Para construir una relación real necesitamos dejar de idealizarla. El verdadero amor es para valientes. La rutina no mata las relaciones, las mata el desamor.
Los vínculos construyen parte de nuestra identidad y le dan sentido a nuestra vida. Para muchas personas, encontrar el amor, construir relaciones sanas y duraderas se ha convertido en un tema de vital importancia. El buen amor se aprende, y para poder amar con verdad necesitamos ser valientes. El narcisismo y la soledad son un mal de época, pero todos tenemos oportunidad de crear relaciones basadas en el buen amor que permitan el desarrollo y la plenitud de nuestra vida. Estas son algunas de las afirmaciones de la licenciada Patricia Faur, una de las psicólogas más respetadas de Argentina que acaba de publicar su último libro El amor real huele a tostadas.
El amor es para valientes
“El amor es para valientes. No es posible ser cobarde si queremos amar de verdad. Para amar hay que jugársela. No es un llamado a que llenemos de épica nuestra vida ni sintamos que tenemos que hacer grandes hazañas. Jugársela es saber acompañar al otro en un momento en el que una no tiene ganas o en el que la otra persona la está pasando mal. Es poder comprometerme con su vida, con sus vínculos, es comprender al otro desde su lugar. Es un trabajo de trinchera, y hay que embarrarse un poco los pies. El buen amor también es sostener la responsabilidad de, por ejemplo, saber que palabras elegir cuando sentimos enojo y para ceder. El amor exige valentía porque quizás también tendremos que asumir, y que por más que hayamos trabajado mucho, finalmente nuestros caminos pueden no coincidir, podemos decepcionar al otro. Es un riesgo grande, si, pero si no lo corremos no vamos a poder amar”, explica Patricia quien, con sabiduría y compromiso, ayuda a muchísimas personas en sus procesos de autoconocimiento. Ella sintió la necesidad de publicar un libro que ayudara a sortear obstáculos, falsas creencias, idealizaciones y otros malos aprendizajes a aquellos que están buscando un amor real.
El amor real se opone al amor de la ilusión
“A la consulta llegan muchas personas que dicen querer tener una pareja cotidiana, sencilla con la que puedan compartir la vida. Sin embargo, algunas de ellas no están realmente dispuestas a hacer el proceso que implica amar de ese modo para construir una relación. Otras sí lo están, pero no con la persona adecuada. Se esfuerzan por crear este tipo vínculo con un otro con el cual solo pueden tener un amor pasional, intenso y probablemente efímero. En ocasiones, esa intensidad se relaciona más con la idealización que con la realidad.” Cuenta Faur que también es docente de la Universidad Favaloro y especialista en dependencias afectivas.
Para oponer la realidad a la idealización, explica: “Cuando hablamos de un amor real lo estamos oponiendo al amor de la ilusión, un amor que idealiza los aspectos del otro y de la otra y espacialmente que idealiza lo que es una pareja. Una pareja real en realidad también es vulnerable, tiene momentos de fallas, de crisis de desacuerdos, de fastidios y de aburrimiento. Como la vida, va transitando por toda la paleta de colores. Es importante salir de la historia del amor romántico. El amor idealizado nos hizo mucho daño. Tenemos que comprender que ese tipo de amor es solo una etapa, que tiene que ver con el enamoramiento. El resto es un trabajo personal y un trabajo con el otro”.
A amar se aprende
En su libro desarrolla temas fundamentales que de alguna manera nos interpelan a cada uno de quienes lo hemos leído. “¿Cómo va a saber amar si no fue amada cuando era chica?” se afirma popularmente en muchas familias y grupos de amigos. No hay nada de cierto en esa frase. No estamos determinados por nuestra infancia. Es cierto que los vínculos primarios que hemos tenido con nuestros padres o con nuestros cuidadores influyen, pero como dice Boris Cyrulnik “no son una fatalidad”, no tiene por qué determinar nuestra vida.
“Hay muchas personas que pudieron aprender a amar, a ser generosas, a ser solidarias y empáticas, a comprometerse en sus vínculos, a pesar de haber tenido historias de desamor y descuido. Por supuesto, necesitaron trabajar mucho sobre sí mismas desde lo terapéutico, lo emocional, lo físico, lo espiritual. Tuvieron que aprender otros caminos posibles para finalmente encontrar una buena forma de amar y también de sentirse amados y amadas. Yo creo que de todo lo que hemos vivido podemos sacar un aprendizaje, aún del abandono primario, del dolor, del abuso, del maltrato. Necesitamos integrarlo a la vida para transformarlo en algo bello, en algo diferente. Hacer este proceso, es fundamental porque nos va a permitir también saber qué es lo que no queremos y que es lo que no queremos darle a la otra persona”, afirma.
Hacernos preguntas para aprender a amar
Al final de cada capítulo de su libro, la licenciada Faur, nos propone algunos ejercicios para iniciar caminos de resolución de alguno de los temas que nos atraviesan. Específicamente, sobre esta posibilidad que todos y todas tenemos que es aprender a amar y aprender a amar mejor, nos propone empezar por cuestiones simples que nos empiezan a ofrecer claridad. “¿Cómo quiero que me hablen?, ¿cómo quiero que me acaricien?, ¿cómo quiero que me demuestren que se preocupan por mí?, ¿en qué cosas me siento tenida en cuenta? Cuando lo puedo pensar en primera persona, se vuelve mucho más sencillo desarrollar la empatía para saber cómo tenemos que hacerlo con otros”, explica.
El buen amor nos hace felices
También se dedica a tirar por tierra falsas creencias sobre otros temas cotidianos que hemos asociado mal como por ejemplo la rutina. “La rutina no mata las relaciones, lo que mata las relaciones es el desamor. La mayoría de las veces, las rutinas son encantadoras y repetirlas una y otra vez nos hace bien, vuelve nuestros mundos previsibles y en ellas podemos encontrar placeres y alivios que también ayudan a darle sentido a nuestro mundo. En ocasiones, le damos valor solo cuando no las tenemos”, cuenta Patricia.
Así también explica por qué su último libro se llama El amor real huele a tostadas. “El amor real, huele rico, a calidez, a tibieza. Cada vez que me preguntan sobre qué considero yo que es el buen amor, encuentro la misma certeza. La respuesta es muy sencilla: en el buen amor soy feliz también con la felicidad del otro. Me da alegría hacerlo feliz, aun cuando su alegría no me traiga ningún beneficio. Y por supuesto el buen amor implica que la otra persona también me haga feliz a mí. La reciprocidad es fundamental”, afirma Faur. Escucharla, me recuerda uno de sus episodios mas escuchados de De amor y desamor, un podcast que se animó a iniciar en plena pandemia ¿ Qué hacen las parejas que funcionan bien?
Cuando una pareja es verdadera…
Con su intención de colaborar con nuestro mejor discernimiento sobre lo que es una verdadera pareja, la licenciada Faur explica que una pareja verdadera, es un vínculo en el que las partes pueden ser auténticas y en la que hay intimidad emocional. “Podemos mostrarnos quienes somos sin miedo al juicio de la otra persona, sin su condena y sin sentir que estamos amenazados no solamente con un castigo si no con su indiferencia o con el abandono. Cuando una pareja tiene verdad también tiene confianza. La relación no vive amenazada ni nos exige que tengamos que cuidarla todo el tiempo para que no se termine. Solamente nos tenemos que ocupar de cuidarnos entre nosotros y hacernos responsables del amor, entonces es más fácil que sea simple y cotidiana. En un amor real, podemos comunicar nuestros desacuerdos sin grandes repercusiones y sin daños graves. Una discusión no nos lleva a la separación”, describe Patricia Faur. En su libro desarrolla muchos más temas vinculados con los amores narcisistas, con los vínculos adictivos, con el vacío de uno mismo, los amores imposibles. Dedica un capítulo a los amores cobardes, a la falta de compromiso, a la estafa emocional y a la ilusión digital. Ella asegura que los ingredientes básicos del buen amor son la intimidad emocional, la comunicación y el erotismo. Nos recuerda que el amor no llena ningún vacío, si no que buen amor aparece cuando somos capaces de vivir con él y soportarlo.
Y finalmente nos hace una invitación fundamental para que recordemos que “las buenas relaciones se construyen aquí y ahora, en el presente continuo. De tantos aquí y ahora, en algún momento hay futuro”.
Que así sea.
Por Natalia Carcavallo