A través de la novela “Una historia perdida”, el escritor y cronista chileno recrea una hipotética versión del bombardeo al hospital de las Fuerzas Armadas durante el golpe de estado a Salvador Allende.
El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe de estado en Chile, con el bombardeo en el Palacio de La Moneda y la muerte del presidente Salvador Allende. Pero en medio de ese ataque, un piloto giró su avión para disparar contra el hospital de la Fuerza Aérea, desobedeciendo sus órdenes y desafiando a su propio bando.
Ese hecho marcará a fuego el primer recuerdo de un niño a quien, décadas más tarde, vemos convertido en un cronista que viaja alrededor del mundo por su oficio, pero que por distintos motivos regresa a su país para investigar la verdad sobre aquel militar “desobediente” y cómo, con el paso del tiempo, esta historia “se perdió”.
Esa es la premisa de “Una Historia Perdida”, novela del escritor y cronista chileno Juan Pablo Meneses, que publica editorial Planeta. Sobre este hecho existen tres versiones, pero el periodista agrega una cuarta a través de herramientas de la investigación y la literatura de ficción, escribiendo en tercera persona.
En una entrevista con PERFIL, Meneses realizó un análisis sobre las consecuencias de la dictadura de Augusto Pinochet, y consideró que aunque la “grieta no lleva un nombre”, como en Argentina, ha causado una división a fuego en la sociedad trasandina. “Chile en particular se ha convertido en un país que no tiene verdades, sino que tiene versiones“, afirma.
Además, se refirió a las elecciones constituyentes de ese país, donde el Partido Republicano, asociado al pinochetismo, se impuso sobre la alianza Unidad para Chile, del presidente Gabriel Boric.
– ¿Cómo surgió la idea para hacer “Una Historia Perdida”?
La novela parte de dos lados. Uno técnico, porque venía de haber publicado mi décimo libro de no ficción; diez libros trabajando con la crónica y escribiendo en primera persona; el último una historia muy extrema. Entonces quería hacer un cambio, no seguir repitiendo. Ahí aparece el tema de trabajar con matices de la ficción.
La segunda línea es más interna. Parte de un hecho que a mí me ocurrió, efectivamente yo fui un niño que su primer recuerdo es los aviones bombarderos arriba de su cabeza, que va a abrir la puerta y que la mamá le grita, “¡Por favor, no salgas!” y ese niño abre la puerta y cae una bomba.
El hospital que bombardearon quedaba a una cuadra de la casa de mis padres. Un día decidí investigar qué había pasado con ese bombardeo que yo tenía en la memoria y buscar los detalles de esa anécdota que yo repetía una y otra vez en mi vida. Para mí sorpresa no existía, no había imágenes en Internet y habían logrado que Google se comiera ese sapo de que no hubo un bombardeo al propio hospital de la Fuerza Aérea por la Fuerza Aérea.
– ¿Costó mucho la investigación de esta “historia perdida”?
Chile en particular se ha convertido en un país que no tiene verdades, sino que tiene versiones. Y en esta historia son cuatro: primero que eran pilotos extranjeros que bombardearon el hospital y la ciudad; segundo que era un piloto inexperto; tercero que era el hijo del comandante en jefe de la Fuerza Aérea que se equivocó y por eso lo ocultaron; y había una cuarta que decía que quien pilotaba se había dado vuelta y lo terminan asesinando.
Las tres primeras están publicadas en distintos libros de investigación. Yo eventualmente siguiendo esos mismos estándares podría haberlo publicado en un libro de no ficción, pero elegí la ficción porque no tengo todas las herramientas periodísticas absolutas para demostrar este caso, y no van a existir nunca como muchos relacionados con la dictadura. Hay espacios a los que la verdad nunca va a llegar y esos son los que tienen que ser completados por la literatura.
– Se señaló este salto de la ficción a la no ficción en tu libro. ¿Lo usaste no sólo para cambiar tu estilo, sino también para poder llegar a esa versión?
Tal cual, a veces me hablan “tú que te pasaste a la ficción o cómo es dar este salto”, como si yo hubiera hecho una cosa terrible y en realidad yo encuentro que el paso que di es muy natural. Yo le pongo un nombre, o sea, yo pasé de escribir crónica literaria a literatura crónica.
O sea, no pasé de escribir la crónica miseria latinoamericana a escribir un relato de ciencia ficción. Se nota una continuidad, no es que salté un muro, sino que amplié el campo de trabajo y lectores.
– Así como el bombardeo dejó una secuela, algo sin cerrar en el protagonista, ¿crees que también lo hizo en la sociedad chilena?
Eso se hace más evidente en la ficción que en la crónica. Hay códigos que tiene la ficción: ese protagonista está allí por un motivo, no solo porque es periodista y tiene que averiguar. Se está contando la historia de ese protagonista por algo y en el fondo ese algo termina siendo el camino paralelo entre un gran hecho político perturbador que termina marcando al país para siempre, pero también termina marcando a las personas.
La historia de los grandes procesos colectivos va con un correlato de los grandes procesos íntimos como individuales. El protagonista es también el análisis, la revisión de un trauma colectivo, de un país que un día aparece una flota de sus propios aviones y comienzan a bombardear su ciudad, un tema del que se habla poco, pero por mucho que se esconde siempre vuelve a la cabeza -dentro del país y dentro de las personas-.
– En Argentina actualmente hay una revisión de lo que fue la última dictadura y eso ha generado una “grieta”. ¿En Chile también es así?
En Chile hay una grieta muy marcada, pero a diferencia de Argentina, que ha hecho una marca for export de la famosa “grieta”, no se le pone nombre. Se podría decir que se inicia con este bombardeo; su gran momento, cuando se hace oficial y para siempre, es el Plebiscito de Pinochet, que fue bastante parejo… desde ese entonces se pudo haber ocultado más pero siempre está presente.
Yo escribí un libro en 2004, que se llama “Sexo & Poder, el extraño destape chileno”, donde hablo de que el país está partido, dividido a fuego en dos. Hace poco hubo elecciones en Chile donde resultó como la fuerza más grande y más fuerte del país una que está muy asociada al pinochetismo, que es Partido Republicano, relativamente nueva.
Y tomando año y medio atrás la gente viene de votar a Gabriel Boric, que está gobernando con los comunistas, y esa misma gente rechazó la constitución que se presentó y ahora eligió que la escriba el pinochetismo.
– Otra diferencia de las dictaduras en Argentina en Chile es que acá tuvimos el juicio a las Juntas, en Chile no hubo un juicio a las cúpulas militares.
Un juicio así no hubo. Lo único, Pinochet fue arrestado en Londres en 1998 por el juez Baltasar Garzón, pero no hubo un juicio a los militares porque el proceso de salida fue distinto, a partir de un plebiscito. Pero además, era una salida donde Pinochet seguía siendo el Comandante en Jefe del Ejército.
En la novela aparece, por ejemplo, como el día que dan de baja los aviones que bombardearon La Moneda del 73, digamos a fines de los 90, unos pilotos viejos jubilados generales se pone en su traje de piloto y vuelven a recorrer la ciudad los mismos que la bombardearon en los mismos aviones haciendo bromas como triunfantes, o más que eso, con total impunidad.
El libro aborda la división desde el sentido de que se puede ocultar el bombardeo a un hospital en la zona céntrica de la ciudad y no pasa nada, y eso permite que la vida sigue igual pero tragándose esos sapos.
¿Actualmente estás trabajando en otro libro?
Sí, estoy trabajando en algo nuevo, lo tengo bien avanzado. Hace tres años que estoy profundizando en esta línea de la literatura crónica, un trabajo de ficción pero con muchas herramientas de investigación. Tiene que ver con una figura argentina pero que es importante en todo Latinoamérica, Ernesto “Che” Guevara.
Estoy realizando el trabajo con información que me envió uno de los pilotos que contacté para “Una Historia Perdida”. Así como esta historia revisita el bombardeo en Santiago, esta le va a dar una nueva narrativa al guevarismo en América Latina.
Por Federico Perez – Perfil