Hijo de dos actores fracasados, quiso escaparle a su destino, pero finalmente volvió a la tradición familiar. Durante años sobrevivió interpretando pequeños papeles y debió esperar para que se le presentara el papel de Walter White. Antes de firmar el contrato le dio el guión a su esposa para que lo aconsejara. Le respondió con una sola palabra: “¡Mierda!”. Y entonces aceptó. Hoy cumple 67 como una estrella ya consagrada
Así como hay actores y actrices que irrumpen en la industria cinematográfica como niños prodigio y luego sus carreras se diluyen e, incluso, desaparecen, hay otros cuyas carreras parecen condenadas a quedar en un segundo plano y terminan floreciendo cuando ya han cumplido cincuenta años o más.
Son los casos de Morgan Freeman, que debió esperar su papel de Leo Smalls en “Reportero de la calle 42″ para lograrlo, o de James Bond en “Golden Eye”. No es que a Freeman o a Dench les faltara talento o se les despertara tardíamente, sino que pese a tener largas trayectorias en teatro y en cine debieron esperar una oportunidad… y aprovecharla.
Cranston alcanza la fama
Lo mismo puede decirse de Bryan Cranston, que hoy cumple 67 años y que debió esperar hasta tener 52 para que se le presentara un papel que lo catapultara al estrellato: el del profesor de química desahuciado por un cáncer Walter White en la serie “Breaking Bad”, uno de los mayores éxitos de los últimos tiempos.
Porque Cranston había tenido otros papeles en series y películas de éxito, pero sin lograr demostrar todo lo que tenía para dar hasta que le llegó “Breaking Bad” en 2008. Cuando habla del tema nunca se olvida de decir que debieron confluir dos factores para que se le diera la oportunidad.
Bryan junto a su esposa en la ficción Skyler (Anna Gunn) en otra imagen icónica de Breaking Bad (Frank Ockenfels 3/AMC)
Uno de ellos fue que el primer candidato para encarnar el personaje, Matthew Broderick, lo rechazó – algo de lo que luego se arrepentiría, y mucho -; el otro, que su mujer, Robin Dearden lo impulsó a aceptarlo con una sola palabra: “¡Mierda!”.
Lo cuenta así: “Recuerdo haber consultado a mi mujer. Siempre pido su consejo, porque como estamos juntos, todo lo que hago la afecta. Así que quería que me diera su opinión. Y le dije: ‘Quiero que sepas que esta serie se rodaría en Albuquerque, Nuevo México, si se hiciera’. Le di el guion y empezó a leerlo. Yo me asomaba para ver de vez en cuando y ella estaba como, boom, boom, boom, boom, boom, enganchada hasta el final. Y justo cuando se acercaba al final, volví a la habitación y ella dijo ‘¡Mierda!’. Sólo dijo ‘mierda’ y supe que era su aprobación”.
La serie ganó 16 premios Emmy, de los cuales tres le correspondieron a él como mejor actor principal. Pero su éxito también planteó interrogantes: el ascenso de su carrera fue vertiginoso, pero gracias a un solo papel que, además, le había llegado tardíamente y hubo quienes pensaron podía quedar atrapado ahí, en la piel de Walter White, para siempre. Es decir, hasta que la serie pasara al olvido.
En los años que siguieron, Cranston demostraría que era todo lo contrario. “Breaking Bad” no significaba la cima sino una plataforma de despegue para llegar todavía más alto.
Un año después del final de la serie ganó un Tony por su interpretación de Lyndon B. Johnson en “All the Way”, y se metió en la piel de Dalton Trumbo con un papel que le valió una nominación al Oscar. El año pasado tuvo otro protagónico en “Jerry & Marge Go Large”.
Claro que tampoco abandonó definitivamente a Walter White y volvió al personaje en la película “El Camino: A Breaking Bad Movie” y en dos capítulos de otra serie de gran suceso, “Better call Saul”.
Antes de todo eso, Bryan Cranston debió recorrer un largo camino, con curvas y contracurvas, que comenzó cuando le tocó nacer como el hijo del medio de dos actores fracasados.
Un chico abandonado
Bryan es hijo del actor y ex boxeador Joseph Louis Joe Cranston y de la actriz de radio Audrey Peggy Sell. Sus padres se conocieron en una clase de actuación en Los Ángeles, se enamoraron y formaron una familia con tres hijos: Kyle, Bryan y Amy.
Tenían la vocación, pero no tenían talento, ni tampoco suerte. Hollywood los rechazó una y otra vez, y eso repercutió creando un clima de infierno en la familia. La separación de Joseph y Audrey no mejoró las cosas: el hombre se fue con otra mujer y dejó de ver a sus hijos, Audrey empezó a tomar y se convirtió en alcohólica.
La madre tuvo la lucidez de darse cuenta de que se estaba derrumbando y mandó a los chicos a vivir en la granja de sus abuelos.
Cranston duante la entrega de los Premios Tony en el 2022 (REUTERS/Andrew Kelly)
“Mi padre eligió no estar con nosotros o vernos o ser padre. Mi madre eligió convertirse en alcohólica y ahogar sus penas, tristeza y resentimiento. Ella era como un fantasma de sí misma. Y nadie jamás explicó por qué él se fue”, contó el actor en una entrevista.
Hasta los 25 años, a Bryan jamás se le ocurrió ser actor, con la malograda experiencia de sus padres le bastaba y le sobraba. Tenía que buscar otros caminos. Fue buen alumno en la secundaria y trabajó de lo que se presentaba.
Se ganó la vida como repartidor de diarios, granjero, guardia de seguridad, pintor, estibador, y estuvo a un paso de convertirse en policía.
En una entrevista con Route Magazine, explicó que su hermano y él se unieron a una organización llamada Jóvenes Exploradores de la Policía de Los Ángeles porque organizaba viajes para sus integrantes y ellos querían conocer el mundo.
“Como éramos unos chicos pobres que crecimos en un suburbio de Los Ángeles, pensé que era la única forma en que iba a tener la oportunidad de viajar. Así que no era que estuviera interesado en el trabajo de la policía, estaba interesado en salir y explorar”, contó.
Bryan Cranston más joven antes del éxito de Breaking Bad (Photo by KMazur/WireImage)
Cambio de rumbo
Ingresó a la universidad con la idea de graduarse en Criminología y entrar en la Policía porque le parecía que era el único camino, pero cuando estaba en segundo año se inscribió en una clase de actuación que le cambió la vida.
La versión seria que cuenta es que se inscribió después de leer “Hedda Gabler”, una obra teatral del dramaturgo noruego Henrik Ibsen.
La más mundana la cuenta así: “El primer día que fui estaba muy nervioso y me senté al lado de una chica que me gustaba. Empecé a leer el guion y veo que dice: ‘una pareja se está besando’. Imaginate, sos un chico de 19 años y tu trabajo es besar a una chica que te gusta. Ese es el trabajo. Me explotó la cabeza. Pensé: esto es mucho más divertido que la Criminología, en la Criminología nunca vas a besar a una chica”, dijo en una entrevista.
Quería actuar, pero también tenía una deuda pendiente, viajar. En 1976 se largó con su hermano Kyle a recorrer los Estados Unidos en moto. Estuvieron dos años en las rutas, trabajando de lo que se les presentaba en cada lugar para poder seguir, hasta que decidieron cual sería el destino final: buscar a su padre, reencontrarse con él.
“Cuando lo encontramos, estaba muy contento y sintió una tremenda culpa y tristeza por sus acciones. Se abrió un poquito, no mucho, y recogí lo que pude de su silencio. Había demasiado abismo entre nosotros, pero lo acepté y en cierto punto lo perdoné. Me di cuenta de que era falible, como cualquier ser humano”, relató.
Después de ese encuentro, Bryan Cranston volvió a Los Ángeles con una decisión tomada: iba a hacer lo que realmente le gustaba, se convertiría en un actor.
Bryan junto a Aaron Paul, la dupla exitosa de Breaking Bad.
Lo decidió, contaría, después de leer “Hedda Gabler”, una obra teatral del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, y decidió que quería convertirse en actor. Sus primeros trabajos como intérprete los llevó a cabo en producciones teatrales, antes de dar el salto a la televisión, el medio que le concedió la fama décadas después.
El tipo de los pequeños papeles
Empezó actuando en pequeños teatros, siempre con papeles secundarios, hasta que llegó a meterse en el mundo de la televisión con apariciones esporádicas en series como “CHIPs”, “Airfull” o “Falcon crest”, entre otras. Nunca lograba superar el límite de dos o tres episodios en cada una de ellas.
Para mantenerse, también oficiaba de ministro de la Iglesia Universal de la Vida. “Casé como una docena de parejas. Hice un casamiento en un avión y otro vestido de Elvis. Otra vez me pidieron que me vistiera de conejo. El salario mínimo en 1974 era de un dólar con 77, y yo ganaba 150 dólares por casamiento, así que pensé: ‘Obvio, ¿dónde hay que firmar?’”, dijo en una entrevista con TimeOut.
En 1984 se casó con Robin, a la que conoció en la grabación de la serie “Airwolf”. Estaba haciendo el papel de villano de la semana, y ella era su víctima. Poco después nació su hija Taylor.
Su primera aparición en cine fue con un papel ínfimo en “Las mujeres amazonas en la Luna”. Corría 1987 y Cranston tenía ya 31 años. Después interpretó al astronauta Buzz Aldrin durante dos episodios en la serie de HBO “De la Tierra a la Luna”, y a otro astronauta, Gus Grissom, en la película “That Thing You Do!”.
Tuvo su lugar en “Seinfeld”, donde fue el doctor Tim Whatley, el dentista sádico de Jerry, un papel que pudo interpretar en cinco capítulos.
Bryan Cranston en el personaje de Michael Desiato en la serie Your Honor (Skip Bolen/SHOWTIME)
Tenía trabajo, incluso mucho, pero no podía salir de un segundo plano. Los papeles más relevantes fueron el rol de un oficial del Departamento de Guerra al principio de “Rescatando al soldado Ryan”, de Steven Spielberg, y la interpretación del agente literario Greg Kinnear, en “Little Miss Sunshine”.
Hasta 2007, su trabajo con mayor continuidad había sido como Hal, el padre de Malcom, en la serie “Malcom in the Middle”.
Parecía que no pasaría nunca de ahí, pero entonces le llegó una oportunidad llamada “Breaking Bad” que cambió su vida para siempre.
Cranston por Cranston
Quizás la pregunta que Cranston ha tenido que responder en más ocasiones – porque nunca dejan de hacérsela – es cuánto hay de él en Walter White, o viceversa.
“Me atraen los personajes complejos, difíciles y que tienen conflictos… porque puedo identificarme con ellos. Todos somos humanos y, por lo tanto, todos tenemos debilidades. A mí me encanta ver esos defectos en los personajes que interpreto. Son aspectos que no están empaquetados en el guion, así que tenés que usar tu imaginación y tu instinto para encontrarlos y conectarlos Eso encuentro en Walter White y eso le puedo dar yo a él”, suele responder.
Le han preguntado también si no lamenta que el éxito haya llegado tan tarde en su carrera, y que marcas le ha dejado tener que conformarse durante años con papeles secundarios, muchas veces mal pagos.
“Llevo actuando de manera profesional desde hace 41 años y me he ganado la vida con esto desde que tenía 25. Y ese era mi objetivo. ¿Puedo ganarme la vida haciendo algo que me apasiona? ¡Eso es una victoria! ¿Cuánto dinero supone eso? Nunca me he marcado un objetivo en ese sentido, el dinero no es lo que me motiva… No me entiendas mal, es mucho mejor tener dinero que no tenerlo, sé de lo que hablo porque cuando era chico mi familia era realmente pobre. Lo que no quiero es tomar decisiones creativas a partir de necesidades financieras. Por eso mantengo un perfil bajo, no gasto mucho y voy de proyecto en proyecto haciendo las cosas que me gustan”, contestó hace poco en una entrevista con “El Mundo” de España.
-¿Cuáles son las condiciones indispensables para ser un buen actor? – le preguntaron unos meses atrás.
-Básicamente hay cuatro cosas que un actor debe tener. Lo primero es el talento innato, el impulso y la habilidad de poder actuar. Después una curiosidad insaciable, la capacidad de hacerte preguntas con naturalidad, de investigar, de ir a la biblioteca para entender lo qué le pasa a tu personaje. Lo tercero es tener la capacidad y la disposición para abrir tus propias emociones e identificarlas con las del personaje, incluso las que a menudo no somos capaces de exteriorizar. Expresar amor y alegría es muy fácil, pero tenemos que poder expresar celos, resentimiento, dolor, desesperación, ira, y estar dispuestos a hacerlo. El cuarto elemento es la imaginación. Es el conductor que te permite conectar y complementar todo lo demás – enumeró.
Palabras de Bryan Cranston, un actor que no se rindió y supo esperar su momento.
Por: Daniel Cecchini-Infobae