Paisaje de Córdoba, Santa Fe, Mendoza. Por Jorge Asís
Los cuatro que son marcan la vigencia de Buenos Aires en el federalismo trucho. Ante el paisaje luminosamente complementario del resto de la Nación.
La interpretación dista de justificar la carencia de un fuerte proyecto que se origine en “la Argentina profunda” que carece, paradójicamente, de profundidad.
Después del desdichado accidente de José Manuel de la Sota, Hugo Boss, se acabaron las proyecciones nacionales de Córdoba.
Atractiva muestra del paisaje, Juan Schiaretti, El Gringo, amaga tardíamente con lanzarse hacia la inconsistente aventura presidencialista.
Otra fotografía de Seita, El Consultor Versátil. Un esquema alejado de los dos -de los cuatro- que son.
De Mauricio, El Ángel Exterminador, y de La Doctora. Los “recíprocamente funcionales”.
Pero se nota a la distancia que el posible lanzamiento nacional procura la consolidación del poder provincial.
En Córdoba se asiste a un final de ciclo de 24 años. Y se dirime la sucesión generacional entre el peronista Martín Llaryora, actual alcalde, El Larreta cordobés, con el radical Rodrigo De Loredo, El Formadito que está con cama adentro en el Canal Uganda.
De Loredo es el exponente del radicalismo enviagrado que asume la tarea de postergar, otra vez, a Luis Juez, Hábito Ecuatoriano.
Emerge Juez como otra luminosa atracción del paisaje que divierte y enternece a los porteños.
La postergación fue decidida por uno de los que es. Mauricio, que comparte con Schiaretti -aparte de ideas- la tarjeta roja para desplazar al simpático humorista que cuenta con el apoyo insuficiente de otro de los cuatro que es. Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
La compleja Santa Fe
En Santa Fe, Pullaro -o Losada, o acaso el alcalde Javkin- confrontan por la gobernación con el potenciado peronista Roberto Mirabella. Es el elegido por el gobernador Omar Perotti, El Piamontés.
El dedo decisivo de Perotti privilegia a Mirabella en desmedro del senador Marcelo Lewandowsky, Lujambio. Es quien desde el periodismo deportivo aspira a repetir el modelo aportado por el automovilismo, el teatro de revistas o la pasarela televisiva.
Trasciende que Lewandowsky alcanzó a conmover la sensibilidad de La Doctora por intermedio de la exsenadora señora María de los Ángeles Sacnum, La Paisana de Firmat, devenida en gran banquera del BICE (Institución que no es la misma desde que se fue José Ignacio de Mendiguren, El Frate).
Sin cantar, sin bailar, sin correr, Perotti exhibe el perfil interesante del estadista austero que marcha hacia una diputación provincial. Con el poder, sí, pero acotado al terruño.
Ocurre que Santa Fe, como la conservadora Mendoza, mantiene la solemne antigualla del mandato único que evita la gestación del caudillismo.
Pero evita también el avance de cualquier proyecto estratégico sólido.
Proliferan impecables exgobernadores de Mendoza que mantienen el opaco destino del ocaso.
Otros, como el radical Alfredo Cornejo, intentan volver. Pero la carencia de liderazgo, en Juntos por el Cambio, habilitan rencillas regionales que derivan en escisiones. Como Omar de Marchi, El Joven Ganso, decidido a enfrentarlo.
La marca radical
Otro radical que impresiona en el paisaje es Gerardo Morales, El Milagrito. Hasta los suyos describen su lanzamiento presidencial como un fantástico recurso para negociar la vicepresidencia con otro de los cuatro que es. Larreta.
Para consolidarse y esclarecer, Morales cuestiona a la cumbre del riesgoso tramo de montaña. Javier Milei, el C-Boy.
El Milagrito descalifica al C-Boy por ser funcional al kirchnerismo. Lo cual hasta puede ser cierto.
Abundan los minigobernadores peronistas que tienen ingenio para armar su propia lista de Milei. Pero por una interpretación política no se puede caer en el autoritarismo de negar al otro la identidad.
Como si Morales dijera: “quien no está con Juntos por el Cambio favorece a La Doctora”.
Tres que quieren ser
Dice que quiere ser presidenta y da vueltas. Se encuentra menos favorecida que Bullrich y que Horacio.
Mantiene la inteligencia de asumir su condición. Se reporta a su jefe.
Y si Mauricio comete el error de lanzarse, automáticamente retrocede.
Resta Alberto Fernández, El Poeta Impopular. Parte absolutamente irrelevante del paisaje que sabe aplicar la capacidad institucional de daño.
Exhibe su formidable virtud: haber traspasado las fronteras del absurdo.
Y haber vuelto del ridículo. Para volverse a ir, otra vez, definitivamente.
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