Azerbaiyán lanzó a mediados de septiembre una operación militar relámpago en Nagorno-Karabaj, una región montañosa de mayoría armenia en el sur del Cáucaso, cuya soberanía azerbaiyana tiene reconocimiento internacional pero fue motivo de disputas con Armenia hace más de tres décadas. La evolución de este antiguo conflicto no hace más que reflejar los profundos y acelerados cambios geopolíticos que se están verificando este año en casi todos los continentes.
Nagorno Karabaj, “Artsaj” para los armenios, es reconocida por la comunidad internacional como parte de Azerbaiyán, incluso Armenia desde 2020, pero sus 120.000 habitantes es de mayoría de origen armenio han tenido hasta ahora un gobierno local de estrechos vínculos culturales, sociales y políticos con Ereván.
Bajo el dominio soviético de Asia Central, era una región autónoma de Azerbaiyán, pero al derrumbarse la URSS estalló una primera guerra en la región, entre 1988 y 1994, que terminó con una victoria de Armenia, a un costo de 30.000 muertos y más de un millón de desplazados.
Más cerca en el tiempo, una segunda guerra en 2020 provocó casi 7.000 muertes y la recuperación azerbaiyana de algunos territorios de Nagorno-Karabaj y sus alrededores. Entonces, bajo el auspicio de la Unión Europea (UE), Armenia aceptó formalmente que la región era parte de Azerbaiyán, a cambio de “garantías” para la población de etnia armenia.
Un cese del fuego negociado por Rusia después de una exitosa ofensiva azerbaiyana de 44 días, desplegó dos mil cascos azules rusos en la región y cerca del Corredor de , la única carretera que conecta la región separatista con Armenia y que anteriormente había sido controlada por Fuerzas armenias.
Ese despliegue ruso en el Cáucaso Meridional se debilitó por la invasión a Ucrania y, entre avances diplomáticos diversos de otros actores regionales, como Turquía, Israel e Irán, terminó abriendo la puerta a la ofensiva final de Azerbaiyán sobre la región todavía gobernada de manera autónoma, pero ya sin la tutela de Moscú, que en el pasado supo proteger los intereses armenios.
La previa
La situación se precipitó desde el 11 de septiembre, cuando la propia Armenia inició unas maniobras militares con 85 militares estadounidenses y 175 efectivos armenios como parte de entrenamientos estándar para operaciones de pacificación de la alianza occidental OTAN, actor central de la guerra de Rusia con Ucrania.
Moscú hizo saber entonces que los ejercicios militares y la participación directa de Armenia con fuerzas occidentales demandaban un “análisis muy profundo”.
Una semana antes de la recuperación de Nagorno Karabaj por Azerbaiyán, la cancillería rusa convocó al embajador armenio en Moscú para manifestarle su preocupación por los “pasos inamistosos” de su país hacia Rusia.
La ofensiva azerbaiyana, no por casualidad, se lanzó el 19 de septiembre, un día antes del final de los ejercicios militares armenio-estadounidenses. Pashinyan se quejó amargamente de que sus “socios rusos” no hubieran alertado sobre el ataque.
Pero fue el mismo gobierno armenio que envió ayuda humanitaria a Ucrania, mientras el Parlamento de Erevan debatía la ratificación del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI), la misma que ordenó detener al presidente Vladimir Putin por deportación de niños ucranianos.
Los desplazados
Los separatistas armenios se rindieron rápidamente a las tropas azerbaiyanas, que ingresaron con el argumento de desbaratar operaciones “terroristas”, sin dejar espacio siquiera para una intervención del Consejo de Seguridad de la ONU y en plena Asamblea General (UNGA), cuando se repetían las voces en favor de un apaciguamiento de los conflictos armados en el mundo.
En cambio, Azerbaiyán anunció que no tendrá problemas en normalizar sus relaciones con Armenia, cuyo primer ministro, Nikol Pashinyan, ya les había anticipado tres años atrás a sus ciudadanos que sería muy difícil seguir protegiendo a la minoría armenia en la región. Eso sí, Bakú descartó mantener ningún estatuto especial para la región y sólo respetar a la mayoría armenia derechos educativos, culturales, religiosos y electorales pero apenas municipales.
Armenia acusa a Azerbaiyán de planificar una limpieza étnica en la región, una posibilidad que en las dos semanas que siguieron a la ocupación militar azerbaiyana ya ha empujado a casi 30 mil habitantes de etnia armenia a dejar el territorio por temor a represalias como las que no se veían desde la guerra de la ex Yugoslavia.
El acuerdo entre Azerbaiyán y Armenia firmado este 21 de septiembre en Yevlax establece la retirada de las tropas armenias que quedaban en Nagorno Karabaj, y el el desarme y disolución de los grupos locales de paramilitares armenios.
En lo inmediato, Bakú y Ereván deberán resolver la movilización de miles de refugiados desde Nagorno hacia Armenia. Organizaciones internacionales de derechos humanos ya habían denunciado antes el bloqueo de parte azerbaiyana del Corredor de , el único que conecta la región recuperada con suelo armenio.
Azerbaiyán prometió garantizar los derechos de la población de etnia armenia en Nagorno Karabaj, pero los antecedentes denunciados por los desplazados, cuando recuerdan lo ocurrido en territorios recuperados en 2020 por Azerbaiyán, de mayoría musulmana,, son de limpieza étnica y destrucción de iglesias cristiano ortodoxas.
El tablero regional
En un primer y claro movimiento geopolítico, sólo una semana después de recuperar Nagorno Karabaj, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíyev, voló a la región autónoma de Najicheván (otro enclave autónomo, entre Armenia, Turquía e Irán) para reunirse con su par turco, Recep Tayyip Erdogan, y discutir un corredor terrestre entre los dos países a través de Armenia, que se opone a la idea.
Es que Azerbaiyán busca establecer un puente energético y comercial con Turquía, imprescindible para cualquier equilibrio regional, en tanto puente de Europa con Asia. Bakú también aspira a servir de lazo para una conexión todavía más amplia de toda Asia Central con países del Golfo Pérsico. Detrás de Turquía, se alinean en el apoyo a Azerbaiyán países como Pakistán y Qatar.
Por otro lado, Bakú mantiene excelentes relaciones con Israel, lo que lo convierte en una pieza clave para contener una expansión de Irán en la región del Caspio, ahora que el régimen iraní se acerca a Rusia. Ante el avance azerbaiyano sobre Nagorno, Teherán no dudó en acusar a “los sionistas” de Tel Aviv de apoyar la ofensiva (fue proveedor importante de armas a Azerbaiyán para la ofensiva de 2020).
Irán, a su vez, es suelo de entre 15 y 19 millones de azeríes, cuando en todo Azerbaiyán viven 10 millones de esa etnia. Una consolidación del poder de Bakú puede alimentar las demandas de autonomía de los azeríes en suelo iraní.
De su parte, Rusia -proveedor de armamento para los dos países en conflicto- aclaró que Armenia es “un país cercano e importante aliado”, y sede de una de sus bases militares y miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva liderada por Moscú. Pero que también Azerbaiyán es “un socio muy importante”, en un esfuerzo por mantener la histórica pero decreciente influencia rusa en la región.
Mientras tanto, Armenia sigue alimentando su sueño de ingresar en la Unión Europea en una próxima ampliación del bloque, que Bruselas acaba de anunciar para 2030 y puede reemplazar a largo plazo la protección que había dado Rusia, aunque seguiría necesitando una paz con Azerbaiyán proveedor de gas a Europa.
¿Y Estados Unidos? Un año atrás, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, viajó a Armenia y criticó a Azerbaiyán por sus incursiones en la “seguridad y la democracia” armenias. Ahora, el secretario de Estado, Antony Blinken, quien había recibido a líderes armenios y azerbaiyanos en Alemania, denunció el “uso de la fuerza”. Poco antes de la ofensiva, la Administración Biden dijo que no toleraría limpiezas étnicas y atrocidades contra la población armenia
Para la Unión Europea, finalmente, es un asunto sensible el fortalecimiento militar de Azerbaiyán, pero sigue siendo un proveedor principal de hidrocarburos a Europa, a través del llamado Corredor de Gas del Sur, y Bruselas sigue con atención los movimientos de Turquía y Rusia frente al conflicto. A su vez, Armenia podría convertirse en una nueva especie de frontera del conflicto OTAN-Rusia.
La Comunidad Política Europea (CPE), una plataforma de debates estratégicos, promovió meses atrás una vía de diálogo directo entre Armenia y Azerbaiyán que resultó en una iniciativa para Armenia que contribuiría a dar estabilidad a sus fronteras, pero fracasada a la luz de los acontecimientos.
“El retorno de la violencia en septiembre es también un recordatorio del fracaso de los esfuerzos occidentales, bienintencionados pero a menudo poco entusiastas, por establecer un marco europeo de seguridad y derechos para el sur del Cáucaso”, se lamentó el think tank estadounidense Foreign Affairs.