Misiones Para Todos

Detrás de todo neofascismo hay un populismo de izquierda que fracasó

“La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”-Antonio Gramsci

Empate catastrófico

En un momento determinado del desarrollo político de las contradicciones sociales, los dos bloques que se enfrentan en la lucha de clases pueden ingresar en un empate. Un empate que significa que ninguno de los dos bloques puede imponer definitivamente sus ideas y programa al otro. Como resultado de este “empate” se produce una crisis de representación política donde todo es cuestionado o entra en discusión o debate, ya que el estancamiento político que origina este empate catastrófico hace que ninguna de las dos expresiones políticas de la sociedad pueda resolver las demandas que cada grupo social necesita colmar. En ese estancamiento la crisis de representación encuentra su explicación.

Este proceso, además, pone de manifiesto los dos proyectos de sociedad que están en discusión y reactualiza las tramas de debate económicas y políticas que subyacen en el país desde la génesis de su conformación como Estado Nación. Desde luego, esta situación puede durar mucho tiempo, pero también debe encontrar una resolución. De lo contrario, el sistema político dominante logrará reagruparse en una tercera vía que, a caballo de personalidades carismáticas o mesiánicas, instalará nuevamente su proyecto político reaccionario actualizado.

Dejando al sector social emergente y pujante que luchaba por resolver la contradicción presente en la sociedad en favor del pueblo, en inferioridad de condiciones nuevamente.

Es decir, puede surgir una manera regresiva de resolver la contradicción social que tendrá como principal víctima al pueblo y los sectores más dinámicos de la sociedad. Los que luchan por encontrar un nuevo marco normativo de derechos, modificar viejas relaciones sociales y transformar estructuras económicas desigulaes antiguas.

Esta es parte de la atenta lectura a Gramsci que realiza Álvaro García Linera, a la luz de los acontecimientos bolivianos que llevaron al poder a Evo Morales y las tensiones lógicas que atravesó ese proceso de cambio:

“El empate catastrófico es una etapa de la crisis de Estado, si ustedes quieren, un segundo momento estructural que se caracteriza por tres cosas: confrontación de dos proyectos políticos nacionales de país, dos horizontes de país con capacidad de movilización, de atracción y de seducción de fuerzas sociales; confrontación en el ámbito institucional -puede ser en el ámbito parlamentario y también en el social- de dos bloques sociales conformados con voluntad y ambición de poder, el bloque dominante y el social ascendente; y, en tercer lugar, una parálisis del mando estatal y la irresolución de la parálisis. Este empate puede durar semanas, meses, años; pero llega un momento en que tiene que producirse un desempate, una salida.”, sostiene el ex vicepresidente boliviano.

Detrás del auge del neofascismo hay un populismo de izquierda que fracasó

Cuando el filósofo marxista alemán, perseguido por el nazismo, Walter Benjamin, tuvo que explicar el auge del fascismo, realizó la siguiente reflexión:

“Detrás de cada fascismo hay una revolución fallida”.

Si bien es cierto que resulta tentador pensar a Milei (o a Trump, Orban, Vox o Meloni) a la manera simple. Es decir, pensarlos como dirigentes fascistas. No resulta correcto, ya que el fascismo tiene dos características claves que este tipo de lideres mesiánicos posmodernos no poseen.

La primera y más evidente es que los gobiernos de Hitler o Mussolini instrumentaron un plan de exterminio sistemático, desde el control del Estado que, en el caso alemán, por ejemplo, significó la muerte de seis millones de personas.

Está claro que la tendencia ideológica de los lideres contemporáneos de la extrema derecha es supremacista, xenófoba, racista y antiderechos, sin embargo (salvo la expresión del salvadoreño Nayib Bukele, que actualmente está lanzando una cacería humana bajo el lema de “combatir a las maras”) aún no se puede afirmar que puedan instrumentar un plan que se identifique como terrorismo de Estado.

El otro argumento para entender que no nos encontramos frente a un fenómeno fascista clásico, sino frente a algo novedoso, es el factor político-económico. El fascismo histórico fue un modelo económico basado en la producción industrial capitalista, mientras que este tipo de nuevas derechas antidemocráticas sostienen un pensamiento económico asociado al tecno neoliberalismo. Muestran cercanía con el mercado cripto, y con las escuelas hijas de la doctrina inaugurada por la Sociedad de Mont Pelerin. La sociedad dirigida por Milton Fridman y Friedrich Von Hayek. No son industrialistas, creen en el capitalismo financiero de las corporaciones del siglo XXI.

Son económicamente neoliberales e ideológicamente racistas conservadores.

En línea con Benjamín, el revolucionario italiano Antonio Gramsci, que pensó los interregnos donde los empates hegemónicos de los sectores sociales enfrentados en la lucha de clases frenaban el desarrollo de ambos proyectos de país, generando condiciones para el surgimiento de terceras posiciones (a las que denominó Cesarismos Regresivos) que busquen restituir el poder a los sectores dominantes, escribió lo siguiente:

“Al llegar a un cierto punto de vida histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales; es decir, los partidos tradicionales, en su determinada forma organizativa, con los hombres determinados que lo constituyen, los representan y los dirigen, dejan de ser reconocidos como expresión propia por su clase o su fracción de clase. Cuando se producen estas crisis, la situación inmediata se hace delicada y peligrosa, porque queda abierta a las soluciones de fuerza, a la actividad de potencias oscuras, representadas por hombres providenciales o carismáticos…. “

Más adelante, al respecto, dijo:

“En cada país el proceso es distinto, pero el contenido es el mismo. El contenido es la crisis de la hegemonía de la clase dirigente, producida o bien por que la clase dirigente ha fracasado en alguna gran empresa política suya en la que ha perdido o impuesto por la fuerza el consenso de las grandes masas… La crisis crea situaciones inmediatas peligrosas, porque los diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse rápidamente y de organizarse con idéntico ritmo… Cuando la crisis no encuentra esta solución orgánica, sino la del jefe carismático, significa que existe un equilibrio estático (cuyos factores pueden ser diversos, pero en el que predomina la inmadurez de las fuerzas progresivas); significa que ningún grupo, ni el conservador, ni el progresista, tiene fuerza para hacerse eco en la victoria, y que incluso el grupo conservador tiene necesidad de un Amo.”

En medio de encrucijadas que paralizan, la salida siempre debe ser la respuesta política a las demandas sociales. Políticas que canalicen demandas y resuelvan problemas, modificando las estructuras económicas y sociales en decadencia. De lo contrario, el surgimiento de nuevas figuras (que hasta pueden llegar a ser monstruosas) será el correlato triste de una política de transformación fallida. Detrás de todo neofascismo en ascenso habrá un populismo de izquierda que fracasó.

¿Qué sujeto, qué programa?

Ahora que Milei se acerca al FMI, y a los economistas del Grupo Cema (neoliberales “clásicos”), la pregunta por el rol que jugará el Poder Real de Argentina frente al candidato que ganó las PASO adquiere sustancial relevancia.

Como ya lo vimos, en situaciones de empate catastrófico, el bloque dominante puede inclinarse a sostener figuras mesiánicas y carismáticas, provistas con cualidades casi mágicas; llenas de atributos que “podrían resolver” el estancamiento político. Sin embargo, aún no está claro que el espacio político de Milei sea el encargado de representar los intereses de los sectores dominantes de Argentina que, si bien son ampliamente conservadores, necesitan cierta seguridad normativa para poder sostener un modelo financiero de saqueo a expensas del Estado.

Si observamos el desarrollo histórico de este espacio social, podemos considerar que su expresión política natural continúa siendo el macrismo, encarnado en la figura de Bullrich. Sin embargo, en un escenario inesperado, los apoyos y las esperanzas del bloque dominante pueden virar. Lo que más hace pensar en que ese apoyo no se consolide, es la inviabilidad práctica de un modelo como el de Milei. Más teniendo en cuenta la recientemente fallida experiencia macrista.

Es en este impasse que se puede tejer una táctica electoral que conduzca al peronismo a una victoria. No será viendo en el electorado adverso una masa de imbéciles que no saben votar, sino integrando la certeza de que los votos esquivos son el resultado de una política que falló. El objetivo es buscar a ese votante no sólo en términos discursivos, sino con medidas económicas que modifiquen sus condiciones materiales de existencia de la manera más inmediata posible.

Solo así se podrá verificar la “diferencia” entre los proyectos de país que expresan la derecha neofascista de Bullrich y Milei y el proyecto de desarrollo tecno industrial con justicia social que pretende defender el peronismo.

El peronismo deberá reencontrarse con su sujeto histórico: la clase obrera. Saliendo del esquema de la primacía del enfoque cultural. Re orientando sus líneas prácticas e ideológicas hacia la política económica. En un verdadero proceso de viraje que salte por encima de los prejuicios posmodernos que sustentaron la década ganada. Solo así podrá consolidar un programa que represente correctamente a los sectores sociales a los que dice defender.

Post-scriptum: Lo nuevo no termina de nacer

El interregno en que se encuentra la fuerza mayoritaria del peronismo no colabora con el escenario económico y social… y viceversa. Las tensiones de fracciones que aparecen no solo entre el peronismo clásico y el peronismo kirchnerista, sino entre los propios espacios del kirchnerismo son síntomas de una crisis avanzada.

Un fraccionalismo que muestra sus dientes con fuerzas hermanas a la hora de negociar cargos, espacios y beneficios estatales, pero que encuentra unificación política a la hora de pasar a la resistencia por fuera del Estado (esto sin descartar que las tensiones políticas de la etapa oficialista dejan saldos a la hora de buscar perpetrar esa unificación).

Al respecto cabe destacar que los espacios políticos sindicales y sociales nacional-populares coinciden en el modelo de país que quieren. No hay contradicción allí. El conflicto surge por los grados de burocratización o por las lógicas liberales que subyacen en las mentalidades de los dirigentes que conducen gran parte de los espacios que representan a cada una de las organizaciones que nuestro pueblo supo construir. Conflictos que son pujas por porciones de poder dentro del Estado. Cuando el campo popular abandona el Estado, esas tensiones no desparecen, pero se distienden notablemente.

Hablamos de contradicciones secundarias que no se abandonan y se profundizan en el marco de contradicciones principales que cercan el futuro nacional.

Una guerra de posiciones al interior del campo nacional y popular, que no tiene por objetivo la “liberación nacional”, sino la hegemonía de un sector político por sobre el resto (hegemonía que cada vez aparece más lejana). Este brutal internismo es el que establece el mayor escollo para la construcción, consolidación y ampliación de un espacio político de masas que integre e interpele a las mayorías populares con una agenda programática transformadora.

Se impone, por tanto, un necesario recambio generacional de la dirigencia y una renovación de liderazgos que deberá ser verificado en sus niveles de representación real, su origen social y étnico, y su capacidad de trabajo, tanto como de gestión y resolución de los problemas de la base a la que aspiran conducir.

El campo nacional popular está viendo morir un modelo de conducción y de forma práctica de interpretar y hacer la política. En paralelo una nueva forma está naciendo, buscando validación mientras da pelea contra el otro bloque social que intenta restablecer una Argentina para pocos. Es decir, dos tipos de contradicciones están resolviéndose en simultáneo (las externas, y las que están en el seno del pueblo).

Como tendencia política que más y mejor convocó a los sectores sociales al cambio en los marcos democráticos, el kirchnerismo deberá negarse en sus facetas más incapacitantes para poder hacer nacer una etapa de superación político-económica, para así reencontrarse con la base electoral que viene perdiendo desde hace diez años.

Entre las cosas que debe revisar, se encuentran sin duda los colores de piel de quienes toman las decisiones. A qué intereses de clase responden las conducciones de los espacios político-sociales-sindicales que buscan conducir el proceso, y cuál es el nivel de transformación que se verifica en la realidad detrás de toda la ideología que el espacio pueda presentar, por más válida que ésta sea.

He aquí algunos de los desafíos para que lo nuevo termine de nacer.

Por Rodrigo Lugones- Apu