Una lectura doble faz sobre la presencia de la expresidenta en La Plata. Gobernador empoderado, pero a la sombra de La Jefa. No me jubilen, soy CFK.
“Cristina, el bastón de mariscal dáselo a Axel”. El grito entró como una daga en el instante silencioso que se produjo mientras la vicegobernadora Verónica Magario le entregaba el bastón de mando a Axel Kicillof. El reclamo no aludía a la comandancia de la provincia de Buenos Aires que el mandatario ejerce desde hace cuatro años, apuntaba al peronismo grande vuelto oposición tras la asunción del ultraderechista Javier Milei como presidente.
Desde el palco principal, Cristina Fernández de Kirchner siguió la Asamblea Legislativa y acaparó la atención. La pregunta es válida: ¿su presencia fue una bendición total y final a la ascendente figura del gobernador en un peronismo para armar o termina poniendo un cepo preventivo a cualquier aspiración con miras a 2027? Acá estoy, tenés mi respaldo, pareció decir CFK, pero, al mismo tiempo, también mandó el mensaje: no me jubilen, La Jefa soy yo y, aunque desde el llano, no pienso perder el centro de la escena.
La reaparición pública de CFK a horas de dejar la vicepresidencia no es inocente. Su regreso a Buenos Aires puede leerse en doble faz: respaldo indiscutible a su hijo político dilecto y ratificación de lo que dijo en Santa Cruz al enfrentar al periodismo tras emitir su voto en el ballotage. No dejará de hacer política, pese a no tener cargo. ¿Puede Kicillof transformarse en el nuevo conductor del peronismo estando a la sombra de CFK?
El gobernador de la provincia del 38 por ciento del padrón electoral nacional, el que -como él mismo destacó frente a la plaza militante que lo vitoreó- gobierna el distrito más grande del país; el dirigente que logró gambetear la ola libertaria al cosechar el 45% de los votos, se mostró este lunes como el abanderado de la “resistencia”. Fue la voz del peronismo opositor, se plantó y le marcó la cancha a Milei. El entorno hizo el resto: acto con mística peronista para un dirigente que propone una nueva canción.
Otra vez la pregunta: ¿Le dio Cristina este lunes a Kicillof el bastón de mariscal o sólo se lo mostró?
Como sea, la foto fue potente. CFK ocupó el palco central, donde estuvo acompañada de la familia del gobernador (esposa y dos hijos). Kicillof agradeció desde el estrado. “Gracias por venir, gracias por estar siempre”, le dijo. Ella respondió con una sonrisa. La comunicación gestual entre ambos fue permanente.
La reivindicación llegó en otro tramo del discurso, donde el gobernador no abandonó la idea de componer una nueva canción, pero se hizo tiempo para la autocrítica. “Faltó más rebeldía, más justicia social, más distribución de la riqueza, faltó más igualdad”, golpeó por elevación al expresidente Alberto Fernández.
Lo que faltó, explicó, fue lo que hubo durante la década ganada. “Néstor y Cristina lograron dos reelecciones por medidas que le mejoraron la calidad de vida a la gente, pero esos 12 años no deben ser recordados con melancolía o nostalgia. Esos 12 años maravillosos deben ser convertidos en un manual sobre cómo gobernar con coraje y amor a la patria”, afirmó como buen alumno.
La derrota electoral del 19 de noviembre dejó tambaleante a un peronismo enredado en un loop y sin dirigente con jefatura que asome para disputar el partido grande de 2027. Sin posibilidad de re-reelección, Kicillof, el único héroe en el lío peronista, se vuelve candidato por default. Sin el respaldo de Cristina, no se puede. A la sombra de ella, tampoco. Para muestra sobra un Fernández.