Mayo ofrece un menú fuerte en emociones electorales, porque se elegirá en ocho provincias.
En un país que se plantea federal es curioso el poco interés que despiertan las elecciones en provincias y municipios por fuera de los interesados directos.
100% lucha. A veces, el proceso de selección de candidaturas para gobernadores, diputados provinciales, intendentes y concejales parece ser algo mucho más sencillo que la de un candidato presidencial, pero a menudo refleja luchas muy intensas en la base del sistema democrático. Incluso la selección de la fechas llevó a un delicado análisis en cada gobierno provincial por su conveniencia, así como el sistema electoral a emplear. En algunas provincias (Santa Cruz, Formosa, Misiones, San Luis, San Juan y La Rioja) se ha optado por un sistema de lemas, colectoras o similar que implica la presencia de múltiples candidatos en las listas.
La idea de las PASO desdobla la elección, pero ahora lentamente se vuelve a reunir en un mar de boletas. Cabe agregar que hasta que el tema no se incluya en una reforma constitucional que unifique fechas y sistema electoral esto no cambiará.
Las extremas internas en las fuerzas mayoritarias hicieron que todas las provincias eligieran una fecha distinta de la de las presidenciales, con la rara excepción de Catamarca, con lo cual, a partir de abril, habrá elecciones todos los meses hasta octubre, para observar si habrá una segunda vuelta en noviembre. Resultan particularmente llamativas las cuatro provincias que definirán la elección después de las PASO nacionales y se someterán a un estrés adicional: Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Chaco.
En términos generales en las provincias los oficialismos siempre tienen más chances de ganar las elecciones que las oposiciones, comparado con las elecciones presidenciales. Esto se da por un complejo conjunto de factores que no excluye el poco interés de los partidos políticos argentinos de tener una presencia orgánica en cada provincia, desde lo que se puede asumir que cada gobernador encarna potencialmente un partido provincial.
También esta falta de organización y apoyo político lleva a que las oposiciones locales tiendan a acordar con los oficialismos, aunque a veces se haga solapadamente. Ahora como toda elección no está exenta de sorpresas, en este sentido se pueden identificar algunos factores que se ponen en juego en cada provincia:
1. Evaluación de la gestión del gobernador/a. Tema clave, aun si no va por la reelección, ya que aparece la pregunta sobre su capacidad de “empujar” al candidato.
2. Tradición política de la provincia. Existen provincias en las que, por ejemplo, sus mismos ciudadanos plantean “acá siempre gana el peronismo”, o por el contrario “acá nunca va a ganar el peronismo”. La tradición sociocultural tiene un peso determinante en provincias como La Rioja, Formosa o Catamarca, pero esto llega también a Mendoza. También aparece el orgullo de votar a un candidato no alineado con los candidatos nacionales, como pasa en Neuquén o en Misiones.
3. Evaluación de los intendentes. En un país con poca tradición de cortar boleta, la imagen que transmiten los intendentes (especialmente en las capitales provinciales más densamente pobladas) puede influir en los resultados finales. Cuando hay voto electrónico como en Río Negro, este factor se minimiza.
4. El aparato político local. Aquí obviamente el peso de los oficialismos se destaca por las disposición de los recursos, así como para llegar a todos los territorios, aunque a veces no alcanza.
5. Proyección de la situación del país en la provincia. Es la variable que cada gobernante trata de elucidar, en qué medida la situación nacional afecta la elección local. Es claro que también fue un motivo para los gobernadores peronistas para tomar distancia y provincializar la elección. Hoy en día, en las provincias que dependen en mayor medida de la coparticipación preocupa con mayor intensidad el impacto local de los problemas del país.
Era en abril. Cada elección provincial suele ser leída como una precuela de la nacional, lo que no suele ser estrictamente cierto. El 16 de abril habrá elecciones en las provincias de Neuquén y Río Negro, iniciando la larga marcha electoral. Los comicios en la primera provincia tienen interesados por fuera de los interesados directo. Neuquén es donde se asientan los yacimientos de Vaca Muerta y esto ha generado un interés geopolítico comparable con lo que pase en provincia de Buenos Aires.
Hoy dos factores parecen nuevamente inclinar la balanza al eterno Movimiento Popular Neuquino: primero, la ruptura del peronismo entre Ramón Rioseco que representa al kirchnerismo más duro, y Comunidad, una particular alianza encabezada por ex MPN Rolando Figueroa, que tiene apoyos que van desde el albertismo hasta el PRO. El otro factor y que todo el mundo observará es la presencia de un candidato mileinista: en efecto La Libertad Avanza tiene un candidato, el ex JxC Carlos Eguía que ya compite por el cuarto lugar. Este escenario obviamente favorece al candidato del MPN, Marcos Koopmann, que cuenta con el aceitado aparato electoral del espacio que gobierna la provincia desde 1983.
La otra provincia que vota en abril es Río Negro. Allí se presentan nueve listas y las dos principales llevan en nombre de la provincia en su marca. El protagonismo lo tendrán Juntos Somos Río Negro y Cambia Río Negro. JSRN lleva de candidato a gobernador al senador Alberto Weretilneck, mientras que CRN lleva de candidato al exintendente de Cipolletti y actual diputado nacional Aníbal Tortoriello. Esta elección tiene la particularidad de hacer competir a un candidato que con el correr del tiempo se transformó a JSRN un partido “toma-todo” con alianzas en casi todo el arco político contra un PRO puro.
Supermayo. Finalmente, mayo ofrece un menú fuerte en emociones electorales, porque se votará en ocho provincias: Jujuy, Misiones y La Rioja, el 7, y Salta, Tucumán, San Juan, La Pampa y Tierra del Fuego, el 14. Lógicamente, en estos ocho territorios se cruzan trayectorias y tradiciones que deberán ser analizadas en detalle. Habrá novedades.
Por Carlos De Angelis – Perfil