Letalmente transgresora, siempre vivió de su cuerpo: a los 76 años y como una declaración de principios, la actriz y exvedette lo usa como un arma para contagiar aceptación. La “revolución de las viejas” como acto reivindicativo. Su naturaleza vanguardista. “La decadencia de las divas impolutas”. Y el desnudo definitivo del ícono que es hoy: “Tuve una adolescencia muy dura y tuve que ser muy creativa para sanarme”.
En otro acto pop, después de que quisieran disciplinarla en las redes y lejos de ocultarse, Moria Casán aceptó recrear en la tapa semanal de GENTE una foto que hizo para este medio y fue idea suya 19 años atrás: “vestirse” en papel film para reivindicar a los 76 años algo que militó toda la vida: “La soberanía de los cuerpos”.
“Aquella vez, lo transgresor fue fajarme y desnudarme a la vez. Que aparezca la femineidad velada a través del plástico, algo que hoy, sobre todo después de lo que pasó con la viralización de mi foto en la playa, termina siendo un statement”, lanza Ana María Casanova, que toda la vida vivió de su cuerpo y éste, hoy es testigo de su historia, sus amores, su éxito, sus cicatrices y también de su dolor.
En una charla profunda, la exvedette y actriz de Brujas (con 32 temporadas a pleno sold out) desanda el periplo que la llevó de estudiar abogacía y piano a convertirse en ícono de la cultura pop. “Mezcla de Gauchito Gil y la Difunta Correa” para la comunidad LGBTQI+ y eterno símbolo de la lucha contra los prejuicios, habla sobre sus revoluciones, los actos creativos más transgresores, sus desilusiones, “la juventud XXL súper acumulada”, su amor por Fernando “Pato” Galmarini (81) y la “decadencia de las divas”.
–A partir del hecho de que una usuaria en Twitter subiera una foto tuya en bikini en la playa y te dijera que te tapes, se desató toda una gran discusión respecto a la soberanía de los cuerpos. Es llamativo cómo la libertad con el cuerpo pareciera blindada sólo a la juventud.
–Es que la mononeurona manda. Estas personas estándar, atadas a mandatos religiosos, culturales…es una gran involución. Y yo justamente a mi vida pública entré por el cuerpo. Lo llamativo fue que mi primera vez en un escenario fue desnuda, pero mi performace fue dragqueenesca, porque, por esas causalidades energéticas del universo, tuve que despojarme de un bombín, un jacket, el bigote, un pantalón y el bastón para dejar ver una malla enteriza, como una clásica bañista. Por eso lo mío tiene que ver con trascender el cuerpo. Fijate que una tuitera, a quien no conozco, me dice “tápese” y sube una foto en la que claramente estoy como agrandada, una imagen mía en la Bristol. Yo estaba en el VIP del Provincial y ahí en la playa hubo dos millones de personas que me aplaudieron.
–¿Decís que la foto que subió esta usuaria estaba alterada?
–Es una imagen en la que claramente no estoy agraciada, está mal sacada y estoy aumentada. Además, fue una foto a la que si yo no respondo, no no se viraliza. Y ahí se generó todo un morbo. Pero salí a responder básicamente que me amo y le dije “tapate, vos, imbécil”, una frase con la que hoy hacen un montón de memes. En ese acto, y también después subiendo un video, yo trasciendo a mi cuerpo sin importarme si hay gordura, si hay grasa en el abdomen, lejos de si resulta algo sexy o no.
–¿Cómo fue la respuesta que te hizo sentir la gente tras la viralización?
–Me impresionó muchísimo la viralización y la respuesta de la gente. La gente me acompañó más que cuando estuve en la cárcel, me decía “matala” (a la usuaria). Muchas señoras mayores apoyándome y diciéndome que las inspiro y las libero. Mucho “no le hagas caso a la gilada”. Hasta Gabriela Cerruti (la vocera del presidente Alberto Fernández) se refirió a la “revolución de las viejas”, algo que llegó al diario Le Monde. El prejuicio con el cuerpo es terrible porque es muy difícil… no se sale del corset. Además siento que sigue siendo muy complicado lo de la inclusión: hay toda una corrección política respecto a los mandatos y aceptar al otro. Y no están todos preparados. Entonces mientras parece que estamos más evolucionados, hay mucha involución.
–¿En qué sentido decís que la corrección política complica más lo que pasa en estos casos en los que se señala al cuerpo?
–Digo que hay una dictadura de lo políticamente correcto en el tema de la inclusión. Esta mirada facha sobre lo que te quieren imponer como correcto. Y te ladran, lo hacen con veneno, con ira. Algo que en los adolescentes ya no está presente, tienen una mirada hermosa. Como mi nieta Helena (Tuñón Castiglione). Esto de ser amplios, evolucionados y con el espectro no binario ya en la cabeza. Yo siempre fui amiga de los putos, de hecho soy “la reina de la marica marginal, de la aceptada, de todos”. De personas que no califican a las personas. Es decir, siempre estuve rodeada de personas a las que no le importa el cuerpo ni la elección sexual. Y así crié a Sofía (Gala, 36). Ella cuando era chica dormía con amigos míos que eran pareja. Siempre crié en total libertad. Y la libertad es algo que no se enseña, solo se demuestra con acciones.
“Me impresionó muchísimo la viralización que tuvo mi foto en bikini y la respuesta de la gente: me acompañaron más que cuando estuve en la cárcel”
–También hablaste sobre la marca en tu pelvis, dijiste que la cesárea era tu mejor tattoo, algo que no es más que un símbolo de orgullo.
–Sí. A raíz de mi foto se vio mi cesárea y es lo que quise destacar. Porque me puse una bikini Moschino, un poco para snobear, te diré, porque siempre voy en lencería a la playa. Y ahí se me vio la cicatriz de la cesárea. En la foto, de hecho, se ve más marcada. Porque ni se nota, es un corte horizontal que me hicieron un poco más largo porque Sofía era cabezona.
–Hablando sobre ese tattoo para toda la vida, ¿cómo recordás el nacimiento por cesárea, que recordaste en el cumpleaños de Sofía?
–Fue mi mayor tattoo. Y me encanta que haya sido por cesárea. Nunca quise tener un chico en un parto natural, me parece antinatural que salga por ahí. No me gusta como acto creativo de la vida. Si pudiera elegir, la saco del corazón. También, lo compartiría con el hombre, de modo siamés, en un acto planetario estelar. Como algo que corresponde a los dos.
Ana María Casanova, su transformación y su análisis sobre las divas: de Mirtha a Susana
–¿Cómo era Ana María Casanova de adolescente?
–Siempre estuvo latente Moria. Era súper gladiadora. Me gustaba estar sola, me llevaba divino con mis compañeros de secundaria en el Liceo 12 (Caballito), pero no compartía sus histerias. Me acuerdo que, de hecho, los evitaba y prefería irme a tomar algo sola por Primera Junta. No me sentía una igual. También, organicé el viaje a Bariloche pero fui la única que no fui. Nunca me gustó ser parte de la manada.
–Según me contaste, siempre te manejabas sola. Incluso cuando quedaste en tu primer trabajo como vedette no se lo contaste ni a tus padres.
–El mismo día que debuté en el teatro, estuve a las 7AM rindiendo un examen de economía política (en la carrera de Derecho) y llegué a mi casa a las 3AM con pestañas postizas. Mis padres se enteraron cuando volví y me dijeron “qué trecho insólito que hiciste”.
“Soy la reina de la marica marginal, de la aceptada, de todos. De personas que no califican a las personas”
–¿Tu familia nunca se resistió a tu transformación?
–Mis viejos nunca me pusieron trabas, estaban felices. Además fue rutilante, enseguida me vieron en las marquesinas. Lo más loco es que yo siempre fui figura, nunca estuve en el banco esperando serlo. De hecho, en esa primera vez en el teatro tuve un camarín solo para mí que me decoró mi papá. Hasta me puso un televisor con forma de plato volador que, por supuesto, veía en blanco y negro.
–Volviendo al hecho de que te mostraste tal cual sos, ¿de alguna manera es un mensaje sobre la imagen construida sobre las divas impolutas?
–Creo que eso de las divas impolutas ya se encuadra en un marco decadente. Es algo muy sotto voce que es una realidad digital. Claro que estamos todos globalizados, que a veces la realidad se ve a través de un filtro y que no nos podemos desprender de las pantallas. Pero eso ya es muy de la era Hollywood Bling Bling.
–¿Qué íconos contemporáneos a vos te gustan por cómo se manejan en los medios?
–Bueno, no me fijo en otros, no hay referentes. Pero hablando de verdadero divismo, creo que Mirtha Legrand es lo máximo. Te puede gustar o no lo que piensa, pero es la única que está espléndida y milita la trayectoria del divismo. Además, representa el matriarcado total. Pensá que en los 80’s, Chiche Gelblung, director de GENTE por ese entonces, la sacó en tapa recostada en la playa… Algo muy cruel. Al lado de eso, en mi foto soy Claudia Schiffer. Y ella supo trascender también eso. Nunca se la vio en pantalones, ni apareció una foto suya en un supermercado: tiene un sentido de la teatralidad supremo, incluso cambiándose hasta tres veces por día. Además, siempre fue bellísima y no sigue los mandatos. Es una mujer a la que jamás vas a ver en batón, y eso es un laburazo.
–¿De afuera, hay alguna celebridad que te impacte por cómo se muestra?
–Cate Blanchet y la Winslet (Kate), que pese a las críticas siempre se mostró con grietas, con barritos y defendió que la dejen mostrarse siempre así. Me gustan por su personalidad y por cómo me llegan.
“Siempre estuve rodeada de personas a las que no le importa el cuerpo ni la elección sexual. Y así crié a Sofía (Gala). Ella cuando era chica dormía con amigos míos que eran pareja”
–Volvamos a las divas: ¿se podría decir que tu relación con Susana fue siempre oscilante? Porque sin dudas, ambas han sido íconos, muchas veces contrapuestos.
–Es que nuestra relación quedó anclada en los 80’s. He ido muchas veces a su programa pero, contrariamente a lo que se cree, la que nunca fui a verla al teatro fui yo. Ella fue a verme a la obra que hice con la Coca Sarli y en Brujas. Reconozco que yo he dicho cosas ofensivas pero siempre fueron en joda. De cualquier manera, cuando se habla de mi amistad con Susana, no es tal. Porque ni nos hablamos ni nos saludamos para nuestros cumpleaños.
–¿Y hay algún tipo de rivalidad o cosa que desconozcamos?
–No hay una rivalidad. De hecho, ella siempre fue muy gentil con mi hija y también me ha invitado a algún Año Nuevo en la Mary. Pero bueno, tenemos otro crecimiento. Ella aún tiene como esa voz infantil y sigue replegándose en la era del “Shock”. Aunque está disfrutando de todo lo que logró, siento que lleva su vida recluida como Greta Garbo… Bueno, no tanto.
–¿Quiénes son tus amigas verdaderas?
–Tengo pocas amigas en el medio. Para mí son esas con las que nos instagrameamos aunque no nos veamos tanto. Nos ponemos al tanto del crecimiento de nuestras nietas, no hay nada de show off.
Moria: la conquista, el amor y su relación con Fernando Galmarini, “el hombre más pintón del peronismo”
–¿Cómo logran conquistarte?
–Te diría que con una cortesía persistente. Me gustan esas personas que son corteses y te persiguen para conquistarte. Que me busquen, porque yo no soy de levantar. También quiero que venga alguien que no tenga prejuicios con mi nombre y lo que soy. Viste que yo siempre soy esa del almanaque, una mina medio travesti con la que el abuelo alguna vez se masturbó… muchas generaciones masturbándose conmigo.
–Y Fernando Galmarini venció todo. Ya me relataste otra vez estos comienzos, ¿pero cómo elegís contar que te conquistó?
–Sí, Galmarini (ex Secretario de Deportes de la Nación durante la presidencia de Carlos Menem y ex diputado nacional) venció todo y estuvo tres años. Me acuerdo de mi registre: “El hombre más pintón del peronismo”. Yo decía: “Y este cajetilla de San Isidro que se hace el regio?”. Primero me invitó a tomar un café porque querían entregarme un premio; fue en la época en la que estaba en Incorrectas (América). Un hombre muy atractivo, y mirá que yo no soy muy “fisiquera”; es un tipo serio y muy simpático a la vez. Me preparó una mesa pero como yo no soy kirchnerista y soy “casanesca” no fui, porque no quería quedar pegada con cierta militancia.
“Con Galmarini somos como Sophia Lauren y Carlos Ponti, te juro. En el barrio nos saluda todo el mundo y somos como referentes: una pareja aspiracional de la juventud XXL súper acumulada”
–¿Y cómo respondió ante tu negativa?
–”Me fallaste”, me dijo cuando me volvió a llamar. Y ahí empezamos a intercambiar mensajes por WhatsApp. Él me compartía links con la historia del peronismo, a través de data de Perón y Evita. Pero no es que quería adoctrinarme. Yo solo le respondía con emojis y stickers. Después pasó que yo me iba a casar con el artista plástico italiano Humberto Poidomani, pero no funcionó porque nos separaron la pandemia y 10 mil kilómetros de distancia. Ahí volvió a aparecer Galmarini y me dijo: “¿Me invitás a tu casa?”. Y así arrancó todo. Después nos pescaron en Villa La Ñata, Dique Luján, y se hizo público (N.d.R: en junio de 2021).
–¿Qué es lo que más te conmovió de él?
–La lealtad que tiene ante sus ideas, su luminosidad y fervor… Que se ocupe de los compañeros que se fueron enfermando. Es un tipo que sigue luchando por un mismo ideal desde los 50’s.
–¿Y qué es lo que más te cuesta de su personalidad?
–Que es un “dictador” y yo soy muy caótica cuando me quedo en su casa (en San Isidro). Si no ponés una alarma, es un ejército: me vuelve loca. Es bravo para la convivencia. Pero bueno, me quedo con él tres o cuatro días y el resto vuelvo a mi casa. Es la primera vez en mi vida que me quedo en la casa de alguien: lo primero que hizo fue comprarme el cepillo de dientes. Pero desde el comienzo este fue un romance bomba. Somos como Sophia Lauren y Carlos Ponti, te juro. En el barrio nos saluda todo el mundo y somos como referentes: una pareja aspiracional de la juventud XXL súper acumulada.
Moria y sus ex: las relaciones tóxicas y qué hizo para empezar a sanar
–¿Te molestaba que algunas de tus ex parejas, con las que tuviste varios escándalos, fueran resistidas entre el público?
–Yo no me guío por el público ni por opiniones, así que no sé qué pensaba el público de mis parejas. Pero nadie consideraba que estaban a mi altura. Muchas desprolijidades, cosas que terminan de modo muy torpe, e incluso con infidelidades. Hubos tipos que se sentían en “Disney One”. El único que fue un señor y que se salva fue Mario Castiglione (1946-2000), padre de mi hija. Yo igual siempre me desprendo del pasado y me amo a mí misma por sobre todas las cosas.
–¿Te cuesta dejarte querer?
–Me cuesta mucho dejarme querer pero no es por temor: creo que el amor siempre condiciona y hay que hacer concesiones. Además yo soy muy pasional, pero la pasión pasa y el equilibrio es lo que queda. Me pasa que la llama del amor se me apaga y después tengo que construirme de nuevo para volver a ser libre y no juntar basura debajo del pie. Algunos no nos animamos a la verdad, porque es dolorosa. Por eso no me permito que con sus debilidades ni un hombre ni una mujer me derribe. Pensá que yo tuve todo el prontuario: marido drogón, marido golpeador (hace una pausa).
“Tuve una adolescencia muy dura y tuve que ser muy creativa para sanarme. Y lo hice solita mi alma, sin psicólogo, sin mentirme ni boicotearme”
–Muy complejas las relaciones tóxicas. ¿Cómo viviste esos cortes?
–Es muy difícil la toxicidad y el apego de otro. Tuve novios muy celosos. Mi primer novio, cuando tenía 16 años, me dio la primera trompada. Y yo siempre respondí. Me acuerdo que me defendía y lo arañaba. Tuve una adolescencia muy dura y tuve que ser muy creativa para sanarme. Y lo hice solita mi alma, sin psicólogo, sin mentirme ni boicotearme.
–¿Cómo recordás esos momentos en los que necesitaste encontrarte y hallar respuestas?
–Me hamacaba durante ocho horas seguidas en el campo y lloraba todo lo malo para intentar volver a eje. Eso siempre me sirvió.
Moria y su naturaleza transgresora: la historia de la foto envuelta en papel film, Playa Franka y “la primera vez que me lancé”
–En 2004, en una producción de tapa de GENTE decidiste desnudarte y envolverte en papel film, como todo vestuario. Algo que recreamos en esta producción hoy, 19 años después.
–Esa idea que reversionamos fue mía. Lo transgresor fue fajar el cuerpo y desnudarme a la vez. Que aparezca la femineidad velada a través del plástico, algo que hoy, sobre todo después de lo que pasó, termina siendo un statement. Este tipo de creatividad siempre la puse al servicio de mostrarme. Como a mí no me gustaba que en el teatro me pusieran plumas, me acuerdo que una vez pedí que me fabricaran un vestuario que dibujaba mi silueta solo cubierta por elásticos. Otros de esos hitos fue cuando usé como una suerte de pañal, como hiciera tiempo después Rachel Welch, o cuando apelé a lo de los conos, que más tarde popularizó Madonna con diseños de Jean Paul Gaultier.
–También innovaste cuando, a mediados de los noventa, creaste Playa Franka, el primer espacio nudista en la Costa Atlántica. Un fenómeno con el “corte de corpiños” y sobre todo, de prejuicios. Ahí ya militabas la libertad de los cuerpos.
–Totalmente y fue un fenómeno social: hasta me entrevistó la BBC. Playa Franka, en Mar del Plata, no era una de moda: era un espacio para ser libres y sin estereotipos. Mi consigna era “libertad, inclusión, igualdad de género” y así lo captaron: “Si me acepto, me quiero”. Y había todo tipo de cuerpos, gente mayor, mujeres con y sin siliconas, de todo. En Rawson y la Costa, también abrí el primer boliche gay friendly, que se llamaba Gasoline y le puse Gaysoline. Yo era una suerte de Gauchito Gil y la Difunta Correa para la comunidad LGBTQI+. Es el día de hoy que me paran muchos hombres para agradecerme que los ayudé a salir del closet. Me dicen: “Gracias a vos, hoy estoy en pareja con un hombre y puedo ser feliz”.
–¿Qué otros hechos artísticos considerás que fueron los más disruptivos de tu carrera?
–Recuerdo una obra de la que los artistas del Di Tella estaban enamorados, que se llamó La banana mecánica (1974; una adaptación de la película La naranja mecánica): mi personaje era atacado violentamente en el escenario. Más acá en el tiempo, hice The Hole (2016), en la que hacía toda la función con una rata caminándome sobre el cuerpo. Lino Patalano (1946-2022) me dijo que era la única que podía hacer una obra así por mi versatalidad. Y el año pasado encarné la versión dragqueen de Julio César (2022), con la que abrí el Festival Internacional del Teatro Clásico de Mérida. Siempre me lanzo.
–Contame tu recuerdo en la niñez que más cuadre con lanzarte.
–Mirá, yo estudiaba piano. Pero como mi padre (Juan) no quería que bailara, mi madre era la que llevaba el secreto de que hacía eso a escondidas. Pero yo bailaba sin saber. Entonces, un día, mi mamá (Rosa) y mi tía Catalina me llevan a un concurso en Ciudadela. Llegamos y se me rompe el disco en el que había llevado para bailar un vals. Así que le pido el suyo a una compañera y decido hacer toda una coreografía inventada. Ante eso, mi mamá y mi tía prefieren esperarme en un café porque no sabían cómo me iba a ir. Pero lo hice con unas zapatillas de danza que me prestó esta chica: me subí en puntas por primera vez en mi vida e hice toda la coreo así; no sabía ni la duración de la pista. Fue algo increíble porque es muy difícil pararse y mucho más bailar en puntas: fue como si un títere me manejara desde las alturas. Quedé segunda y llegué al café con la copa. Enseguida me presenté en un segundo concurso y gané el primer premio. Yo esa primera vez, bailé sabiendo que no me iba a caer. Ese fue un hecho completamente determinante en mi vida.
Por Karina Noriega-Revista Gente