“Cuando duermo, sueño que soy boxeador”, dice el actor que de chico aseguraba que iba a ser campeón del mundo aunque, contó, su padre le advirtió qué cosa le faltaba y por la cual nunca lo lograría.
El amor de Luciano Castro hacía el boxeo es incondicional. Ha logrado conquistar al público argentino y de otras latitudes como actor y lo suyo parece ser ese oficio, pero aunque reconoce el privilegio que alcanzó desde ese lugar, dejaría todo (dijo), por su sueño de trabajar con un campeón del mundo del deporte que le cruza el alma y le moviliza la mente desde que era chico.
Papá y mamá
“Mi mamá era docente en escuelas rurales y de zonas necesitadas. Muchas veces rechazó trabajar en colegios privados para estar cerca de los chicos necesitados. Yo le decía que iba a ser campeón del mundo, imaginate. Colecciono vendajes y ropa de boxeadores. Mi papá sabía que no iba a llegar porque no tenía lo que hace falta: hambre. Y ojo que en casa tampoco nos sobraba nada”, apuntó.
Sergio Víctor Palma
El actor de Valientes recibió a TN en su propio gimnasio donde el boxeo está en todos lados. Bolsas, guantes, vendas, posters de Alí… Y desde allí cuenta y recuerda los tiempos felices que vivió junto al campeón de boxeo Sergio Víctor Palma. ”Fue un ejemplo de humildad porque perdió todo y se fue sin pedirle nada a nadie. Un día mientras yo saltaba la soga me dijo que a él, la leyenda mexicana Marco Antonio Barrera le duraba un round. Paré de entrenar para que me cuente cómo haría para vencerlo. Siempre quise escucharlo”.
Charly
Junto a su amigo Charly Rodríguez tiene proyectado darle más difusión al boxeo. “Sueño con tener un programa de boxeo. Cuando miró las peleas por televisión les habló a los periodistas. Además hago las tarjetas de cada pelea. Estoy dispuesto a que me hagan un casting así vos no te quedás toda la vida comentado boxeo”.
Luciano
¿El boxeo te quita el sueño?
-El boxeo es parte de mi vida. Empecé a entrenarme con Abel Laudonio, que era un hombre hermoso. Abel me decía “pibe, a mí por ser lindo me quisieron pegar mucho. Vos pensalo bien si te querés meter en esto”. Aclaremos que Abel Laudonio le ganó a Nicolino Locche como profesional y ganó la medalla de bronce en Roma. A mí el gimnasio que estaba enfrente del club Arquitectura me quedaba cerca. Yo tenía el pelo largo y estaba todo bonito. No me sobraba nada, pero tenía las seis comidas y a la noche no tenía frío. Los pibes del gimnasio supieron entender mi pasión.
¿Te bancaste el rigor del boxeo?
-Me acuerdo que como era fanatico de Juan Domingo Martillo Roldán usaba el modelo de sus botas. No te das una idea de lo que me pegaron en ese gimnasio, pero yo quería tener la seguridad de que podía intentarlo. Yo me voy a dormir y sueño despierto con que me llama el promotor Bob Arum y me convoque a pelear porque se le cayó un boxeador. Ese sueño infantil y estúpido me encanta. Mientras entreno en mi gimnasio escucho imaginariamente a Osvaldo Príncipi o Walter Nelson relatando mis peleas.
¿Tenes ídolos en el boxeo?
-Yo disfruté mucho de Gustavo Ballas, pero mi gran ídolo es Uby Sacco. Yo a Sacco lo seguí en la década del ochenta. En el Luna Park teníamos abono anual, fila 7, asientos del 8 al 14. No vi en mi vida un boxeador como Sacco que enloquecía a mujeres y hombres. Uby era hermoso, lástima que le faltó pegada y conducta. Que siga descansando en paz.
¿Recordás cuando Sacco logró el título mundial?
-Yo compartí momentos oscuros en la vida de Uby Sacco y no me molesta decirlo. Sacco le tuvo que ganar dos veces a Gene Hatcher para ser campeón mundial. La segunda pelea con Hatcher fue una locura porque lo rompió todo. Y verlo a Sacco pidiéndole al árbitro que pare la pelea es un hecho histórico.
Otra cosa de locos: conociste a Mike Tyson…
-Ese día casi me matan los tipos de seguridad. Quedé de frente a Tyson y le agarré la mano derecha y después la besé. Me podía haber matado él o un seguridad, ¿entendés? Con Evander Holyfield fue diferente porque le llevé unos guantes para que me los firme. Me los firmó, pero me puso un pasaje de la biblia evangelista. Le pregunté a Sabrina, que era mi mujer, y no entendiamos nada. Volví a Bailando por un Sueño, donde hacía que bailaba y le dije que quería su firma. Le di a entender que su religión me chupaba un huevo.
¿Qué significa estar en el rincón de un boxeador?
-Eso es pasión. Aparte puedo acompañar a mi amigo Charly Rodríguez, que se encarga de entrenar a varios chicos. Estuve en el rincón de Walter Yacaré Sequeira y de Juan Carlos Reveco en peleas de título del mundo. Viví momentos de mucha tensión en esos minutos para rehabilitarlos. Yo le meto hielo en los huevos, les tiro de las orejas y le saco el bucal. Cuando el Yacaré ganó por nocaut en el Luna Park decidí no subir al ring para festejar.
¿Había prejuicios con tu presencia?
-Sí, pero yo ya tenía un recorrido importante en el boxeo, guanteando en la zona norte con el demente de Esteban Valencia. Te decía “acá no pasa nada” y de repente estabas arriba del ring contra Mayweather. Además recorrí mucho el interior acompañando a los boxeadores de Charly Rodríguez. Eso te va dando experiencia.
¿Y el boxeo por sobre la actuación?
-Si hubiera tenido suerte en el boxeo, no hubiera sido actor. Por el simple hecho de trabajar para un campeón del mundo yo dejo todo. No me importaría la plata. Y tengo en claro que soy una persona privilegiada en mi laburo, donde puedo elegir lo que me ofrecen y hay colegas que no lo pueden hacer.
¿Tu hijo mayor, también boxeador, es un reflejo tuyo?
-Por suerte no, porque tiene vida propia. A mi hijo le encanta boxear. A mi mamá le digo que a Mateo no lo incentivé a que sea boxeador. Y ella me dice “Luciano, vos durante cuatro años lo llevaste todos los jueves al gimnasio. Te veía vendarte, entrar en calor y pegarle a la bolsa”. Recuerdo que yo ya estaba separado de su madre y estaba con mi hijo todos los jueves.
¿Te da satisfacción verlo boxear?
-No, para mi no es un plan familiar. Yo lo miro solo y bien alejado de todos. Y si va la madre me siento en la otra punta. Mi hijo no quiere que esté en su rincón, no me quiere ver en el gimnasio o que le arme un plan de pelea. Se entrena en un gimnasio humilde de Villa Adelina junto a sus amigos.
¿Tuviste trato con Sergio Víctor Palma?
-Sergio me entrenó durante mucho tiempo. Tuve la fortuna de compartir un gimnasio con uno de los grandes campeones que tuvo nuestro boxeo. Me decía “dale, Luciano, que los golpes no duelen”. Y yo risueñamente le decía “pero Sergio, ¿cómo que no duelen si salgo de este gimnasio liquidado?”. Era gracioso porque Sergio nos enseñaba un boxeo que él no hacía. Él fue aguerrido y nos enseñaba un boxea de estilistas. Se creía que todavía tocaba la guitarra y cantaba.
¿De qué hablan los actores?
-Hablamos de la vida, de nuestros hijos y mucho de fútbol. Yo sigo creyendo que no todo es arte y no creo en los que hablan de arte las 24 horas. Mirá, esto es una bolsa de box ¿entendés?, no es arte. Soy “culo inquieto” y me gusta hacer otras cosas en mi vida.
¿Sos un actor de raza?
-Me considero un animal de la actuación porque no soy un intelectual de la actuación. Tengo capacidad para interpretar porque tuve al mejor maestro que fue Raúl Serrano, que me formó durante seis años. Además fui su asistente durante tres años. Si yo interpreto bien el texto, luego lo voy a ejecutar bien. Ese es mi punto fuerte porque voy a saber contar el cuento.
¿Y peleas tu “bolsa” como un boxeador veterano?
-Ahora selecciono mucho al grupo de trabajo. Trabajo desde los 17 años y sigo siendo un peleador. Al día de hoy no tengo representante y estoy curtido para hablar con tipos que no son nenes de pecho. Me dicen “tengo dos cajas de alfajores” y yo respondo “no, hijo, yo como vacío, de qué alfajores me hablás”. Los voy llevando para el terreno más áspero, para el lugar donde me conviene. Salimos de esa charla y son todos divinos. Nadie va hablar mejor de mí que yo.
¿Eso te lo dio la calle?
-Mi papá, mi padrino y toda esa banda de rufianes que me encerraban en el bar Tokio que estaba en la calle Alvarez Jonte. Me tragaba todo el humo de los “fasos” Le Mans y Particulares. “Vos te quedás con nosotros boludo, no te vas a ningún lado”. Cuando reniego de mis errores tengo que ver más allá de por qué los tengo, que quejarme tanto de lo inmediato.
Por Sergio Chiarito-TN