La decisión política no es luchar contra el narcotráfico. Es etiquetar de narco al adversario.
En el ecosistema narcocriminal de Argentina todas las redes del crimen organizado tienen lugar. Las falsas fronteras inteligentes y seguras están abiertas. Permeables. Deseosas para recibir a la caterva que viene a hacer negocios bajo el amparo de la anomia. De la insuficiente investigación criminal, y de la desconocida inteligencia criminal.
Con un implícito cartel de bienvenida, los diversos accesos federales devienen en aceitados corredores que se bifurcan conforme a los mercados y a las alianzas con los productores de la droga.
La estrategia de dirección de las organizaciones internacionales no es aleatoria. Es una elección que se basa en un territorio tan abierto como fértil que no deja de atender a la patológica y acomodaticia distorsión de conocimiento de las jurisdicciones que cada gobernante debe salvaguardar.
Las redes de narcotraficantes operan como aplicados estudiantes de las particularidades políticas de quienes gobiernan, y de las curiosidades de las diversas líneas de la oposición.
Bajo estas características, Argentina, se consolidó como el país del cono sur formador y receptor de criminales. La región se embarcó en una dinámica golondrina de entradas y salidas para el testeo, fusión y anclaje.
Luego de las clicas mexicanas y colombianas, de las células centroamericanas, del arribo de protones venezolanos del Tren de Aragua, y al unísono con el coqueteo del cártel de los Balcanes y la presencia magrebí en el NOA, llegaba el turno de las redes de criminales de Brasil.
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Los ex “sindicalistas” presidiarios de Brasil construyeron tras los muros, y más allá de los mismos, un proyecto de poder que como tal buscaba expansión.
Consagrados en su país, el camino de la distribución se imponía con más celeridad de la esperada. Ningún país de la región esperaba la embestida y solo Paraguay, por la presencia local de Ejército del Pueblo Paraguayo, tenía un programa de contención que igual dejó muertos.
Los Comandos brasileños del crimen organizado marcaron sus puntos rojos por toda la estructura regional. Comandos de fuego y sangre que no pactan porque la implosión, como forma institucional de regular el caos, no es una opción.
Se trata de cantidad de comandos operativos. Sin embargo, los más emblemáticos por su forma de surgir, aprendizaje y enemistad, son el Comando Vermelho y el Primer Comando Capital. Ambos con presencia en Argentina.
Su ingreso fue por etapas desde el año 2018. Cuando se traficaba el slogan Fronteras Seguras y se encontraba más marihuana que huevos de pascua en semana santa.
La primera etapa fue golondrina. La segunda etapa en pequeñas clicas. Y la tercera y última de recursos humanos definidos y seleccionados para sumarse a la lógica criminal local.
Es que mientras jugaban a la lucha contra el Narcotráfico sin investigación criminal, ni tiros, ni sangre, los comandos iniciaron su arribo para sumarse al narcocrimen. Narcocrimen, desde hace décadas, operativo en nuestro país.
El estado de sensación, la reducción al tránsito, el romance delictivo y la escenografía de vestuario, ampliaron el abanico del delito complejo.
Los comandos trabajaron el ingreso al unísono para luego separarse.
La metodología de trabajo de “Velo y Engaño” que se imponía en nuestro país para encarar a las mafias era absolutamente redituable a los fines prácticos de la intervención territorial.
El destino siempre estuvo claro: La región centro. Región que a la fecha concentra el 75% de la violencia por narcomenudeo con epicentro en tres enclaves: Rosario, Conurbano Bonaerense y Córdoba Ciudad.
La Triple Frontera fue clave. Misiones, por geografía, la punta del iceberg. Iguazú y Eldorado los puntos rojos y los vasos comunicantes.
El PCC y el Comando Vermelho llegaron también para lavar. Para hacerle honor a la columna vertebral del crimen organizado. Eldorado representaba mucho más que una parada técnica.
La tierra y el agua fueron las vías de ingreso y expansión frente a una gendarmería distraída en uso y abuso de sus funciones y una Hidrovía comercial devenida en el primer enclave federal del narcotráfico con las patas portuarias distraídas de Prefectura y Aduana.
Los comandos están entre nosotros, pero no en la geografía imaginaria forzada. Tampoco en los remienditos de los copy page divulgados.
Los comandos PCC y Vermelho están en Argentina para consagrar su proyecto de poder y enrostrarles, a los divulgadores de agua bendita, que mientras simulaban una lucha y operan geografía, ellos caminaban y caminan sin cuartel el vicio de la persistente retórica nacional en materia de seguridad.
Por Laura Etcharren – https://soclauraetcharren.blogspot.com/