Los periodistas cordobeses Alejandra Conti y Sergio Suppo cuentan lo que vieron y lo que vivieron en sus días en la isla con una exquisita crónica que se nutre de historia e investigación, de análisis y reflexión, para entender qué hay detrás de “su manto de neblinas”.
El libro “Malvinas, el lugar más amado y desconocido por los argentinos” es un recorrido por las islas, por la historia que en vez de acercarlas las alejó; es un relato en boca de dos testigos que cuentan cómo se vive, cómo se piensa y cómo se siente en el archipiélago del que nos separan apenas 700 kilómetros, pero que pocos argentinos conocen más allá del sentimiento que los une y las reclama.
Los periodistas cordobeses Alejandra Conti y Sergio Suppo cuentan lo que vieron y lo que vivieron en sus días en la isla con una exquisita crónica que se nutre de historia e investigación, de análisis y reflexión, para entender qué hay detrás de “su manto de neblinas”.
Conti, politóloga y periodista, especialista en Política Internacional, realiza desde 1994 coberturas relacionadas con Malvinas, adonde viajó seis veces, en tanto Suppo, periodista y columnista político, comparte su pasión por esa porción de nuestro territorio al que visitó por primera vez el año pasado, en un viaje al que poco diferenció de una expedición, en plena pandemia de coronavirus, cuando se cumplían 40 años de la guerra que enfrentó allí a la Argentina con el Reino Unido.
– Télam: Cuando uno lee el libro, se siente allí: recorriendo las islas
– Conti: Esa era la idea, que la gente se transporte a las islas mientras lee el libro, porque muy pocos argentinos viajan a Malvinas. Aún en los mejores momentos, durante la vigencia del acuerdo de Comunicaciones de 1971, en Malvinas nunca hubo más de 30 argentinos viviendo en forma permanente. Siempre ha sido caro y difícil viajar a las Islas para los argentinos. Pusimos mucho detalle en la crónica, pero al mismo tiempo nos dábamos cuenta que si no se sumaba un poco de concepto, algunas situaciones no se entendían. Entonces, además de la crónica, también agregamos mucho contexto histórico, económico, demográfico.
– Suppo: Malvinas es un lugar que recuerda mucho la estepa patagónica de la Argentina continental, el interior de las islas recuerda las cumbres de la Pampa de Achala, tiene una morfología muy parecida, de pasturas chatas y piedras. Hay por lo tanto una conexión que tiene que ver con cada uno de los argentinos con esas islas, que hacen claramente que no sea un viaje más ni una cobertura más.
¿ Alguna vez la relación de la Argentina con los isleños fue buena?
– C: La realidad es que la guerra arruinó todo, fue un completo desastre. Hasta ese momento, la Argentina venía haciendo un camino de hormigas. El acuerdo de Comunicaciones, de 1971, la llevó a acercarse más, a generar buenos vínculos, y lo estaba logrando. Incluso había comenzado a enviar combustible a las islas y a abrir vuelos, mientras Gran Bretaña, con la entonces primera ministra Margaret Thatcher al frente del Gobierno, ajustaba gastos, lo que sin duda repercutía en la relación con los isleños, que sintieron que se les soltaba la mano. El desembarco argentino en las islas, la guerra, dieron vuelta esta situación y arruinaron todo. El dictador Leopoldo Galtieri y Margaret Thatcher vieron en la guerra la oportunidad de ganar una popularidad que no tenían para perpetuarse en el poder. Malvinas fue el último gran crimen de la dictadura militar.
A partir de lo que observaron, ¿creen que se puede revertir la relación entre la Argentina y los isleños?
– C: Los isleños no quieren saber nada con nosotros. Si bien Gran Bretaña está en una posición declinante en el concierto mundial, lo cierto es que sigue siendo parte de la OTAN y un país importante, financieramente, y nos deja en una posición desventajosa. Por eso, todo depende de la geopolítica mundial, de cuánto decline Gran Bretaña y cuánto podamos evolucionar nosotros y ser un país más influyente. Lo que hemos desarrollado en los últimos 40 años nos ha servido para reclamar en los organismos internacionales, y eso está muy bien, pero no alcanza.
Los habitantes de Malvinas hoy, algunos datos y curiosidades
Del libro “Malvinas, el lugar más amado y desconocido para los argentinos”, de los periodistas Sergio Suppo y Alejandra Conti, surgen datos curiosos, como que los isleños hablan español, pero lo evitan para marcar una distancia con los argentinos, que en 1982 eran 1.800 los isleños y hoy son 3.600.
Se destaca a través de las páginas de este libro que un porcentaje importante de los habitantes de las islas son inmigrantes que trabajan en el área de servicios, que fueron por una temporada y se quedaron. Muchos de ellos son chilenos e, incluso, reseña la publicación, hay gran cantidad de habitantes de la isla de Santa Elena (ubicada en el océano Atlántico, a unos 1800 kilómetros de Angola, y perteneciente al Reino Unido) y filipinos, y unos pocos colombianos y peruanos.
Los autores cuentan además que los sueldos son en libras esterlinas y que, si bien la vida es cara, como no hay mucho en qué gastar, los inmigrantes se ven tentados por esos ingresos que permiten el ahorro necesario para enviar dinero a sus familias.
Dicen también que, según el último censo, hay unos 30 argentinos y que todos son “pro-ingleses” y han adquirido la nacionalidad británica o el estatus de isleño, por lo que ya no se reconocen como argentinos.
¿Cómo los recibieron los isleños?
– C: Los isleños estaban cerrados. Estuve en los ’90, cuando no permitían llegar con pasaporte argentino, y viajé con el italiano, y lo hice a partir de 1999, con pasaporte argentino. Los isleños me recibían con cierta curiosidad, incluso cordialidad. Hasta les resultó simpática la entrega de ositos de peluche Winnie Pooh, parte de la política de acercamiento a los isleños llevada adelante en 1998, durante la gestión de Carlos Menem, se lo tomaban a risa pero no les molestaba. Era fácil trabajar en ese contexto, todos aceptaban hablar, hasta se acercaban en la calle y te invitaban a su casa. Mantenían su postura, pero no te cerraban la puerta en la cara. Hoy, ponen un cartel en la ventana diciendo que no reciben argentinos. Se nota su dureza, en las actitudes, en las posiciones. Hasta en los funcionarios, sobre todo en los más jóvenes, se nota esa dureza.
– S: Mi mirada es diferente porque era mi primera vez en las islas. Me encontré de alguna manera con lo que pensé que iba a encontrarme. Eso no excluye que al estar allí y visitar los lugares más emblemáticos de las islas relacionados con la guerra y con los argentinos, como el cementerio de Darwin y los campos de batalla, no sea inevitablemente traspasado por las emociones y conmovido fuertemente.
¿No resultó fácil la cobertura ?
– C: Nos resultó muy difícil conseguir declaraciones de isleños. Una sola mujer aceptó hablar y su testimonio es durísimo, sobre cómo vivió una mujer común, campesina, la guerra. El resto fueron funcionarios. La actitud de los jóvenes es mucho más dura, más intransigente. Sus opiniones se ven reflejadas en foros en redes sociales y son muy hostiles.
– S: El 60 por ciento de los isleños no había nacido en 1982, de manera que una proporción creciente de isleños tiene al episodio de la guerra, cuya dimensión es enorme en las islas, como una narración que les ha sido reconstruida por sus mayores. Esto modifica fuertemente la idea que uno puede tener sobre un hecho: el haberlo vivido y el que te lo hayan contado. En los últimos 41 años, los isleños han desarrollado y reforzado una identidad propia que han ido construyendo, que pasa por reivindicarse británicos y rechazar todo lo argentino. El rechazo a lo argentino está muy presente entre los isleños, lo que no quiere decir que el trato personal no haya sido respetuoso. No hemos tenido ningún inconveniente aunque hay una decisión de evitar hacer declaraciones periodísticas.
¿Qué reflexión hacen luego de esta experiencia, en vísperas de un nuevo 2 de abril?
– C: El sentimiento siempre es de mucha tristeza y desolación. La identificación de tumbas fue un paso gigante para los familiares de los caídos. No tuvieron la posibilidad de despedirse de ellos. Identificar los restos fue un gran avance.
– S: El libro es un intento de colaborar con el conocimiento de una realidad que se ha transformado fuertemente a partir de la guerra. En general, los argentinos tenemos una idea de las islas que ha quedado casi petrificada y congelada y que solo pasa a través de los recuerdos que tenemos del conflicto, de la guerra, y del homenaje que con toda justicia le rendimos a los combatientes. Pero, claramente, durante los últimos 41 años la situación en la isla ha cambiado fuertemente y de eso trata el libro. Trata de explicar esos cambios, que también impactan sobre la pretensión de la Argentina de reclamar la soberanía y los caminos diferentes que la Argentina debiera intentar para reclamar y tener la soberanía, algo que, lejos de perderse, es un propósito que la Argentina mantiene en forma permanente, más allá de los resultados que obtenga.
Las claves del momento de “mayor relacionamiento” con los habitantes de las Islas Malvinas
El denominado “Acuerdo de Comunicaciones”, firmado en 1971, fue -según destaca el libro de Suppo y Conti- el punto de “mayor relacionamiento y de mayor participación” de la Argentina como Estado en las islas Malvinas.
“Todo hubiese podido seguir por ese camino de acercamiento de no haber irrumpido la guerra, en 1982”, explica durante una entrevista con Télam, en la que señala que ese momento coincidió con una actitud de distancia puesta por el gobierno de Margaret Thatcher, enfocado en ajustar gastos, que fue interpretada por los isleños como un gesto de que les soltaban la mano. .
“El mejor momento de la relación fue durante la vigencia del acuerdo de Comunicaciones de 1971. La Argentina le dio en ese momento a las islas combustible, transporte aéreo y vinculación permanente con el continente. Les garantizó a los isleños el traslado para tratamientos médicos y ofreció un lugar para estudiar”, cuenta Suppo a Télam.
Agrega que “muchos isleños vinieron a estudiar a las escuelas bilingües de Quilmes y de La Cumbre, en Córdoba”, e incluso recuerda que, “de esa época, datan los matrimonios mixtos entre argentinos e isleños”, “las maestras de idioma castellano argentinas que fueron a dar clase a las islas” y la apertura de “oficinas del correo argentino” en la isla.
“Todo eso se interrumpió con la guerra, hubo un fortísimo retroceso y los isleños encontraron en Chile parcialmente un nivel de vinculación con el continente. A partir del acuerdo de 1971 y hasta 1982 crecieron las oportunidades de que la Argentina abriera una negociación en concreto sobre la soberanía, a propósito de la decadencia económica de las islas y del Reino Unido”, reflexionó la periodista y politóloga Alejandra Conti.
Según dijo, “el desembarco argentino en las Islas y la guerra, dieron vuelta esta situación y arruinaron todo”.
“El dictador Leopoldo Galtieri y la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher vieron en la guerra la oportunidad de ganar una popularidad que no tenían para perpetrarse en el poder. Malvinas fue el último gran crimen de la dictadura militar”, y también el final de un camino que se había construido durante años.
La Declaración Conjunta entre la Argentina y el Reino Unido de 1971 comprendía un conjunto de medidas prácticas, que a partir de ese momento ambos gobiernos comenzaron a implementar para facilitar el movimiento de personas y bienes entre el territorio continental argentino y las Islas Malvinas, en ambas direcciones, con el fin de promover el establecimiento de vínculos culturales, sociales y económicos.
Fuente: Telam