No se necesitan comentaristas en el ministerio de seguridad. Tampoco verseras que hacen creer que la lucha contra el narcotráfico es “hallar” droga entre la maleza o pararse, bajo simulación de derribo, al lado de una avioneta que se estrelló sola.
Más de dos décadas de crecimiento sostenido, la consagración narcocriminal en el año 2014, y constataciones del delito complejo en los años subsiguientes, reflejan la inevitable consecuencia de las cinco rifas del Ministerio de Seguridad Nacional.
*******************************
El escenario no es típico en nuestro país pero sí previsible después de tres años de deriva en seguridad en Santa Fe. La provincia que no para de producir enclaves y que anuló la política de estado provincial iniciada en el año 2016 para gobernar con la policía en contra tras catalogarla de caterva masiva sin discriminación alguna.
La barbarie, en la ciudad de Rosario, es el muestrario de sangre de haber dejado crecer la matriz subterránea del narcotráfico a través de negación, sensación, tránsito y reconocimiento de la problemática abordada con show.
El narcotráfico se consagró y se propagó, en la versión narcomenudista, por todo el país.
Es que no haber ido por la matriz subterránea del narcotráfico sino por la foto que garantizaba la recorrida mediática, fue fundamental para la configuración del ecosistema criminal. Así es como se afianzó la corrupción al interior del servicio penitenciario, la caja de las financieras desviadas, los puertos, y las ramificaciones de los mismos. Además de haberse creado el fetiche de las fronteras inteligentes que no son más que fronteras entregadas al crimen organizado.
El caos, en la ciudad, se concentra entre un 15 y 17% del territorio.
Niveles de violencia que revelan a una criminalidad organizada y nos topan con la emergencia de una criminalidad marginal. No organizada. Aquella que se monta sobre los narcos para generar las llamadas operaciones De Velo y de Engaño.
Se tratan, dichas operaciones, de girar a las autoridades siempre hacia el narco cuando en muchos casos, los hilos bestiales, los manejan los marginales. Delincuencia estimulada y alimentada con burradas de antología de sectores de la política que hacen de la inseguridad un cotilleo bochornoso. Como de etiquetar de “narco” al adversario propiciando así la posibilidad, de que el mismo narco, o derivaciones delictivas, cataloguen de narco a determinado político.
Abrieron más ventanas que en un windows, y todas funcionales al delito.
La mugre repartida se concentra ahora sobre los narcotraficantes y narcomenudistas mientras el desplazamiento delictivo se extiende más allá de los mismos por velo, engaño y estremecedora falta de trabajo de campo.
Cualquiera es blanco. Matar hasta por si acaso.
Se cocina, en las márgenes de la anomia, el escenario marginal del crimen. Delincuentes que saben, perciben y constatan, que nada hay enfrente y posiblemente, nada habrá si el recetario de la vulgaridad es trasladar a todos los Gendarmes a Rosario, llevar a las Fuerzas Armadas, y como epilogo de la comicidad política, trasladar el Ministerio de Seguridad Nacional a la ciudad en llamas.
Todas declaraciones, sumada a la escupidera solicitada compulsivamente a Nación, que los delincuentes escuchan y leen. Ese reclamo constante que tuvo como respuesta la cosecha de más muertos. Esa declaración, de Aníbal Fernández, tan real como irresponsable para su cargo, que generó más muertes en las últimas horas. Declaración que encierra la confesión -por compulsión oratoria- de su propio fracaso.
Un aparato de entregas siniestro.
Perotti le entregó la seguridad a Sain y éste la aniquiló para después irse con Aníbal y por elevación, destruir a Perotti que designó más ministros. Todos incapaces. Le queda, a Brilloni, apenas la posibilidad de la dignidad. En el medio, la sociedad rosarina, la droga como eslabón, y una niñez que no sólo está en riesgo sino que ya es víctima de las entregas.
Sucede que son, los actores sociales del delito, quienes mejor hacen su “trabajo”. Se prepararon para ejercer el crimen y lo ejercen, con fruición, en la región centro del país. La región que concentra más enclaves que el resto del país, que contiene una corrupción policial estructural y que concentra el 70% de la violencia por narcomenudeo. Sumada a ministros de seguridad de seguridad decorativos u opinólogos de lo que sucede en la provincia vecina cuando lo cierto es, que ninguno está en condiciones de bajar línea.
Todos asumieron con enclaves y forjaron nuevos.
Bajo estas características, emergen nuevas redes hacia el ya mencionado estado de naturaleza. A la espera de lo peor. Un estado que también se ampara en paracaidistas argentinos de la seguridad que hablan de importar el modelo que acertadamente el Presidente Bukele lleva adelante en El Salvador sobre los mareros. Lo hacen sin conocer la realidad salvadoreña y lo que es peor aún, desconociendo la estructura real de la situación local. Lo manifiestan, al mismo tiempo, sin saber distinguir un búnker de una fortaleza; un sicario de un niño soldado; una banda de una red.
Sin embargo, al cierre de esta nota, hay algo que todos los lectores deben tener en claro. La lucha contra el narcotráfico no fracasó en el mundo porque nunca se dio. Sólo existió administración y/o regulación del crimen. Algo que sí fracasó.La lucha está pendiente y sólo quiénes la den, si fracasan, tendrán autoridad para plantear la potencial legalización. Mientras tanto, en nombre del narco, hoy cualquiera pueda amenazar, extorsionar, o salir a matar.
Por Laura Etcharren-https://soclauraetcharren.blogspot.com/