¿Puede progresar un país cuando sus partidos se encuentran divididos y fragmentados?
Nos encontramos en un turbulento y trascendental momento de la historia política de nuestro país. Solo 63 días nos separan de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), un hito crucial que definirá el rumbo de una nación inmersa en un escenario volátil, dividida en tres facciones de poder: el Frente de Todos (FdT), Juntos por el Cambio (JxC) y el emergente y sorprendente movimiento Libertario. En esta contienda, cada uno de estos actores tiene la posibilidad de ganar o caer en el tercer puesto.
Sin embargo, en medio de esta batalla por el poder, se despliega una problemática apremiante: la inseguridad alimentaria que flagela a una parte importante de nuestra población. En el corazón del conurbano, el latido de la pobreza retumba ensordecedoramente. Sesenta de cada cien niños se encuentran atrapados en la tristeza de la miseria, privados de las oportunidades y los recursos necesarios para prosperar. Más del treinta por ciento de ellos, víctimas de una alimentación deficiente, ven debilitados sus cuerpos y sus esperanzas. Y en medio de esta crisis social, económica y política, se alza una amenaza omnipresente: la inflación. Un monstruo devastador que parece crecer sin control. La cifra escalofriante de una inflación interanual superior al 120% (estimada según varias consultoras) es un eco ensordecedor de la inestabilidad económica que nos asfixia.
Si nos adentramos en la tarea de retratar la realidad política argentina utilizando la metáfora de un partido de fútbol, nos encontramos con una imagen desoladora: vemos a todos los jugadores corriendo en masa detrás del preciado balón. Esta representación solo se asemeja a aquellos partidos infantiles, donde la inexperiencia y la falta de estrategia son evidentes. Sin embargo, esta imagen resulta impensada en el ámbito profesional del fútbol, donde cada jugador conoce en detalle su función y, sobre todo, comprende cómo desenvolverse en el campo. Paradójicamente, la política contemporánea se asemeja más a un partido infantil de fútbol, caracterizado por su inmadurez y falta de dirección clara, donde predomina la inseguridad y la incertidumbre.
Entre las pocas certezas que podemos aferrar en estos tiempos, destacan dos de manera prominente. La primera de ellas consiste en la angustiante espera de 182 días restantes para que el presidente actual, quien ha dejado una marca desastrosa en la historia democrática argentina, finalmente entregue los símbolos del poder a aquel que sea electo como su sucesor. La segunda certeza radica en la “supervivencia”, aunque precaria, del Frente de Todos, encarnación política del cristinismo exacerbado y el peronismo despojado, únicamente debido al espeluznante espectáculo de vodevil que están protagonizando los líderes que componen Juntos por el Cambio. Estos últimos han cometido, en su totalidad, un error de proporciones catastróficas al no contar con un candidato sólido en quien alinearse y encontrar la anhelada cohesión. Unos y otros conforman un decepcionante circo político montado sobre las ruinas en que han dejado a la nación.
Nuestro país ha sido asolado por el peor gobierno que ha experimentado en toda su historia democrática. Algunas “certezas” son más que suficientes para corroborarlo, como el alarmante índice de inflación que supera los tres dígitos, mientras que países como Paraguay lograron mantenerlo en un índice de “cero” por ciento el mes pasado, a pesar de haber enfrentado también la pandemia y la irracional guerra desencadenada por la invasión rusa a Ucrania. Asimismo, las reservas del Banco Central, que numerosos analistas económicos estiman en cifras negativas cercanas a los 7.000 millones de dólares termina de conformar un presente desolador. El panorama se agrava aún más a consecuencia de la infinita emisión monetaria que está llevando adelante el Gobierno, que solo en junio superó la friolera cifra de $400.000 millones, para alcanzar los 2,3 billones en lo que va del año, lo que por cierto acarrea mayor inflación, en un círculo espantoso donde todo se va agravando aún más.
En la situación actual, la pregunta crucial que se plantea es qué posibilidades tiene el próximo gobierno de superar los desafíos actuales y encaminar la catástrofe en la que el populismo ha sumido a nuestra nación. Si bien es cierto que predecir el futuro político con certeza absoluta resulta arduo, es posible evaluar algunas perspectivas. Es cierto que las posibilidades de éxito para el próximo gobierno parecen escasas si consideramos el complicado escenario de la actualidad. La división en tres fuerzas políticas principales plantea un desafío adicional, ya que cualquier gobierno que resulte electo enfrentará una dura faena cargando con las consecuencias de los problemas actuales.
La falta de unidad y la lucha por el poder entre las distintas fuerzas pueden obstaculizar la implementación de políticas efectivas y la toma de decisiones necesarias para revertir la situación que vivimos. Además, es importante tener en cuenta que los problemas existentes no se detendrán a la espera de la asunción del próximo gobierno y los primeros “cien” días. Por el contrario, es probable que la situación empeore aún más. Los desafíos económicos, la inflación (y emisión) descontrolada, la inseguridad alimentaria y otros temas urgentes requerirán soluciones inmediatas y eficaces. No obstante, a pesar de este panorama desalentador, es importante recordar que la política es dinámica y que las circunstancias pueden cambiar. A medida que se acerquen las elecciones y se definan los candidatos, es posible que surjan nuevas alianzas y estrategias que puedan mejorar, al menos en parte, las perspectivas.
¿Podrá el próximo gobierno superar estos desafíos y conducir a la nación hacia un futuro prometedor? Es una incertidumbre más con la cual deberemos convivir todos los argentinos y que, como siempre, solo el tiempo despejará. De eso se trata vivir en la permanente incertidumbre argentina.
Por Jorge Grispo – Infobae