La decisión de Alberto Fernández de no buscar la reelección es poco trascendente en la coyuntura.
Es curiosa la comunicación que trata de decir algo sin decirlo explícitamente, porque todo se arma a partir de la interpretación. Y la interpretación siempre deja lugar a alguna duda. El Presidente usó 7 minutos para auto alabarse, haciendo algunas afirmaciones llamativas (“no tengo en el Frente de Todos un solo adversario”), llamando a una “revitalización” del propio espacio, garantizando la democracia interna como presidente del PJ, y concluyendo que “trabajaré fervientemente para que un compañero o compañera… que represente a quienes seguiremos luchando por una patria justa… “. La pregunta que cabe hacerse es ¿y si es ese compañero no termina de aparecer y hace falta recurrir a él? Sería muy extraño, pero no imposible. La puerta no se cerró del todo.
El video es una pieza que deja mucha tela para cortar. Primero que es claramente “nestorista”, con quien se muestra abrazado, ratificando que ese kirchnerismo original fue el mejor. Segundo, solo expone un par de veces a Cristina, sin ningún gesto de afecto mutuo. No la menciona, ni se ocupa de rescatar nada de sus mandatos.
Tercero, solo se muestra con leales (Cafiero), nunca con quienes lo aborrecen internamente (por ejemplo, Massa o Máximo). Cuarto, esgrime su rol de árbitro interno como presidente del Partido Justicialista, como si detentara el poder además de la formalidad del cargo.
Quinto, en ciertos pasajes claves muestra a Evita y nunca a Perón (ni siquiera para recordar aquello de que “mi único heredero es el pueblo”, que le hubiera venido bárbaro para satisfacer a los más tradicionales, y reforzaba su alabanza a la necesidad democratizar el espacio).
Es decir, el video actúa como su testamento político, incluyendo los pases de factura obvios. En el mismo vuelve a cometer una y otra vez errores comunicacionales garrafales, como le viene sucediendo desde que asumió. Es un personaje que cree que comunica bien, lo que no es verdad, y con una vocera presidencial criticada por propios y extraños. Todo eso confirma su desenganche de la realidad. Por eso está en el peor momento de aprobación en tres años y medio. Es notable cómo ni los propios votantes duros del Frente le reconocían algo positivo.
¿Tendrá esto algún efecto en la opinión pública? Seguramente nulo, más allá del primer impacto de la noticia en sí. Gastó tanto capital simbólico por su falta de liderazgo, que no es una persona de la cual alguien se pueda apiadar o hacerle un reconocimiento. No tiene margen para esgrimir ninguna veta épica. No es el renunciamiento de ningún héroe. En todo caso renuncia a su narcisismo por la fuerza.
Pero lo más importante es que tuvo que mover esta ficha –cuasi definitoria- porque cada vez tenía menos margen. Después de una semana fatídica, con su ministro de economía al borde del ataque de nervios, el cristinismo amenazando con separar la fecha de la elección en la Provincia de Buenos Aires, y con un prospecto –Scioli- sacándose fotos con La Cámpora, su grado de libertad era casi nulo. Estaba jugado y sin fichas. Difícilmente alguien con cierto realismo político se le hubiese ocurrido ir en una lista de cualquier tipo que encabezase Alberto, frente a la gran mayoría del Frente de Todos. Triste, solitario y final, le torcieron el brazo.
¿Esto ayuda a calmar la disparada del dólar? Coyunturalmente. El problema de fondo persiste, de modo que el lunes volveremos a las andadas. Falta de dólares mata renunciamiento. No olvidemos que aún sin ser candidato, Alberto sigue siendo bi presidente –del país y del PJ- y con eso en la mano puede hacer muchas picardías contraproducentes.
Si efectivamente los mercados y la política lo leen como un renunciamiento, esto traería un problemita: se van agotando las excusas para explicar el desmadre económico. Si la candidatura de Alberto era un problema central del escenario, eso habría dejado de existir. Ergo ¿cuál será la próxima excusa? ¿las operaciones ocultas de Aracre y Guzmán?
¿Va el Frente a desembocar en la candidatura única de Massa? Puede ser. Es más probable que después de esta torcida de brazo que le hicieron a Alberto, no haya nadie que se anime a hacerse el guapo solo para figurar, salvo que haya una orden de Cristina de abrir la competencia. La ventaja es que, como el ministro quiere ser, Ella se desentendería de la decisión. “Si él quiere ser, que sea. Y si nadie le compite, no es problema mío” reflexionará.
Si Alberto se bajó ¿eso debilita el operativo clamor para que Cristina sea candidata? ¿dicho operativo formaba parte de una presión para que decline el presidente? Probable, ya que Ella claramente no quiere ser, aunque haya dejado trascender guiños para que la tropa no le reclame falta de bajada de línea.
¿Mejora esto las posibilidades electorales del Frente? No, la macana ya está hecha y la situación es inarreglable. Lo venimos marcando hace mucho tiempo: todos están en el mismo barco, ergo todos son responsables. Las chances podrían mejorar si baja la inflación, pero descontado eso, el oficialismo necesitaría 1) alguien fresco del propio espacio, 2) con autonomía política y de discurso, y 3) sin ninguna responsabilidad sobre lo acontecido. Ese personaje casi no existe.
Entonces, si es muy difícil torcer la inercia económica de estos días, si no mejora las posibilidades electorales del Frente, si no le trae ningún beneficio a algún actor particular, la noticia es poco trascendente respecto a lo estructural del escenario. Solo habrá que ver cómo se reordenan las preferencias electorales de quienes quieren continuidad en la Argentina. Obviamente tampoco le trae ningún rédito a la oposición.
Por último, ¿Alberto hizo esto por pedido de los gringos para facilitar la llegada de fondos? Los mejor informados dicen que no, aunque es cierto que se produce en el medio de una negociación para conseguir oxígeno hasta las PASO (ya que luego Dios dirá).
Dicho esto, regístrese, comuníquese, archívese.
Por Carlos Fara – Perfil