Argentina: entre lo malo conocido y lo malo por conocer
Una ofensiva táctica de carácter disciplinador acompañó el aluvión de votos libertarios, como prefigurando a la Argentina que se viene: Un militante internacionalista inducido a la muerte en pleno Obelisco porteño, la infantería desalojando entre gallos y medianoche el corte de Purmamarca, el garroteo contra los ferroviarios terciarizados, el escrache negacionista contra varios colegios secundarios, constituyen hitos que encuentran su antecedente inmediato en la cacería de activistas antirreforma producida en Jujuy durante el último Día de la Bandera. Nada parece más sensato ante dicho panorama que la confluencia activa – y supra electoral – de todas las fuerzas populares que se resisten a que nuestro país se convierta en una maquila de los mega fondos de inversión globales como Black Rock.
“Una golondrina no hace verano”
Asimilado el cimbronazo inicial de ver nuestro mapa teñirse de violeta, colocando ventajosamente en carrera hacia la presidencia de la Nación al más outsider de los candidatxs – y al que muchas encuestadoras daban en baja -, comienza a comprenderse que lo que el voto de las mayorías produjo no fue un cheque en blanco sino una advertencia a esa clase política que les dio la espalda.
Entre tantas opiniones vertidas, destacaremos una producida desde el pensamiento crítico, que interpretó dicho fenómeno como una suerte de 2001 pasivo contra los referentes de “La Grieta” (Macri y Cristina), dado que ambos defraudaron su respectivo contrato electoral.
Las corrientes políticas surgidas de la crisis del 2001 (kirchnerismo y macrismo) debieron aceptar que el significativo triunfo en casi todo el espectro federal de un candidato sin estructura nacional no se explica sin la traición de gobernadores e intendentes a sus propios partidos de origen.
En referencia a las dos últimas administraciones del Estado, a primera vista podría inferirse que una sociedad altamente insatisfecha parece haberse planteado – incluso ante el compromiso de votar (recuérdese que el candidato ganador contabilizó alrededor de 7 millones de votos y entre abstencionismo y votos anulados la cifra ascendió a unos 13 millones) – algo así como “porqué voy a responderle a un Estado que no me responde”.
El peronismo/kirchnerismo conserva el bastión bonaerense como retaguardia para cranear su contragolpe. Si en vez de hacer la plancha es capaz de poner en valor sus tres banderas históricas, acaso tenga chance de demostrar su proverbial resiliencia. Por lo pronto, las tres centrales obreras y otros espacios gremiales se autoconvocaron a “una asamblea por los derechos laborales” en el Congreso de la Nación en procura de garantizar “los cuidados en el mundo del trabajo”. Es una virtual respuesta a la propuesta de eliminar los derechos laborales.
La suerte de Juntxs por el Cambio, jugando como “segunda marca” de la derecha, es mucho más incierta.
En los últimos días, las voces más alarmistas – que tildan a Milei de fascista, pasando por alto la base nacionalista de aquel movimiento – han vaticinado la inauguración de una era de oscurantismo sin precedentes en caso de que el economista anarcocapitalista se imponga en las elecciones generales. A su vez, con extrema liviandad, se lo ha comparado con dos antiglobalistas como Trump y Bolsonaro, que llegaron a la Primera Magistratura cabalgando sobre sendos movimientos sociales, sustento del que este mediático personaje carece.
En videoconferencia organizada por la Editorial Siglo XXI inmediatamente después de las PASO, el cientista social Andrés Malamud culminó su intervención arriesgando una comparación sumamente atinada: “Milei no es Bolsonaro sino Collor de Melo”.
Para entenderla vale la pena recordar que el mandato de aquel ex presidente brasileño estuvo signado por la aplicación del plan de reestructuración más severo de la historia del país: privatización de empresas, desregulación de las negociaciones salariales, confiscación temporal de ahorros y depósitos bancarios, recortes en programas sociales, etc. El desempleo aumentó, los salarios cayeron y el país se encontró en recesión económica. Estos desajustes en el plano económico y las acusaciones por corrupción que salieron a la luz en 1992, llevaron a la presentación de un impeachment en el parlamento, que lo destituyó de la presidencia.
Recapitulando, resulta tan razonable suponer que Milei llegue a un ballotage, como apresurado considerar que repetirá en las elecciones de octubre el mismo batacazo que dio en las intermedias.
En el peor de los casos, cualquiera que haya revisado atentamente su programa de gobierno – y tenga presente la insoslayable tradición de lucha del pueblo argentino -, seguramente concluya que un triunfo de La Libertad Avanza en los comicios presidenciales augura un frágil horizonte para la gobernabilidad.
El agotamiento del Siglo XX
Si algo han demostrado las campañas electorales realizadas en nuestro país hasta la fecha ha sido la repetición de viejos clichés que tuvieron eficacia en otro contexto histórico.
Para definir a qué sociedad le habla hoy la política vale la pena repasar en qué escenario nos encontramos.
En historia económica, el capitalismo industrial es la etapa de desarrollo del sistema capitalista de producción que se corresponde con el advenimiento de la Primera Revolución Industrial (entre los siglos XVIII y XIX), y que sustituyó al llamado capitalismo comercial del momento.
El rasgo fundamental del capitalismo industrial fue el reemplazo de los métodos de producción artesanal mediante el uso de maquinaria, lo cual permitió una producción mecanizada que fue de la mano del desarrollo científico tecnológico. Esto quiere decir quela producción se hizo más veloz y eficiente a través de la implementación de máquinas industriales, y que dicho reemplazo se hizo cada vez mayor a medida que nuevas y mejores maquinarias eran inventadas.
El impacto del capitalismo industrial en el mundo fue enorme. El éxito de su modelo otorgó el predominio económico a los países europeos altamente industrializados, como Gran Bretaña, Alemania y Francia, muy por encima de las potencias agrícolas mundiales. Esto trajo consigo una importante migración del campo a las ciudadesy la transformación en clase obrera del antiguo campesinado, así como el abandono de los métodos artesanales de producción industrial. En esto tuvieron una gran importancia las nuevas tecnologías del momento, como la máquina de vapor.
Pero – y he aquí a “la madre del borrego” – el capitalismo industrialfue reemplazado en el siglo XX por el capitalismo financiero y el capitalismo informático o digital, un proceso clave para la construcción de una economía globalizada como la contemporánea.
Con el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo financiero, el régimen de acumulación cambió y lo que lo sostiene no es ya la explotación del trabajo humano vivo sino directamente la destrucción de las instituciones sociales.
Así, la actual acumulación se realiza sobre la precarización de millones de trabajadores y el desplazamiento de gran parte de ellos hacia la desocupación definitiva, desarticulando la protección de derechos. De modo que hoy la variable de ajuste no es el salario sino la existencia misma del asalariado, ya que en Argentina el 50,2% de la población está inmersa en la informalidad.
Y justamente ese gregario sujeto social ya no constituye la clientela cautiva de los partidos políticos que tuvieron su máxima gravitación durante el pasado siglo.
A ello se suma que a lo largo de la cuarentena se deterioró severamente el poder adquisitivo de esos sectores informales que oportunamente constituyeron la base social del actual gobierno. La primera manifestación de dicho fenómeno fue la altísima abstención en las primarias de 2021.
Si se mira el mapa de la Argentina, en diez provincias hay más inscripciones en el registro de la economía popular que en la privada. Tucumán, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Misiones, Jujuy, Formosa, Corrientes, Catamarca y La Rioja. En la mitad de ellas ganó Milei.Por otro lado, en 12 provincias la economía popular registrada supera en cantidad a los asalariados registrados del sector público: Buenos Aires, Tucumán, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Misiones, Jujuy, Mendoza, Corrientes, San Juan, San Luis y Santa Cruz. En siete de ellas, ganó el diputado libertario.
El supuesto salto al vacío de ese electorado que en las recientes elecciones intermedias optó por quien supo diferenciarse nítidamente de lo que denomina “casta política” encuentra alguna de sus motivaciones en esa realidad de base, dado que los partidos políticos tradicionales le hablan a un sujeto social que fue hegemónico durante el Siglo XX, pero que en el capitalismo financiero e informático tiende a contraerse.
Otro factor influyente son las superdevaluaciones e hiperinflaciones, rasgos por excelencia de la violencia monetaria, y sus efectos de disciplinamiento en la sociedad, dado que estos fenómenos están al servicio de los miedos y la despolitización.
En el marco de la atomización social que suele acompañar al caos económico, a muchas personas solo les queda refugiarse en la vida privada, con la esperanza vana de encontrar alguna seguridad. Cuando se está en el pico de una crisis, la gente siente amenazado su sentido del orden, aquello que le hace inteligible su vida en sociedad, debido a lo cual suele volverse más obediente frente a los programas de ajuste y los economistas supuestamente salvadores.
Sin embargo, en esa violencia monetaria hay una brutal transferencia de recursos a las manos de quienes desencadenan y operan dicho proceso, incrementando la distribución desigual del ingreso. Sin ir más lejos, en los últimos cinco años, el 10% más rico de la población se convirtió en dueña del 49,8% del ingreso total.
En consecuencia, los escenarios de globalización financiera favorecen que las sociedades tiendan a organizarse dualmente. Por un lado, hay un sector altamente instruido y con acceso a la tecnología compleja, integrado al mundo, y por el otro quienes no tienen nada de estos saberes y prácticas y que con sus viejos oficios quedan socialmente excluidos.
El presente demuestra que hemos llegado al fin de los programas de ajuste. De no ser así, deberemos resignarnos a la regulación de la pobreza, la administración de la precariedad, y a vivir a considerable distancia de la deseada cohesión social.
El Ministro de Economía candidato a presidente ya aplicó las medidas acordadas con el FMI, como el nuevo dólar agro, impuestos a las importaciones, quita de subsidios a tarifas de luz y gas, asumiendo el riesgo de la reacción social a pocas semanas de las elecciones – ya se han registrado los primeros saqueos a supermercados en la localidad de Las Heras (Mendoza) y posteriormente en Río Cuarto (Córdoba) – y aceleración de la tasa de devaluación del tipo de cambio oficial.
En esta clase de relación desigual, la demostración de buena voluntad del deudor procura que el acreedor “crea” que se cumplirán los términos del acuerdo.
Si se evalúa en perspectiva histórica, este comportamiento de los acreedores internacionales se expresó en un período cambiario (primer semestre del año) en el cual se acumulaban reservas, pero ahora no ha sido así por el impacto negativo de la sequía.
Ese oscuro panorama exhibe una pérdida récord de dólares de exportación. No obstante, pese a este impacto negativo hubo exigencia de medidas de sesgos regresivos y, para apretar un poco más la soga en el cuello del deudor, se demoraron los desembolsos de dólares hasta después de las elecciones.
Para fin de año se espera que Argentina mantenga un saldo negativo con el Fondo de aproximadamente 4300 millones de dólares. El voto del organismo está cantado y lo ejerce sin ningún pudor.
“No está muerto quien pelea”
Una lección que debería tener en cuenta la militancia en general, a partir del contundente resultado de las PASO, es que la palabra parece estar en penitencia.
De hecho, gran parte del electorado joven ha apostado por la gestualidad.
Pero aún sobre la amenaza latente que propone el resultado de esa votación, la única alternativa sigue siendo encaminarse hacia un modelo de sociedad de semejantes, en cuyo seno nadie esté excluido y donde se impone una reforma de la matriz productiva y distributiva, la implementación de políticas de pleno empleo, desprecarización laboral, garantía y calidad educativa, y formación profesional para la empleabilidad, de cara a un mundo en el que varios países se van ocupando de reducir la jornada laboral para que cada más excluidos se vayan integrando al proceso productivo, iniciativa que aún crispa a los mandamases empresariales de por aquí.
El desafío de una nueva utopía exige, en consecuencia, ir generando un horizonte intermedio entre la Argentina del pleno empleo y la amenaza de la uberización laboral.
En conclusión, quien apueste por un futuro venturoso deberá demostrar – ya no prometer – de qué manera multiplicar los panes y los peces.
Hasta entonces, toda la esperanza reside en el sentido común y la dignidad del sabio pueblo argentino. –
Jorge Falcone-La Gomera de David