Los políticos argentinos han tenido votantes que no estaban donde ellos pensaban que iban a encontrarlos.
¿A quién se le ocurriría ir a buscar delfines en un bosque? Metafóricamente, la mayoría de los políticos argentinos han tenido votantes que no estaban donde ellos pensaban que iban a encontrarlos. Obviamente, cuando esto sucede, las campañas electorales no solo pueden ser ineficientes, sino contraproducentes: por ir a buscar votos que, de todos modos, nunca se hubieran conseguido, se pierden los votos que se tenían asegurados. Siguiendo con las metáforas zoológicas, ahí está el refrán “más vale pájaro en mano, que cien volando”.
Lo que surge es una duda inquietante: ¿cómo la gente se va a sentir representada por políticos que, en el colmo de los colmos, desconocen a quienes pueden representar, y como Quijoteando, se ufanan por representar a quienes jamás podrían ser representados por ellos?
En las elecciones PASO recientemente llevadas a cabo, la competencia interna en las dos fuerzas políticas prevalecientes en la política nacional se entretuvo en el choque interno entre halcones y palomas. Las palomas tanto de Juntos por el Cambio como de Unión por la Patria se entusiasmaron con que en este primer choque electoral el surgimiento de un león resolviera a su favor la contienda. Javier Milei le restaría votos así a Patricia Bullrich, lo cual evidentemente favorecería a Horacio Rodríguez Larreta para imponerse en la interna con su rival. Por su parte, Unión por Todos se beneficiaría con la división de la oposición en dos, en la clásica estrategia del “divide et impera”. Tanto Rodríguez Larreta como Sergio Massa convergerían en la búsqueda del votante de centro, que en una sociedad con una “distribución normal de preferencias” son mayoría, disminuyendo la cantidad de votantes en los extremos del espectro político.
Las estrategias de los políticos centristas se guiaban entonces por el manual de la competencia política: quien captura el “centro gana las elecciones”, dado que la polarización política posibilita que ese espacio vacío entre los extremos sea ocupado por una tercera fuerza. Algo de eso había sucedido en el 2015, cuando el mismo Massa había congregado el voto de un 20% del electorado, que prefirió no votar ni en las PASO ni en la primera vuelta a los candidatos de las dos coaliciones en conflicto polar.
Ya por esa época se hablaba de que la política argentina se encontraba dividida en tres tercios. No se atendía a una cuestión decisiva: que ese centro emergía precisamente porque no existía competencia real entre las dos coaliciones preponderantes: o sea, los votantes peronistas no votaban a candidatos no peronistas y los votantes no peronistas no votaban a candidatos peronistas. La aparición de un candidato competitivo “neutral” generaba una oferta que canalizaba a los desafectos de un lado y del otro. No existía algo así como una Corea del Centro, sino un norte de Corea del Sur y un sur de Corea del Norte.
En las elecciones de 2019, ese centro geométrico se vio afectado porque que quien lo había representado en el 2015 retornó al redil peronista, llevándose consigo exactamente la mitad de lo que había cosechad como candidato presidencial: Alberto Fernández, de este modo, consiguió en las PASO lo que Daniel Scioli solo había podido lograr en el balotaje: 48%. Por su parte, el 10% centrista restante esta vez no pudo ser congregado por Mauricio Macri en su intento de reelección y se dispersó entre las candidaturas de Lavagna, Espert y Gómez Centurión.
Pero las elecciones clave para el malentendido actual fueron las legislativas pasadas, justo cuando un nuevo pescador apareció en la escena política argentina: los libertarios. Al principio, aventurándose a atacar solamente los cardúmenes porteño y bonaerense.
Esas elecciones fueron interpretadas como un gran triunfo de juntos por el Cambio sobre el oficialismo. Cosa que así sucedió y llevó a la coalición a una lucha intestina despiadada que hasta opacó la Grieta kirchnerismo/macrismo. Se jugaba en el bosque ante la extinción presunta de los “lobes”.
Sin embargo, y tal cual como Locke le había endilgado a Hobbes, los lobos dejaban pasó en un león más poderoso que los salvajes canes: Javier Milei. Y esto consumó la confusión generalizada. Milei, sustituía a los halcones de Juntos por el Cambio. Pero resulta que el capocómico libertario no había sido en 2021 una amenaza para la coalición opositora, sino que ya demostraba ser un depredador contra el peronismo. En dichas elecciones, todo el voto -repito- todo el voto a Javier Milei en CABA provino del Frente de Todos, 200.000 votos aprox., mientras Juntos por el Cambio aumentaba su cosecha en un punto porcentual.
Para peor, el caso de que Juntos por el Cambio obtuviera 400.000 votos menos en la planicie bonaerense fue totalmente desatendido porque el peronismo en las PASO del 2021 perdió allí más de 2.000.000 de votos, de los que desaparecieron en un Triangulo Tercercordonista sin dejar aparentemente rastro alguno.
La cuestión es que esos eran votos de los estratos más bajos que se rebelaban incluso contra el transformismo del peronismo en un partido asistencialista del que habló Steven Levitsky en aclamado libro (traición que ya había ocurrido en el 2009, cuando esos supuestos acólitos forzados, prefirieron a “Alica Alicate”, Francisco “Colorado” de Narváez, antes que a la cúpula testimonial en pleno del oficialismo en ese años fatídico. En el 2021, optaron por el siempre atendido “consejo” de los barones conurbanos y votaron a pymis y pymes políticas que obtuvieron en las PASO menos del 1,5% de los votos, y que en la general mucho se recuperó pero otros no fueron directamente a votar.
¿Y qué ha pasado en este proceso electoral de renovación tanto de los Ejecutivos como de los legislativos?. Simplemente, lo que había sucedido en la Provincia de Buenos Aires se tornó una rebelión federal. Y fueron los sectores más populares los que votaron por Milei: el peronismo fue depredado en más de 5 millones de votos, y esta vez también Juntos por el cambio sufría una sangría pero que alcanzaba menos de la mitad de los sufridos por la flamante Unión por Todos.
O sea, que los libertarios, fagocitándose votos de ambas partes, no estaba a la derecha de la pantalla señora, como un relator de fútbol en los 70s decía, sino en un letal centro. Un centro extremo del que ya habíamos hecho referencia aquí bastante tiempo antes que las PASO de la sorpresa.
A nivel nacional, sucedía lo que ya había pasado en las provincias que optaron por el “cambio verdadero”: un “tapado” como candidato opositor, se convertía en el instrumento de venganza contra el oficialismo provincial, y a expensas de las fuerzas opositoras, se quedaban con el gobierno provincial. En Neuquén, San Juan y San Luis esto sucedió.
En las PASO nacionales, el voto a los libertarios revisó y aumentó lo que había logrado Sergio Massa en el 2015, y hay una maravillosa superposición si uno compara donde el Frente Renovador había ganado y donde La Libertad Avanza gana ahora. En CABA ambos mapas electorales son idénticos: renovadores y libertarios dominaron unos en el 2015 y otros en el 2021 el sur, donde en Villa Soldati el voto a Milei arañó los 30 puntos, mientras que en Recoleta cosechaba solo 13%.
Corolario final: en la Argentina hay un voto centrista, caso que no sucede en las sociedades estadounidenses o brasileña. Centrismo significa un caudal de votos que no quiere votar ni a unos y a otros de los protagonistas de la grieta, aunque estén en última instancia divididos por ellas. Pero aquí centrismo se malinterpretó como “moderación” cuando en realidad, sucede todo lo contrario: ese voto es rabiosamente “contra la casta”, cosa que más que disimulada es el caballito de batalla de los libertarios. Los delfines centristas no habitan el bosque moderado. Siguen en el mar, ahora embravecido, pero se han convertido en especies depredadoras y con una carga de bronca y malestar solo expresada en la caída del Presidente De la Rúa.
No por nada, quienes si los han encontrado utilizan el mismo lema del 2001 “que se vayan todos”. Javier Milei es el hijo legítimo de un parto que ha durado 22 años, y que se verá que resultado tiene. Se sigue aplicando la misma lógica de siempre: quien conquista el centro, gana las elecciones: solo que esta vez, el centro es extremo, y por ahora fue conquistado por Milei, dado que los demás se movieron (y se mueven) hacia un centro moderado que sencillamente no existe.
Por Luis Tonelli-El Estadista