Margaret Howe Lovatt confesó muchos años después cómo había sido su relación con el animal marino a mediados de la década del 60. Los intentos de comunicación y el triste final del cetáceo en una oscura pileta de Miami
¿Cuánto pueden influir las lecturas de la niñez en la vida adulta de una persona? Quizás en ese momento la nena no tome conciencia de cómo impactará en el futuro. Margaret Howe Lovatt era una nena más en Estados Unidos. Su niñez la pasó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, mientras su país se convertía en potencia mundial, la nena crecía sumergida en la lectura de decenas de libros. Los que más le gustaban eran las historias con animales que hablaban. El que más recordará durante su juventud es Miss Kelly. Al nombrarlo se le notará un brillo en los ojos y una sonrisa en la que mostrará todos sus dientes. “Era una historia sobre un gato que podía hablar y comprender a los humanos y se me quedó grabado que tal vez exista esta posibilidad”, relatará muchos años después Margaret.
Lovatt creció y de Estados Unidos se mudó a Saint Thomas, una isla del caribe en la que el verano dura todo el año. Amaba el mar y era la mejor forma de estar en la playa todo el tiempo. Siempre que le preguntaban contaba el relato del gato que podía comunicarse con las personas. Cada vez que encontraba algún animal marino en la orilla de la playa sentía que podía comunicarse, sentir lo que le estaba pasando.
El secreto revelado
Mientras festejaba la Navidad de 1963 en la playa. Su cuñado mencionó al pasar un proyecto y a Margaret se le volvieron a iluminar los ojos como cuando era una niña y leía el cuento de Miss Kelly. El hombre con una copa de champagne en la mano y el ruido del mar de fondo mencionó un laboratorio secreto en la misma isla donde trabajaban con delfines.
Apenas pasaron las fiestas de Fin de Año, Lovatt se fue en su moto a tocar la puerta del laboratorio. “fui hasta allí, bajé una pendiente embarrada y al fondo había un acantilado con un gran edificio blanco que daba al mar”, recuerda Margaret ya adulta sobre el comienzo de su aventura en una entrevista con la BBC.
Margaret en otro momento de su convivencia con Peter, el delfín
Con barro hasta la mitad de sus piernas, Margaret llegó hasta la puerta del edificio. Era difícil mantener un secreto en esa pequeña isla del Caribe. Desde adentro del laboratorio escucharon los golpes a la puerta y se miraron sorprendidos. Entonces, Gregory Bateson, uno de los líderes de la investigación fue a ver quién se animaba a llegar hasta allí.
Apenas se abrió la puerta, Margaret vio a un hombre despeinado, algo transpirado por el calor caribeño y que hablaba todo el tiempo con un cigarrillo en la boca. “¿Para qué viniste aquí?” le preguntó a Lovatt. “Escuché que tenías delfines. Y tengo muchas ganas de ayudarlos en lo que necesiten”, respondió la chica.
Bateson se sorprendió por la audacia de Margaret y la invitó a pasar. Pese a su escasa preparación científica, la joven se mostró muy intuitiva en la observación de los animales que nadaban en la pileta del laboratorio. . Así, Lovatt volvió casi todos los días al misterioso edificio blanco.
Conociendo a los delfines
Margaret tuvo contacto con tres delfines en sus primeras incursiones: Pedro, Pamela y Sissy,
La instalación había sido diseñada para acercar a los humanos y los delfines. El lugar estaba comandado por el neurocientífico estadounidense, John Lilly . Aquí, el doctor buscaba comunicarse con las criaturas, fomentando su capacidad de emitir sonidos parecidos a los humanos a través de sus orificios de respiración.
Las revelaciones sobre el vínculo sexual entre Lovatt y Peter desataron un escándalo mediático. La historia se filtró en la revista Hustler
Lilly empezó a incursionar en el estudio de estos animales luego de toparse con una ballena varada cerca de su casa en Massachusetts en 1949. Desde ese momento, junto a su pareja, navegaban por el Caribe en busca de otros mamíferos marinos para observar.
El primer acercamiento a los delfines fue en Miami. Allí, Lilly tuvo la oportunidad de estudiar los cerebros de delfines vivos, mapeando su corteza cerebral. Para eso, usó sondas que había desarrollado por primera vez para su trabajo con monos. Al no poder sedar a los delfines, ya que dejan de respirar bajo anestesia, el trabajo de mapeo cerebral no fue fácil ni para los animales ni para los científicos, y la investigación no siempre terminó bien para los mamíferos marinos.
Las ideas de Lilly tuvieron un significado especial para un grupo de astrónomos. El objetivo era entender a los delfines para generar patrones para comunicarse luego con extraterrestres. Así, lograron que la NASA se interesara en el tema. Lilly abrió su nuevo laboratorio en el Caribe en 1963, con el objetivo de fomentar relaciones más estrechas entre el hombre y los delfines.
Unos meses después, Margaret tocaba la puerta del lugar e ingresaba a ese mundo sin pedir permiso. Pasaban los días en los que su llegada era ya una rutina para todo el grupo de científicos. La chica con mucha empatía logró conectar con los tres delfines.
Lovatt pasaba el tiempo animando a los tres animales a emitir sonidos parecidos a los de los humanos. Mientras Bateson, se concentraba en la comunicación entre ellos, Margaret se entusiasmó con el sueño de Lilly de enseñar a los delfines a hablar inglés.
La portada de la nota de la revista Hustler que causó un escándalo y terminó con el proyecto de los delfines en Saint Thomas
Convivir con Peter
La chica con mucho ímpetu pensó en ir un poco más allá de la simple observación en horario de oficina. “Quiero vivir con un delfín 24 horas. Alimentar su interés en emitir sonidos parecidos a los humanos, como una madre enseñando a hablar a un niño. Creó que así tendría más éxito”, le pidió Margaret a Lilly casi sin dejarlo que se niegue a hacerlo.
Así, el proyecto incluía inundar con medio metro de agua una parte del laboratorio para que el delfín pudiera nadar y estar junto a Margaret todo el tiempo.
El proyecto de Saint Thomas se dio en forma paralela a una serie de TV muy exitosa que tenía a un delfín como protagonista. Flipper era un cetáceo que vivía en una pileta en el parque Porter Ricks,. Estaba a cargo de un guardaparques y sus dos hijos. El programa era conocido como la versión acuática del perro Lassie. Pero detrás de la ternura de Flipper, se escondía un entramado de maltrato animal. Para la serie se usaron 5 cetáceos. Siempre hembras porque eran menos agresivas que los machos. Por ejemplo, uno de los animales que participó del programa llamada Kathy se suicidó frente a su entrenador por todos los castigos que recibió y las privaciones de alimentos para lograr que hiciera lo que la TV le demandaba.
En ese contexto, Lovatt realizó el experimento con el delfín macho. “A Peter le gustaba estar conmigo -explica Lovatt en una entrevista en el diario The Guardian del 2014-. Se frotaba en mi rodilla, en mi pie o en mi mano. Y al principio lo dejaba abajo con los dos delfines hembra”. Pero transportar a Peter escaleras abajo resultó tan complicado para las lecciones que, ante sus frecuentes excitaciones, a Lovatt le pareció más fácil aliviar sus impulsos para evitar el traslado.
“Lo permití – admitió Margaret en el medio inglés-. No me sentí incómoda. Simplemente se convertiría en parte de lo que estaba pasando”
“No fue sexual de mi parte. Sensual tal vez. Me pareció que hizo que el vínculo fuera más estrecho. No por la actividad sexual, sino por la falta de tener que seguir rompiendo. Y eso es realmente todo lo que fue. Estaba allí para conocer a Peter. Eso era parte de Peter”, se defendió la mujer muchos años después en un documental de la BBC.
Las revelaciones sobre el vínculo sexual entre Lovatt y Peter desataron un escándalo mediático. La historia se filtró en la revista Hustler. Esta filtración fue el último argumento que necesitó Lilly para cerrar las instalaciones en la isla caribeña.
¿Qué hacer con los delfines? Lovatt no podía quedárselo en su casa como si fuera un perro o gato abandonado. Hizo todos los esfuerzos y convenció a Lilly para que traslade a los tres animales al laboratorio que el científico tenía en Miami.
En su nueva casa, Peter estaba incómodo. Nadaba en piletas pequeñas sin luz solar. Apenas unas semanas después de llegar a Florida, Lovatt recibió la peor noticia. El científico la llamó para decirle que el delfín “se había suicidado”. Quizás extrañaba su convivencia con Margaret en la isla del caribe.
Lovatt permaneció en la isla, se casó y convirtió el laboratorio en el que había convivido con un delfín en su casa familiar. La mujer nunca podrá olvidar el tiempo que convivió con Peter e intentó enseñarle a hablar inglés.
Por Mariano Jasovich-Infobae