Después de 7 años de vivir en Salta, vuelve a su trabajo de actriz de la mano de Cris Morena. Cómo fue la conversación con su hija. La nueva mudanza por venir. Su vida hoy: el amor a primera vista y para siempre, la construcción de la familia ensamblada y vivir con la abuela en casa. Por qué decidió no contestar los mensajes en las redes
Isabel Macedo hoy se prepara para la vuelta, para trabajar con Cris Morena. Tiene 47 años y hasta hace siete, vivió una larga y exitosa vida en televisión y en teatro: Verano del 98, Muñeca brava, Alma pirata, Graduados, Floricienta, Guapas, Botineras y mucho más. Su papá era jujeño, Isabel pasó gran parte de su infancia en el norte. La decisión de formar una familia, de ser madre, le llegó después de los 40, cuando conoció al ex gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey. Se fue a vivir a Salta, se casaron en 2016 y tuvieron dos hijas, Isabel y Julia.
— Fue después de los 40. Pensé: toda mi libido está puesta en el trabajo, mi vida va por otro lado, soy muy feliz haciendo lo que hago. Y apareció él, justo.
— ¿Antes no había aparecido el deseo de concretarlo?
— Sí, yo quería ser mamá, yo estaba segura que iba a ser mamá. Siempre pensé que iba a ser una madre mucho más joven. Hoy pienso: menos mal que no. Siento que tuve una vida divina, que me divertí un montón y que viajé por todos lados. Fue cuando tenía que ser, con quien tenía que ser, para tener esas dos preciosuras de mi corazón que amo con toda mi alma.
— Resulta que apareció el tipo y fue fulminante.
— Fue fulminante. A los siete meses ya estábamos casados. Sí.
— ¿Cómo es eso?
— Fue como el amor a primera vista. Tanto hacer novelas (risas).
— ¿Qué tenía él?
— Tiene todo. Es un tipo espectacular. Yo siento que aprendo mucho con él. Tiene mucha calma. Mucha paz interior. Es un pibe muy formado. Todo le interesa, todo le importa. Siempre tiene tiempo para estudiar, para hacer. Se recibió a los 22 años y ya había estudiado también un año y medio de medicina. ¿Viste a esa gente que es re bocho? A mí me copa la gente inteligente. Y caí rendida a sus pies.
— Además viene de una familia grande, un montón de hermanos.
— Sí, son diez hermanos.
— Es familiero. ¿Era perfecto para formar una familia?
— Perfecto. Yo tenía el sueño de la mesa larga. Siempre me iba de viaje yo solita, pobrecita, y me compraba unos manteles gigantes. Cuarenta mil platos, ensaladeras. Todo para mí solita pobrecita. Y los pude estrenar. Soy muy feliz con mis hijas. Lleva mucho tiempo, es mucha responsabilidad ser mamá de la manera que lo estoy haciendo yo. Es más fácil decirles: esto es así y se acabó, punto y no se discute más. Yo no quiero ser ese tipo de mamá. Esperé tanto, que quiero tomarme el tiempo necesario para poder escuchar a quien tengo enfrente, cuáles son sus necesidades y quién quiere ser.
— De trabajar de sol a sol en larguísimos días de filmación durante muchos años, al bebito.
— Sí, a la tranquilidad de la casa. Pero tampoco fue todo tan tranquilo porque apenas me casé me fui a vivir a Salta. Lo acompañaba mucho a Juan Manuel porque también me interesaba saber quién era, qué hacía, cómo lo hacía. Todo eso me llevó un tiempo.”
— Toda una movida pero en unos meses.
— De golpe me encontré mano a mano ahí. Todo el mundo siguió con su vida y yo me quedé en Salta. Y tuve que hacer un laburo también para descubrir todo lo interesante que tenía quedarme. Yo soy alguien que está muy conectada con lo que está pasando en el momento, me da felicidad despertarme, cambiar a mi hija y llevarla al colegio. Y me da felicidad también tener mi rato para poder entrenar. Y me da felicidad haberme embarcado en Beneïda, la marca de ropa, y verla crecer sin parar trabajando desde mi casa. Todo ese crecimiento en algo que yo no conocía me enorgullece.
— Son tres cambios casi simultáneos. Conocer a Juan Manuel y decidir formar una familia, haber decidido irte a vivir a Salta, soltar un tiempo tu trabajo de actriz. Aunque viviste tu infancia entre Buenos Aires y Jujuy.
— Se cerró el círculo para mí. Mi papá era jujeño.
— Que fácil para Juan Manuel.
— Perfecto. Sí, fue un cambio que estuvo bueno para mí. Ya hace 7 años que vivo allá. Vengo para trabajar nada más, voy y vengo. Pero me gusta mi vida allá. Me gusta que Belita vuelva del colegio, almorcemos todos juntos y ella se puede ir con su papá, hacer un plan. Me gusta su vida tranquila y que sus juegos sean armarle una casa a una hormiga o a una mariposa a la que se le salió una alita. Toda esa tranquilidad y ese amor que ella puede respirar viviendo en nuestra casa me dan mucha alegría y mucha felicidad.
— Tu marido cuenta que rescatás perros, que si fuera por vos estaría la casa llena de perros.
— Sí. Después me puse más responsable porque tampoco da. Estábamos viajando mucho y no los podés dejar solos ni a cargo de otro. Después los tiene que cuidar otro y así no es. Rescaté a los que puedo cuidar y son los que viven con nosotros.
— ¿Qué te está enseñando Salta? ¿Qué aprendes particularmente de esa experiencia?
— Me dio un espacio para darme cuenta que no todo era estar laburando doce mil horas y generar. La importancia de poder estar en familia y el tiempo dedicado a las chicas. Todo eso me resulta conmovedor. Hace poco me llamaron para empezar a grabar y pensé: qué lindo que todo lo que tenía que hacer lo fui haciendo. Conozco toda Salta, entero, de punta a punta. Ahora cuando me tenga que ir lo voy a hacer con mucha alegría, tuve la mejor experiencia del mundo. Me encantó vivir ahí. Me encantó acompañarlo. Y me encantó conocer.
— ¿Van a mudarse?
— Me tengo que mudar sí o sí, nos vamos de Salta.
— Se van de Salta. ¿Por qué no se dice a dónde van?
— Me dijeron que no diga nada (risas). Estamos decidiendo. Trabajar en Argentina ahora está difícil, es una decisión de la productora que está viendo a dónde se hace. Son seis meses.
— Seis meses. Después volvés a Salta?
— O me vuelvo a Salta o si tengo laburo, acá.
“YO PENSABA: CÓMO ALGUIEN VA A ESTAR PARADO ENFRENTE A OTRO QUE NO CONOCE DICIENDO “SÍ, PARA SIEMPRE”?”
— Además de dejar de ser una workaholic que no paraba de trabajar como actriz, sorprende que te hayas casado con todas las pompas y las formalidades.
— Yo siempre pensaba, cómo alguien va a estar ahí parado enfrente de otro que no conoce diciendo “sí, para siempre”, todo eso? Y acá me tenés. Les preguntaba a mis amigas, “pero en qué momento vos viste a una persona y le dijiste sí, yo quiero estar con vos para siempre”? De dónde sacaste?” Cuando lo conocí, llamé al día siguiente a mi mejor amiga, Agus Lecouna y le dije “ya nunca más en la vida te voy a hacer esa pregunta porque sé lo que se siente”.
— Ahí nomás de conocer esos rulos.
— Ahí nomás. En ese momento no tenía los rulos al viento. Va cambiando. Viste que se los va dejando, se los corta.
— Estás detrás de los looks de Urtubey.
— No, para nada. No tiene esa dependencia (risas). Ni conmigo ni con nadie. Se va y vuelve a casa con otro corte. Tampoco es algo que me importe mucho. Porque es lindo que el otro sea quien quiera ser. Me divierte con sus rulos y me copa cuando aparece con el pelo rapado. Me parece siempre lindo e inteligente. Viste que a ella le importa mucho que sea inteligente…
— Ella quiere que sea inteligente y muy leído.
— Muy leído. Muy curioso. Todo el día haciendo cursos, recibiéndose y haciendo masters. Me encanta. Me da alegría
— ¿A él qué crees que le gusta de vos?
— Para mí que le gusta este quilombo, que nunca sabés qué pasa. Porque a mí me pasa de todo todo el tiempo. De todo.
— ¿Todo es intenso para vos?
— Cuando dije lo de la marca: creo que me voy a asociar y vamos a hacer una marca… En un año y medio tenía diez locales en cuatro países. Como soy yo, agarro mi flecha y esto se hace. Vamos a laburar, me arremango. Todo el tiempo estoy haciendo algo relacionado con la marca. Realmente le pongo mucha energía, cuelgo todo yo, plancho todo yo. Quiero que esté perfecto. Para otro es un proyecto re chiquitito y para mí es enorme. Es el proyecto que tengo y el que amo.
— A tus dos hijas siempre se las ve impecables en tus redes, hasta para ir a dormir. Combinan hasta la ropita entre sí. ¡Qué trabajo!
— No, quiero que duerman bien (risas).
— Están para la foto.
— ¿Te parece? Ay, sos un amor. Si fuera por Belita estaría todo el día de camiseta de fútbol. Es lo que más le gusta en la vida.
— ¿Y si fuera por vos?
— Si fuera por mí todo el día de punto smock con botanguitas y un saco blanco. Pero no se puede.
— No es lo mismo una hija que dos.
— No es lo mismo para nada. Y pobrecita la segunda no tiene la atención que tuvo la primera.
— No tiene la misma cantidad de fotos y filmaciones. Digámoslo.
— No. Pero siento que le regalé a Belita su mejor amiga para siempre. Tenía tantas ganas de tener otro bebé. Tantas, tantas, tantas ganas. Fue un regalo para mí. La miro mientras duerme y digo: Dios mío bendito, estas preciosuras van a estar conmigo todo el tiempo que tengan que estar. Pienso en tratar de ser mi mejor versión y protegerlas. Y pienso mucho en Dios viste, que Él me acompañe y me vaya guiando porque si no es mucho trabajo.
— Las está extrañando. ¿Hace cuánto que no las ves?
— Desde ayer (risas). Empezó a patinar Belita, me voy dos días y justo patina cuando no estoy. Me da alegría por mi mamá que es testigo y por Belita, por su independencia, que lo pueda hacer aunque yo no esté a su lado. Me da un mini nudo en la garganta no haber podido ser yo la que la viera, pero después enseguida desando eso.
— Sí, nos divertimos mucho. Nos reímos mucho y también a veces no tanto porque, claro…
— Es tu madre.
— Claro. Y está esperando a que yo me vaya para hacer lo que no tiene que hacer con mis hijas. Ahí empieza la pelea de “¿podés esperar por favor que me aleje un poquito y hacerlo cuando yo me vaya? No lo hagas delante mío porque estoy haciendo un laburo, educándola, y vos no. No salten a la cama cuando yo estoy”.
— Hay que vivir con la mamá…
— Es muy buena. Quiero que esté con ellas todo el tiempo que se pueda. Que las viva. Que las respire. Que las conozca.
— Además están los hijos de Juan Manuel que son cuatro.
— Son cuatro. Uno en casa, Mateo. Familión. Enorme.
— ¿Todo se ensambló bien?
— Sí. Cuando me fui a Salta todo el mundo me decía: dejaste todo, dejaste tu trabajo. La sensación de que tu trabajo es todo para vos en tu vida. ¿Sabés el laburo que es conocer a cuatro chicos? Conocerlos, construir una relación. Armar un mundo nuevo. Todo eso fue un trabajo. Y pienso que ahora todo ese amor que sienten por sus hermanas es parte de…
— ¿Qué pasó? ¿Te emocionaste?
— (Se seca las lágrimas) Es parte de un trabajo, del tiempo dedicado.
— El tiempo dedicaste a esos vínculos, a integrarlos, a conocerlos.
— Sí. Son espectaculares. Hoy mi mamá me mandó fotos, los dos la llevaron al colegio. Juanita y Mateo. Son lo más. Se aman mucho. Y Lucas la llevó a la clase de música, que es el de 26. Cuando están en Salta estamos todos juntos. Me hace tan feliz esa unión, que en mi casa se viva y se respire ese amor. Tiene todo que ver conmigo, con quien yo soy, con quien quiero ser.
— Cuando te vas de Salta, dejás a tus hijas con una red enorme.
— Sí, enorme. Una familia enorme y muy amorosa. También va a arte con otra de sus tías, la hermana de Juan Manuel.
— Tiene diez millones de tíos.
— Diez millones de hermanos tiene Juan Manuel entonces aprovecho y que vayan a hacer actividades con ellos.
— Es como haberse casado con un barrio entero.
— (risas) Totalmente. Más todos los hijos, más todos los primos. Es una familia muy grande. A mí me encanta. Me gusta que seamos muchos.
Isabel comparte las fotos de su familia en Instagram. Julia, su bebita rozagante y adorable recibió hace poco tiempo comentarios que criticaban su cuerpito, que decían que tenía que adelgazar. El repudio a esos mensajes fue general.
— Imposible comprender que exista gente que decida escribir comentarios agresivos, que no mida las consecuencias que pueden traer. A muchos nos sorprendió tu templanza, tu respuesta medida, controlada, pensada. Sin odio.
— Sí, porque siento que eso tiene que ver con lo mal que está el que lo escribió, yo no quiero engancharme con eso. Hay de todo en la vida y yo no le quiero dedicar tiempo a las cosas malas.
— Agresiones recibidas en un tiempo en que aprendimos que no se habla del cuerpo del otro. Personificaste hace unos años a una mujer obesa en la tira Graduados, esa actuación fue premiada. ¿Qué explicación encontrás a esos mensajes violentos sobre una bebita?
— No tiene explicación para mí. Quiero que mi cabeza esté ocupada con cosas que a mí me importan y cosas que puedo modificar. No es que yo no respondo a eso porque no sé putear. O sea, no sabés lo lindo que puteo y las barbaridades que puedo llegar a decir. Pero no con alguien que está siendo tan malo, porque eso para mí solamente hace crecer la violencia y yo no estoy para eso acá, no quiero. Sí podría hacerlo. Pero mi elección es no hacerlo. No poner mi mirada en eso.
— ¿Hay alguna manera de que no quede eso en las redes dando vueltas, que se borre? ¿De hacer algo para que las chicas no lo lean cuando sean grandes?
— No, es que me parece a mí que eso está. No podemos ser todos buenos. No es que todos somos lo mismo ni todos pensamos lo mismo de todo. Está bien que haya gente que piense de una manera, para que también resalte que eso está mal ante la mirada del otro. No todos fuimos educados de la misma manera y no todos vivimos las mismas situaciones en la vida. Alguien que vivió en un hogar en el que le hicieron mal por ahí es muy agresivo y tiene eso para dar, porque ése fue el ámbito en el que lo educaron. Cada uno está viviendo una experiencia única mientras está vivo. No me parece mal que las chicas lo lean cuando lo tengan que leer porque ellas solas, siendo educadas en mi casa que está llena de amor, se van a dar cuenta que lo que está mal es lo otro. Ser flaco, alto, gordo, qué me importa. Es el problema del que no ve el alma del que tiene enfrente. Llegado el caso supongo que estaría bien que esa persona sea sancionada.
— Por la misma red.
— Pero yo no soy ni la directora del colegio ni la maestra de nadie. Alguien que tiene algo feo para decir de lo que ve prefiero no escucharlo, no leerlo. Mi manera de no ver eso es no permitiéndole a esa persona que vuelva a ver nada mío, porque cada vez es un in crescendo en el odio y a mí no me interesa.
— ¿Recordaste, en ese momento, el trabajo que habías llevado adelante para el personaje de una mujer gorda en Graduados?
— Total. Pienso en el riesgo que eso implica. Una palabra mal dicha, una cosa que vos le decís a alguien que no está preparado para escuchar… Mis hijas son chiquititas, pero conozco muchos casos de chicas de niñas, de 11, 9, 12, 13, que terminaron internadas porque a un compañero de la clase le pareció gracioso decir una boludez así. Para mí es la atención que tienen que tener las personas que los educan. Principalmente los padres. Pero también hay mucha responsabilidad en el maestro de no dejar que se rían de nada. Belita cumplió 5, pero siempre trato de decirle que si hay algún compañero en la clase que llora y hay otro que lo está haciendo llorar, nunca se ponga del lado del que lo hace llorar o el que le está diciendo algo malo. Que vaya al lado del chico que está llorando y le pregunte por qué llora, le haga un cariño, le pregunte si quiere un vaso de agua. No quiero que forme parte del que no hace nada cuando ve algo que para todos los que somos seres humanos está mal.
— Uno cuida las palabras que pueden llegar a lastimar a otro. Por eso el contraste con los que salen a lastimar.
— Pero existe y por eso existe también tanta gente que sufre mucho. Esto no es un chiste porque vos podés generar una enfermedad con una palabra que decís de más.
— Viajás ahora a Montevideo, tu empresa sigue creciendo.
— Quiere seguir creciendo y yo la voy a seguir acompañando. Empezó durante la pandemia. Yo no sé ‘no hacer’, siempre tengo que estar haciendo algo. Le tuve que explicar ahora a Belita que nos vamos a tener que ir de Salta, porque yo vuelvo a trabajar. Me doy cuenta que ella no sabe que yo soy actriz, porque estuve toda su vida con ella en casa. A lo sumo estoy reunida, o en un zoom, pero con ellas todo el día dando vueltas, con una a upa, la otra tirada y yo armando el negocio. Le explico ahora que yo antes era muy feliz con un trabajo que tenía y que después fui muy feliz con mi proyecto de tenerlas. Le dije: lo que más quería en el mundo era tener bebés y las tengo a ustedes dos que son mi vida entera. Las veo tan bien, tan sanas, tan con ganas de todo, están más grandes, así que voy a volver a trabajar. ‘¿Pero qué hacías?’, me preguntó. Empezó la explicación un día que llegué al colegio con ella y por todos los parlantes del pasillo, rarísimo, se escuchaba: “Haz que tu cuento valga la pena…” Todas canciones que yo había hecho con Cris Morena. ¿Qué pasa acá? Como una señal. Entonces le voy a explicar a esta chica que yo voy a volver a trabajar.
— Extrañás trabajar.
— Ahora vuelvo a trabajar con Cris definitivamente. Sí, voy a trabajar con ella.
— No vamos a dar rodeos. Volvamos a las fuentes. ¿Fue algo así?
— Sí.
— Fuiste muy exitosa en Verano del 98, en Floricienta, y de la mano de Cris.
— Amo a los chicos que cantan, bailan. Amo cantar. Todo me da felicidad.
— Sabés que viene teatro después, sabés que viene full life.
— Dios quiera. Me encantaría.
— ¿Otra vez enamorarte de la profesión?
— Sí. Re.
— ¿No se puede contar más nada?
— No. Pero te conté un montón.
— ¿Estás tomando clases de canto?
— De todo. Clases. Por zoom. La semana que viene vuelvo a Buenos Aires porque tengo que grabar unas cosas. Todo así.
— ¿Chocha de la vida?
— Chocha. Así que mirá, besuqueo todo a las chicas y me voy. Yo le digo a Juan Manuel: los amo con toda mi alma, pero soy tan feliz cuando estoy en un estudio. Soy tan feliz trabajando.
Por María Laura Santillán – Infobae