Javier Milei quiso imprimirle a su discurso inaugural un tono épico. “Venimos”, dijo, “a terminar con cien años de decadencia”.
Milei prometió volver a los tiempos de una Argentina que sólo existe en la mitología de la oligarquía de la bosta – como la calificó Sarmiento. Pero la Argentina de Roca, una criatura del capital financiero internacional, muy tempranamente soportó un colapso. En los años 80 del siglo XIX, los tatarabuelos políticos de Milei armaron una gigantesca operación de endeudamiento, vehiculizada a través de un régimen de “libre circulación de monedas” emitidas por bancos privados. La crisis de 1890, resultado de esa especulación, forzó a un ajuste brutal: un millón de inmigrantes tuvieron que retornar a sus países donde reinaba la miseria. Fue la Argentina del “fraude patriótico”, antes de que se inventara el término. En los años del liberalismo, Argentina era una sucursal de la City de Londres y, cuando volvió al gobierno, en la década del 30 del siglo pasado, se convirtió, con el concurso de otro Roca, el hijo, en “la piedra más preciosa de la corona de Su Majestad”. Palabras de Walter Runciman, Lord inglés.
Este es el ‘pedigree’ del nuevo presidente de Argentina.
Déficit fiscal
Milei presentó los números de la bancarrota financiera del Estado, con una deuda del Banco Central que representa el 10% del PBI y otro 5% correspondiente al déficit del Tesoro. De este último, sin embargo, el 3% corresponde al pago de los intereses de deuda. Por lo tanto, trece de los quince puntos del PBI corresponden a una hipoteca financiera que es resultado de un sistemático proceso de endeudamiento. Por caso, es lo que ha ocurrido con la compra de títulos de deuda en pesos del Tesoro, por parte del Banco Central, que en el último año representó unos 12.500 millones de dólares. Este rescate a los acreedores de deuda comporta un 2.5% del PBI, casi todo el déficit “operativo” del Estado. Cuando Milei dijo que el ajuste lo hará “el Estado” y no “el sector privado”, lo único que quiso decir es que salarios, jubilaciones, gastos educativos o sanitarios serán exprimidos hasta el final para cumplir con la factura del gran capital, donde incluyó a la remisión de utilidades de las empresas y a la deuda por importaciones. Mientras tanto, los pesos estacionados por las grandes corporaciones capitalistas en el sistema bancario local, a causa del cepo, reciben la generosa recompensa de las Leliqs. El Banco Central ha sobrevivido a la defunción libertaria para honrar esos compromisos con el capital. La prohibición de emitir sólo regirá para los gastos corrientes, que serán brutalmente ajustados.
Milei agitó el fantasma de un temible rodrigazo, con la advertencia que podría alcanzar el “15.000% anual”. Una forma curiosa de presentar, como mal menor, a su propio rodrigazo, que en los próximos dos meses podría acumular una suba de precios del 50%. En medio de disquisiciones sobre los “rezagos monetarios”, el impostor escondió la razón fundamental de ese cimbronazo de precios, que es la devaluación de la moneda que será anunciada en las próximas horas. En cambio, sí admitió el ´sinceramiento de tarifas´, ya anticipado por la gerencia massista-camporista de YPF hace 48 horas atrás. Ante ese salto de precios, existen versiones de una prórroga del presupuesto 2023, sin ajuste por inflación. Milei, lograría, de ese modo, una versión acelerada del ajuste massista, cuyo eje ha sido -y lo seguirá siendo- la miseria previsional.
Visto de conjunto, el “libertario” ha presentado un plan de guerra a las masas y salvataje del capital a través de la acción despótica del Estado. El Central continuará emitiendo moneda para los pasivos remunerados, no para los jubilados; los salarios serán convenientemente “pisados”, también por resolución oficial. Para su plan, Milei reclamó “implementación inmediata” y “sin discusiones”, un emplazamiento al Congreso ante la alternativa de un gobierno por decreto. La amenaza servirá de excusa para que radicales, macristas y peronistas sumen a una posible mayoría para la “ley ómnibus”. Es lo que un viejo lobo del recinto, Emilio Monzó, le anticipó a los periodistas minutos antes de la asunción de Milei. Para completar la invocación a la fuerza del Estado, Milei no se privó de alertar contra las huelgas y piquetes. La caricatura del liberalismo decimonónico blandió la carta del régimen de excepción con bastón presidencial, el mismo que Cristina le elogió, esta mañana, con inusitada calidez.
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Después de tanta altisonancia, Milei puso de manifiesto, sin quererlo, el impasse de su planteo económico y político. Aunque reiteró que “no tenemos plata”, fue claro que, en el momento del discurso en que hizo referencia a ello, el término correcto era otro: “no tenemos financiamiento”. El socorro de fondos internacionales, tan meneado en estos días, estuvo ausente del discurso. En cambio, Milei se encargó de advertir que la deuda total, a la que estimó en 520.000 millones de dólares, plantea vencimientos inmediatos impagables. La cuestión del financiamiento se encuentra asociada a una nueva reestructuración de deuda. El monumental ajuste sólo será la condición para poner en marcha está operación financiera, que está en la mira de los fondos internacionales que tienen acreencias con la Argentina.
Ante algunos miles de personas, el discípulo autoproclamado de “la generación de 1837” ha volado muy bajo: le ha declarado la guerra a la clase obrera, para improvisar un salvataje de la gran burguesía y del capital financiero internacional.
Por Marcelo Ramal-Dirigente de Política Obrera