La política argentina atraviesa por aquella frase atribuida a Jorge Luis Borges sobre aquellos que quieren hacer un mapa del tamaño de un territorio.
Dron sociológico. Para una aproximación sobre la atribulada presentación de las listas presidenciales vamos a convocar nuevamente al politólogo canadiense Pierre Ostiguy. En particular, en su trabajo de 1997 Peronismo y antiperonismo: bases socioculturales de la identidad política en la Argentina, daba cuenta de que, para analizar la estructura política nativa, no era suficiente la distinción tradicional entre izquierda y derecha, sino que se debía incorporar componentes propios de la cultura y que los caracteriza como “alto” y “bajo”. Lo interesante del planteo es que, para entender los procesos políticos, no es suficiente la denominación ideológica de los protagonistas, sino que se deben articular con las apelaciones o llamamientos de estos hacia las bases sociales, en términos de estas últimas.
La definición de lo “alto” o lo “bajo” no es fija, se trata de identidades socioculturales que no se relacionan estrictamente con el nivel económico o educativo; se puede observar, por ejemplo, que muchos jóvenes universitarios de buen pasar pueden adherir al “bajo” aun en sus modos y valores. En su extremo, lo “alto” se relaciona con las perspectivas fundacionales de una elite que tiene valores cosmopolitas, modos refinados y es deseante de la autoridad formalista, impersonal y con jerarquías sociales. En cambio, lo “bajo” se organiza en las formas de los sectores populares, con modos desinhibidos (toscos), callejeros, valores nativistas, relacionamiento horizontal y la relación emotiva con un(a) líder que vincule subjetividades y demandas dispersas. En la era de la imagen, estas modalidades tienen cada vez más una impronta estética. Tampoco el eje izquierda-derecha permanece fijo. La izquierda ha incorporado valores feministas, ecologistas y de la cultura woke y la derecha se ha desprendido de viejas anclas fascistas, y se ha vuelto antiglobalizador con su cultura Altright.
El mapa político debe actualizarse no solo por las novedades electorales, sino por la intensidad de las formas apelaciones, las modalidad en se vinculan comunicacionalmente bases sociales y dirigencia política. Es claro que dos décadas de polarización entre kirchnerismo y antikirchnerismo no han pasado en vano y los gritos forjados en la fragua de Intratables persisten en los deseos de romper todo. En este sentido, el mapa que acompaña a este artículo busca plantear una primera aproximación al panorama electoral tras la presentación de las listas. El intento es incorporar al mapa la mayoría de las fórmulas, aunque muchas sean un total misterio y difícilmente accedan a la elección general.
Del carisma a la teología. En las listas de las fuerzas mayoritarias se pueden observar dos desplazamientos. Primero, el corrimiento al centro de Unión por la Patria con Massa-Rossi y el movimiento de Larreta-Morales rumbo a la intensidad. El cambio raudo de la fórmula presidencial de UxP tomó toda la agenda informativa de la semana posterior a la presentación de listas e instaló la discusión sobre las razones del salto. Como plantea el sociólogo argentino Lucas Rubinich, dos elementos se pueden destacar: primero, “como apuesta electoral es interesante, porque si hay algo que tiene Sergio Massa es una voluntad y ambición política impresionante en términos personales y, en comparación con los demás candidatos, tiene un carisma tradicional”. En segundo término, “puede identificarse con una tradición, ya que lo bancan los sectores más progresistas de esa tradición”. Rubinich explica que en el marco de “una fórmula irremediablemente perdedora que había ofrecido Cristina al principio, Massa ha abierto la posibilidad de ganar, sobre todo si la contendiente es Patricia”. Aquí surge el segundo elemento a subrayar “es la alianza de Massa con Máximo Kirchner y del apoyo que se espera de Cristina en un marco de restricción de alternativas”.
En un marco de corrimiento de la sociedad hacia la derecha, el pragmatismo manda. Massa cuenta con una ventaja importante y es su rápida llegada a los sectores populares en virtud de su figura carismática, como señala el sociólogo, aspecto que seguramente va a ser profundizado en campaña en potencial competencia con Cristina Kirchner, figura dominante en esos espacios sociales. Con el retiro de la fórmula encabezada por Wado de Pedro se elimina la única opción de centroizquierda, mientras que el espacio de Grabois (de menos envergadura electoral) plantea una opción más radicalizada casi en términos de la teología de la liberación de los años 70.
Cambios, necesitamos cambios. El pragmatismo también organiza el reposicionamiento de Horacio Rodríguez Larreta en su giro hacia la intensidad halconizada. Con la incorporación de Gerardo Morales, Miguel Ángel Pichetto y José Luis Espert en sitios claves, Larreta espera librar con éxito la gran batalla contra Patricia Bullrich, quien es hoy vista como ganadora de las primarias calientes de JxC. La estrategia del jefe de Gobierno parece ser una diferenciada en dos etapas: mostrar mayor intensidad hasta las PASO, para volver a la moderación y el consenso del 70% hacia las generales. Obviamente, esos cambios generan tantas dudas como las definiciones de Cristina Kirchner en la larga campaña que hoy parece conducir a un ballottage el 19 de noviembre. También Bullrich ha ido radicalizando su discurso para converger lentamente con parte del espacio del candidato libertario.
A la izquierda de la pantalla, cuatro opciones no muy caudalosas electoralmente compiten con cuatro fórmulas. Incluso aparecen unas primarias en el FIT-U con listas encabezadas Gabriel Solano y Miriam Bregman. Del otro lado emerge Guillermo Moreno erigido guardián de la doctrina peronista. Sus modales teatrales se asemejan a los de Milei y puede resultar un obstáculo en PBA si la elección de Axel Kicillof y el candidato ganador de JxC resulta cerrada. Algo parecido pasa con Juan Schiaretti, pero con Larreta. Hoy tiene una oportunidad de ocupar el espacio que abandonó el alcalde porteño, y posible socio.
El mapa nunca coincide con el territorio, pero siempre muestra algunas rutas.
Por Carlos De Angelis – Perfil