El primer ajuste que lanzó Milei tiene contornos similares al rodrigazo. Por qué su principal problema es la política, más que la economía.
El mito fundacional de Milei que nos regresa a su época soñada de la Argentina de principios del siglo veinte, se chocó con el ajuste clásico que anunció Caputo. Las mismas medidas del rodrigazo y tantos otros ajustes de diversa suerte que transitó el país en las últimas décadas. Nada de Estado mínimo, nada de baja de impuestos, nada de libertad de las variables. Queridos libertarios, bienvenidos a la realidad.
La misma realidad que hizo entrar a Milei por el embudo de la diplomacia China, a la que le bastó mandarle un funcionario de tercer orden para que Milei se arrodillara ante Xi Jinping. Yuanes son yuanes.
Ahora vendrán las consecuencias de todos los ajustes del estilo del que anunció Caputo: mas pobres, más desempleados, más inflación, más recesión y supuestamente la luz al final del camino. Buena suerte con eso.
Hasta ahora lo que se vio fue la mitad de un paquete. Tan apurado como desordenado, al punto que se llegó al insólito trámite de anunciar medidas cuyo contenido te lo debo. Quedó en evidencia que Milei es un gran vendedor de slogans, pero no tenía un plan económico ni parece en condiciones de ser su propio ministro.
La pregunta es entonces: ¿Quién será el Cavallo de Milei, cuando Caputo haya terminado la tarea sucia? Una persona que interactuó con ellos en estas horas críticas arriesga: “Yo creo que en la cabeza de Milei su macroeconomista es Sturzenegger”. El inventor de las lebac, viene a ordenar las leliqs. Así como Caputo que endeudó a la Argentina a cien años, critica el endeudamiento. La argentinidad al palo.
Como sea, la economía represiva de Massa había llegado al límite. ¿Fueron las medidas de Caputo la mejor salida? ¿Vendrá después de este cimbronazo un plan de estabilidad que encauce la liberación de los precios? Veremos. Si logra doblegar la inflación inercial, ponerle un freno a las paritarias y ordenar la deuda y el gasto, Milei puede empezar a mirarse en el espejo de Zedillo, ese Celestino Rodrigo mexicano, que aún hoy recuerdan en su tierra con insultos por su famoso “viernes negro”, pero es reconocido en las elites como el hombre que empezó el ordenamiento de la macroeconomía del país azteca.
Pero Zedillo tenía al PRI atrás. Por eso, el problema de Milei es la política, más que la economía. El relato de la herencia recibida, del massazo, que los trolls libertarios y los voluntarios útiles del PRO difunden por estas horas, puede aguantar unos meses de bananas aumentando al 250% mensual. Pero después, el programa tiene que empezar a entregar dividendos. Caputo habló de meses, no años, de pasarla mal.
Entonces, cuando el equipo económico enfrente su primer crisis y haya que cambiarlo, porque eso siempre pasa en la Argentina, la pregunta importante no es quien será el nuevo ministro, sino con quien gobernará Milei: ¿Con Macri o el peronismo?
El libertario viene esquivando esa definición y armó este gabinete híbrido, que licúa compromisos. Caputo está ahí por Caputo, Royón por Royón, Madcur por Madcur, Patricia por Patricia. La autonomía de alianzas le puede servir a Milei para sentirse el único arcangel de las fuerzas del cielo, pero no le garantiza una construcción política sólida para lo que viene. Pasar de los slogans a la realidad, del si se puede a la arena en el motor del gradualismo, es una experiencia traumática.
Macri lo tiene clarísimo y después de escuchar los anuncios de Caputo entendió que Milei lo dejó en una situación incómoda. “Para la gente nosotros somos el ajuste y la represión, por Toto y Patricia, recemos para que les vaya bien”, dijo en la cumbre del PRO que apuró este miércoles. Larreta, menos confiado en el poder de la oración, fue más drástico: “No tiene plan, la veo negra”. Sabe de lo que habla, el poco equipo que tiene Caputo se lo acercó él.
El peronismo en el poder todavía garantiza control de la calle. Es como el aire, no se ve, pero cuando empieza a faltar nada es más importante. Milei puso a Patricia Bullrich a lidiar con ese problema, pese a la oportuna opinión en contra que le hizo llegar la CGT. “Ella es la que nos quiso meter presos, no podes pretender llegar a un acuerdo con el peronismo si la nombras ministra”, le dijo uno de los líderes de la central obrera.
“¿Qué va a pasar cuando una policía bonaerense vaya a comprar un kilo de nalga y le pidan 25 mil pesos y ella siga con el sueldo congelado?”, se preguntó un experimentado dirigente del peronismo.
Hoy el peronismo está atravesado por dos peleas, una importante y la otra menor. La de fondo es la de Cristina contra los gobernadores, que creen que ahora sí llegó el momento de emanciparse. La otra es la de Kicillof contra Máximo Kirchner, acotada al territorio bonaerense.
Los que quieren que a Milei le vaya bien, afirman que tiene hasta mitad de año para que la economía empiece a pegar la vuelta. Los que están en contra afirman que marzo, cuando empiecen las clases, será el punto de quiebre de la tolerancia al ajuste. Como sea, hablamos de meses. Un hombre prudente empezaría ya mismo a prepararse para lidiar con el preciso instante en el que la paciencia se agote. Después de todo, eso es lo que hacen los políticos.
Por Ignacio Fidanza-LPO