Aunque suene imposible….pero aún esperamos las reparaciones medioambientales prometidas de Tecpetrol en la zona.
Una de las mayores productoras de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta, Tecpetrol (Grupo Techint) utiliza inmensas cantidades de agua del río Neuquén y luego la reinyecta contaminada bajo la superficie. Un bien escaso para la producción agrícola local, al servicio del extractivismo.
Vaca Muerta es el nuevo El Dorado de la producción de combustibles fósiles de nuestro país. Esta formación geológica con una superficie de 30.000 kilómetros cuadrados, que ocupa parte de las provincias de Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza, es la mayor reserva de hidrocarburos no convencionales de Argentina. Actualmente, el corazón de la explotación en base a la técnica de fractura hidráulica es la localidad neuquina de Añelo.
La petrolera Tecpetrol, subsidiaria del Grupo Techint de Paolo Rocca, tiene en la región, en Fortín de Piedra, la joya de su corona. El yacimiento cuenta en este momento con 85 pozos perforados que producen 20 millones de metros cúbicos de gas por día, un 15% del consumo nacional de gas. La empresa se enorgullece de haber pasado de cero al nivel de producción actual en 18 meses. Cabe preguntarse qué tendal habrán dejado en el camino en este avance tan acelerado.
“De la noche a la mañana comenzó a haber sismos”, cuenta Andrés Durán, ex trabajador petrolero y vecino de Sauzal Bonito, localidad cercana al yacimiento de Tecpetrol. “Al principio eran de 2 o 3º en la escala Richter, hasta que una vez, sin previo aviso, hubo uno de 4.7º, casi un terremoto. Desde ese entonces nadie pudo quedarse en paz y nunca se detuvieron, hasta el día de hoy”.
“Desde la canilla comenzó a salir petróleo, había rastros de hidrocarburos en nuestra propia red de agua potable. Trabaje 23 años en la industria de gas y petróleo, estuve en Loma Campana como company man, una de las personas que hace supervisión de torre, por eso tengo la posibilidad de saber bien lo que está pasando”, menciona Durán, reunido con los jueces de la delegación del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza que visitó la región para evaluar el impacto del fracking en la zona de Vaca Muerta.
El Tribunal
La delegación de este tribunal estuvo compuesta por Patricia Gualinga (Ecuador), Yubelis Morales (Colombia), Alberto Acosta (Ecuador), Gabriela Cabezón Cámara (Argentina), como jueces. Como observadores del recorrido participaron Enrique Viale y Rafael Colombo de la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas (AAdeAA) y el Colectivo de Acción por la Justicia Ecosocial (CAJE) y Claudia Aboaf, del Colectivo Mirá. Por su parte, la convocatoria a esta instancia internacional fue realizada por la Confederación Mapuche de Neuquén, el Observatorio Petrolero Sur y la Asamblea por los Derechos Humanos provincial.
“La intensiva ocupación del territorio por parte de las empresas extractivas ha generado profundos impactos en las comunidades locales, especialmente en las comunidades mapuches. El avance de la frontera hidrocarburífera ha llevado a la criminalización de estas comunidades y ha afectado su forma de vida”, expresa el Tribunal en un comunicado en el que informó los resultados preliminares de su visita. “Los mapuches, pueblos originarios, no fueron consultados previamente, pese a que el país ratificó el Convenio 169 de la OIT, que establece la obligatoriedad de la consulta previa, libre e informada y la necesidad del consentimiento de las comunidades preexistentes. No sólo eso, han sido víctimas de otras múltiples formas de violencia, llegado al punto de negar su presencia ancestral en dichos territorios”.
“Después de un tiempo que estuvieron perforando se sintieron varios movimientos, temblores, que provocaron la rotura de las casas. Eso es lo que está pasando con el fracking”, sostiene Celestino Wircalew, poblador de Sauzal Bonito y miembro de la comunidad mapuche Wircalew, en diálogo con Canal Abierto.
La sísmica inducida está comprobada. Javier Grosso y Guillermo Tamburini Beliveau, científicos del Observatorio de Sismicidad Inducida (OSI), vienen trabajando sobre los efectos que la explotación convencional y no convencional de hidrocarburos provocan en las cuencas productoras. En un trabajo publicado en la revista de divulgación científica Scientific Report de Nature evalúan que la intensa actividad de producción puede tener consecuencias ambientales como la deformación del suelo y la sismicidad inducida o desencadenada, que es la provocada por la actividad humana y suele manifestarse como un incremento en la actividad sísmica histórica en una zona determinada y durante un periodo de tiempo muy limitado.
“Lo máximo que podría haber sería un temblor una vez al año. Desde 2015, acá hubo más de 400 movimientos sísmicos en una zona en la cual no había registros. Son más de 50 por año”, explica el poblador Andrés Durán.
Sauzal Bonito, el pueblo al que le robaron el río
La explotación con la técnica de fracking insume ingentes cantidades de agua, precisamente en una región como la meseta neuquina en la que es un recurso escaso. El volumen utilizado por pozo es muy variable y depende también de cuánto se extienda la fracturación horizontal de la roca, pero según los expertos oscila en promedio en los 20 millones de litros por pozo. Pobladores locales hablan de 90 millones.
Los pozos no convencionales utilizan 10 veces más recurso hídrico que los de la explotación convencional, y también producen 10 veces más residuos que en esta región se acumulan en basureros a cielo abierto sin ningún tipo de tratamiento.
Para garantizar el abastecimiento de agua para los pozos de Tecpetrol en Fortín de Piedra, el cercano río Neuquén fue canalizado y desviado. Ese agua se bombea a la meseta y se transporta en mangueras gigantescas a las que llaman “anacondas”. Obviamente, a las comunidades que quedan abajo les comenzó a faltar el agua.
Anacondas surcando la meseta con el agua extraída del río Neuquén
Sauzal Bonito está ubicado en la ribera este del río Neuquén, en un valle de inundación amplio pero en el que el río corre por un estrecho cauce, aún más estrecho cuando escasean las nevadas. Del lado opuesto se alza la meseta y sobre ella se ubican los pozos de la petrolera.
“Aquí en este lugar teníamos más de un metro de profundidad de agua”, cuenta Celestino, parado en un terreno seco y quebrado, a los miembros del Tribunal. “Ustedes ven que ahora no hay nada. Hace 4 o 5 años que empezó la petrolera y nos quitaron el agua. Hicieron un canal para arrimar más cerca del bombeo de ellos para tirar agua arriba a la meseta. Eso nos arruinó, nos arruinó el riego, todo lo que producíamos, verduras, frutales. Yo tenía 400 plantas de cerezas, cosechábamos 3500 kilos de fruta por temporada y ahora no tengo ninguna planta porque se secó todo”.
“Uno hace agricultura y también atiende ganadería, la falta de agua nos perjudica. Cada vez más lejos se pone el río y cuesta mucho más para bombearlo y llevarlo al lugar a donde se produce”, nos explica.
El agua robada la devuelven contaminada
Celestino trabajó muchos años en la industria petrolera y dice que otro gran problema es el de los “sumideros”. Los pozos sumideros son el “depósito final” para el agua y los residuos de la explotación que no pueden ser reutilizados. Si estos desechos no se reutilizan se mandan “a dormir” a una formación receptora en el subsuelo de la cuenca; el agua se reinyecta en pozos en desuso. “Se utilizan pozos abandonados pero uno no sabe dónde va a romperse el caño, puede romperse en la freática y se éso ocurre contamina toda el agua que uno consume en cualquier lugar. Eso, posiblemente, se podría hacer perforando un pozo nuevo a 1.200 – 1300 metros pero como cuesta plata no lo hacen. Pero se pierde vida cuando usted lo inyecta y se contamina el agua freática”, explica Wircalew.
La reinyección reduce la contaminación de los acuíferos superficiales y los de baja profundidad, pero contamina los profundos que en el futuro podrían ser fuente de abastecimiento.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) señala que “la presión del agua de fracturamiento tiende a disminuir conforme la profundidad de la unidad objetivo es mayor, por lo cual es necesaria la adición de productos que disminuyan la fricción. De igual manera, se agregan químicos que matan la vida (biocidas) y partículas que actúan como microcuñas que impiden que se cierre la fractura creada por la inyección de aguas. Por ello se tiene una mezcla de decenas de productos con toxicidad variable que se unen con elementos y especies químicas tóxicas provenientes de las rocas fracturadas que incluyen minerales radioactivos, metales pesados, arsénicos y sulfuros, entre otros”. Este “mezcladito” es el que se manda a dormir en la profundidad, generaciones futuras se enfrentarán al problema, siempre y cuando, como señala Celestino, los caños viejos no revienten y estos residuos se esparzan en las napas más superficiales.
La presencia de hidrocarburos en el agua potable del pueblo habla de que, a las claras, eso ya está sucediendo.
Foto principal: Alejo Di Risio
Fuente: Canal Abierto