La Unión Europea comenzó una misión de observación en esta nación del Caúcaso, con influencia histórica rusa, pero en que en los últimos tiempos ha tratado de alejarse Moscú después de que no le prestara un apoyo claro en su guerra contra Azerbaiyán en 2020. Tras ese conflicto, la tensión en la zona no ha decrecido y muchos creen que puede ser escenario de un nuevo conflicto en el futuro.
En Yeghegnadzor, una pequeña ciudad montañosa en el sur de Armenia, el alemán Markus Ritter y su equipo están estableciendo una nueva y controversial misión europea.
Ritter, un policía de profesión con experiencia en países como Irak y Afganistán, lleva apenas unas semanas reclutando unos cien observadores de la Unión Europea para que trabajen en este país del Cáucaso.
Él y sus más cercanos colaboradores aún duermen en un hotel cercano y su oficina es algo improvisada, pero el objetivo de su misión es claro: ayudar a generar estabilidad en una región donde las tensiones son cada vez más altas y donde podría estallar la próxima guerra a las puertas de Europa.
De ahí que la misión busque incrementar “una sensación de seguridad” entre la población, como explican Ritter y su equipo, agregando que su presencia en Armenia no es militar, sino civil.
La seguridad, sin embargo, no está garantizada. Yeghegnadzor no está muy lejos de la frontera entre Armenia y Azerbaiyán, dos países enemigos que recientemente chocaron de manera violenta, justo en la frontera, en septiembre de 2022.
Hoy, en esa zona en disputa hay localidades donde las tropas de ambos países se observan con recelo a pocos metros de distancia. Hay pueblos con casas quemadas, con cicatrices evidentes de guerras pasadas. Hay familias que aún lloran a sus soldados muertos.
También es una región donde, desde hace años, soldados rusos patrullan la frontera. Y el Gobierno de Vladimir Putin ya dejó en claro que no ve con buenos ojos la llegada de los europeos a lo que considera que es su región de influencia.
Rusia se ve como el principal garante de paz en el Cáucaso y el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país dijo en un comunicado que la llegada de representantes de la Unión Europea a las regiones fronterizas de Armenia “solo puede traer una confrontación geopolítica a la región y exacerbar contradicciones existentes”.
Ritter, por su parte, reconoce que los soldados fronterizos rusos no ven su misión con buenos ojos y consideran que es un “elemento distorsionador”.
Pero también resalta una postura diferente: “La población nos muestra cada día su gratitud”, asegura. “Ya no se sienten protegidos por las fuerzas de paz rusas”, opina.
Entre los armenios consultados para este reportaje, algunos sí se sienten decepcionados de que Rusia no hubiera hecho más para evitar confrontaciones pasadas entre Ereván y Bakú. Pero otros aseguran que, sin los soldados enviados por Moscú, la situación podría ser mucho peor.
El Cáucaso, un escenario de tensiones geopolíticas
De cualquier manera, lo cierto es que la región fronteriza entre Armenia y Azerbaiyán se está convirtiendo en una nueva zona de confrontación política entre Rusia y Occidente.
Para Armenia, eso significa equilibrar con cuidado sus relaciones con ambos mundos. Esto explica, por ejemplo, que Armenia se haya abstenido en votaciones en Naciones Unidas para rechazar la invasión rusa a Ucrania.
Rusia tiene mucha influencia política, histórica y económica en Armenia. Además, tiene una base militar en ese país. Eso sin contar que el ruso es un idioma de uso común.
De hecho, la revista ‘The Economist’ calificó recientemente a Armenia como el segundo país con mayor cercanía geopolítica con Rusia, sólo superado por Belarús.
En especial, Armenia es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO, en inglés), a la que pertenecen seis países de la antigua Unión Soviética con el objetivo de protegerse mutuamente: Armenia, Belarús, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán.
Pero el Gobierno en Ereván ha criticado que Moscú no ayude al país de manera suficiente en su conflicto con Azerbaiyán y ha tratado de distanciarse del tratado común.
Al mismo tiempo, Ereván ha hecho esfuerzos para acercase a la Unión Europea. La decisión más evidente: invitar a los observadores en Yeghegnadzor liderados por Markus Ritter.
“La presencia de los observadores de la UE es muy importante para nosotros y estamos muy agradecidos”, dijo en entrevista el viceministro de Relaciones Exteriores Vahan Kostanyan.
“Es otra capa de seguridad para nosotros”, agregó. “Todos nuestros socios deberían respetar nuestra decisión.”
Armenia también participa en ciertas operaciones de la OTAN, aunque no es un miembro de la alianza occidental, y tiene un acuerdo de cooperación con la Unión Europea.
Entrenamiento militar para civiles por miedo a una nueva guerra
Armenia, con una población de tres millones de habitantes, es un país pequeño en una región de potencias. Rusia, Irán y Turquía buscan pisar fuerte en el Cáucaso. Para Ereván eso ha venido acompañado de tensiones.
De hecho, sus fronteras terrestres con dos de sus cuatro vecinos están cerradas: con su enemigo acérrimo Azerbaiyán y parcialmente con Turquía, que es cercano a Bakú. Las principales arterias terrestres hacia el exterior se dirigen a Georgia, en el norte, e Irán, en el sur.
La tensión también es evidente por el estatus no resuelto de Nagorno-Karabaj, un territorio en disputa entre Armenia y Azerbaiyán que experimentó una guerra de 44 días en 2020. La zona es custodiada por tropas de paz del Ejército ruso, que ha oficiado de mediador en el conflicto.
La población, en general, está preocupada: el 89 por ciento, según un estudio de 2022, cree que el país se verá afectado por guerras en el futuro, un porcentaje mayor que en países como Turquía o Ucrania.
Y la mayoría también cree que una nueva guerra en Europa es probable a la luz de crecientes tensiones entre Rusia y Occidente.
“Vivimos en un tiempo en el que no sabemos si habrá un evento infortunado en el futuro”, dice Gohar, una dentista de 27 años y madre de un bebé de un año.
Tras su jornada laboral, Gohar atiende en las noches un curso de entrenamiento militar y de primeros auxilios para civiles, ofrecido por una organización paramilitar llamada Voma que es bastante conocida en Armenia, pero ha recibido fuertes críticas de parte de Azerbaiyán.
“La situación en nuestro territorio es inestable”, dice Gohar. “Cada persona en Armenia tiene que estar lista en caso de que algo malo pase”.
El Gobierno en Ereván también reconoce esos temores. “La gente entrena porque se siente insegura”, dice el viceministro Kostanyan.
“Es difícil dormir cuando se sabe que en cualquier minuto puede estallar una nueva agresión a gran escala”, agrega.
Mientras tanto, en Yeghegnadzor, Ritter y su equipo se siguen equipando para ayudar a reducir las tensiones. Tienen un mandato por dos años y próximamente esperan trasladarse a una oficina más grande, así como obtener todo el personal y vehículos necesarios para su misión civil.
“Sólo somos una misión pequeña”, dice Ritter.
“Pero lo que podemos hacer es atraer la atención pública a esta zona y darle a la gente la sensación de que no están solos, de que la comunidad internacional está monitoreando la situación”.
La visita a Armenia fue apoyada por la fundación socialdemócrata alemana Friedrich-Ebert Stiftung.
Por Thomas Sparrow-France24