Javier Milei trata a Mauricio Macri de usted. Gesto de reverencia que no solo tiene con él, también trata de usted a quien sería su ministro del Interior, de ser electo, Guillermo Francos, mientras que ambos lo tutean. Aunque es cierto que Guillermo Francos (73) podría ser su padre y Macri, una década menor, no. Otro factor que le agrega respeto reverencial a Macri y del que carece Francos, es el de ser dueño, “capitán de industria”, como se les decía en otra época a quienes verdaderamente lo eran, como su padre Franco Macri. Pero a los ojos de los que miran desde abajo de Milei, Mauricio Macri es uno de esos héroes sociales –los grandes empresarios– de la novela de Ayn Rand, La rebelión de Atlas, capitalistas que hacían al mundo girar con su ímpetu e inventiva.
Ha sido perceptible la influencia de Macri sobre Milei, por lo menos estas últimas dos semanas, veremos si en el debate reaparece el real. El jueves pasado en Radio Perfil entrevisté a Mariano Fernández, uno de los pocos amigos que tuvo a lo largo de toda su vida Javier Milei. Mariano Fernández es economista, máster en Ucema, fue profesor titular de las cátedras de Macroeconomía y Microeconomía Superior en la Universidad Argentina de la Empresa y adjunto de Finanzas Internacionales en la Universidad Di Tella. Hasta el año 1997 se desempeñó como consultor asociado, pasando luego al Ministerio de Economía como asesor de Carlos Rodríguez durante la convertibilidad, en la presidencia de Carlos Menem.
Y dijo sobre Milei: “Cuando se metió en política, decidimos con un amigo no acompañarlo y expresar nuestro desagrado con esa idea. Es que en política necesitás estar equilibrado para que no te manipulen, como le viene pasando. Es muy permeable, su discurso está vinculado a sectores de la ultraderecha argentina que nada tienen que ver con el ideario liberal, pero que se han metido dentro de su armado político y condicionan su discurso. (…) hoy Macri ejerce influencia sobre Milei. Incluso cambió la impronta de su discurso, que ahora está desinflado y solapado. Siempre tuvo sus exabruptos y su comportamiento histriónico, pero si a eso le sumamos la influencia de grupos religiosos en su campaña, tuvimos una caricatura de Trump. Y ahora será una caricatura de Macri”.
Pero aun si Mauricio Macri lograra controlar intelectualmente a Javier Milei y literalmente gobernara sus acciones racionales, conoce perfectamente las dificultades que tiene Milei para que su propia racionalidad gobierne sus emociones. El economista Mariano Fernández confirmaba lo que el libro de Juan Luis González, El loco, explica en extenso: “Durante los últimos dos años, antes de hacer política, empezó a tener comportamientos que asustaban. Milei sostenía que sus posturas le bajaban desde el cielo. Y eso asustaba (a sus amigos), por eso le aconsejábamos que había cosas que mejor no dijera. Pero su comportamiento siempre fue difícil de domar”.
Si quien no pudiera gobernarse a sí mismo no pudiera finalmente ser gobernado por otro, Mauricio Macri debería tener un plan B que trascendiera a Javier Milei y en ese caso no podría ser otro que Victoria Villarruel, quien ya sorprendió en el debate vicepresidencial con Agustín Rossi, por primera vez un punto a punto de dos, no solo por su mayor consistencia sino, también, por una estética que recordaba a María Eugenia Vidal (quien como gobernadora residió en una base militar) aunque con un contenido muy diferente al de su envase
No se trataría de una posibilidad improbable, en Sudamérica la sustitución del presidente por el vice viene siendo bastante usual, en Brasil de forma repetida y recientemente en Perú con otro candidato outsider y freack como Pedro Castillo, quien al año siguiente de haber asumido fue reemplazado por su vicepresidenta –quien desde 2022 continúa en el poder–, la hasta entonces ignota Dina Boluarte (antes había sido funcionaria del Registro Civil).
No haría falta un impeachment o juicio político que destituyera al presidente, como en el reciente ejemplo de Perú, podría asumir la vicepresidenta por simple renuncia del presidente, como ya sucedió en el pasado remoto de Argentina, en 1890, con Carlos Pellegrini tras la renuncia de Miguel Juárez Celman, en 1893 con José Evaristo Uriburu al renunciar Luis Sáenz Peña y, más cerca en el tiempo, en 1942, cuando el vicepresidente Ramón Castillo sucedió al renunciante Roberto Marcelino Ortiz.
La abogada Victoria Villarruel parecería tener su foco en la custodia del legado de su familiares militares y los temas relacionados con la seguridad, y dejado en mayor libertad a Macri en los temas relacionados con la economía, que es por donde pasa el verdadero poder. Dicen que Roberto Lavagna no solo le recomendó a Sergio Massa que fuera ministro de Economía y no jefe de Gabinete sino que hasta le hizo cambiar el decreto preparado que lo designaba jefe de Gabinete, explicándole que el verdadero poder de todo el gobierno está en quien orienta la caja general.
Paralelamente, la candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza refleja un aplomo e inconmovilidad, en las antípodas de Milei, luciendo menos afectada por la opinión de los demás sobre ella, probablemente muy curtida por venir defendiendo desde hace muchos años una causa en contra de lo políticamente correcto. Se diferencia de Carrió, de Bullrich y de Cristina Kirchner por ser más violenta en sus contenidos sin precisar exacerbar la altisonancia.
Poco se sabe de ella más allá de estar atravesada por la historia familiar de su padre y su tío, ambos militares comprometidos con la última dictadura y, en el caso de padre –quien no alcanzó a verla encumbrada como candidata a vicepresidenta porque falleció en 2021–, hasta haberse negado a jurar la Constitución en la recuperación democrática. Paralelamente, sus antecedentes académicos demuestran una sólida preparación en el tema: abogada por la Universidad de Buenos Aires, técnica de Seguridad por la Universidad Tecnológica Nacional y cursó Lucha contra el Terrorismo en el Centro de Estudios de Defensa Hemisférica William J. Perry, una institución dependiente de la Universidad de Defensa Nacional de Washington.
Un currículum que un eventual director de Recursos Humanos del Grupo Macri hoy aprobaría rápidamente.
Por Jorge Fontevecchia-Perfil