioso con quien lo atacó. Puso la otra mejilla. Porque la otra opción, que algunos le recomendaron, era enviar a Ganswein a misionar junto al cardenal polaco, Konrad Krajewski, llamado “el limosnero”, al frente de batalla en Ucrania.
El Papa sintió que el francotirador alemán lo apuntaba de frente. La pólvora quema en la sangría que le provoca no poder frenar la guerra en el corazón de Europa y que ensancha la crueldad fratricida de la tercera guerra mundial en cuotas. La tristeza de Bergoglio se evidenció con un llanto en público nunca visto en un Papa en la era moderna y que quedó registrado en video.
El Pontífice ya había sido apuntado por el eurocentrismo en el 2020, cuando el propio Ganswein junto al cardenal africano Robert Sarah lanzaron un libro en defensa del celibato y habían usado para ello la firma de Benedicto XVI. Esa operación mediática contra Francisco determinó que el monseñor alemán tuviera como única tarea ser secretario de Benedicto XVI. Otra vez la misericordia de Francisco. No lo corrió de la Santa Sede.
Estos ataques temerarios que buscan dividir y destruir al Sucesor de Pedro han salido a la luz en parte por el propio Bergoglio, cuando habló del complot en su contra (información ya publicada en este medio), que se evidenció con la campaña mediática global de su renuncia tras la operación en el estómago. Pero el todavía Papa tiene mucho para dar.
Ejemplo de ello son los viajes a los países en conflictos armados internos en África, como Sudán del Sur y República del Congo, la visita al sabio y enigmático mundo asiático, tras las afectuosas invitaciones recibidas por los líderes de dos gigantes como Mongolia y sobre todo la India.
Mientras que en su Patria -la nuestra- aún debe designar un nuevo capitán para timonear la barca de la curia porteña, el gobierno de la Iglesia en el distrito más relevante para el poder económico, político, comunicacional y eclesial –clave, aunque no determinante-, se habla de hacer realidad el sueño del regreso a la tierra del tango, el fútbol y el asado.
A los elitistas les queda la reflexión que nace de la experiencia de conversión de Saulo de Tarso, conocido por San Pablo: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Mientras que a los creyentes de a pie, con su religiosidad popular bien latinoamericana, el consejo que repite Jorge Mario es otro: “Ojo que el Diablo entra por el bolsillo y sale por la boca”.
Por Lucas Schaerer-Ámbito