El historiador negó una “revolución libertadora” y planteó la idea de un violento cambio de régimen marcado por la concentración del poder en manos de los sectores económicos. “No hay antecedentes en la historia que hayan mandado un mamotreto de 600 artículos”, cuestionó sobre el DNU.
Felipe Pigna sugirió que la reforma de la Constitución de 1994 fortaleció el poder presidencial y recurrió a Carlos Menem y a Néstor Kirchner como ejemplos de creadores de DNUs. Además, remarcó la consolidación de los partidos de derecha a lo largo del mundo. “Somos una potencia cultural y sería tristísimo que perdamos eso”, afirmó el escritor argentino en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
Felipe Pigna es historiador, director general de la revista Caras y Caretas, participó en numerosos ciclos televisivos, radiales, como “Algo habrán hecho por la historia argentina”, “Lo pasado, pensado”, y “Ver la historia”, lo que lo convirtió en uno de los sociopolíticos indispensables para entender la historia y la idiosincrasia nacional. Su página web, El Historiador, se convirtió en el portal de historia más consultado de la Argentina.
¿Te genera algún temor cuando escuchás hablar de “revolución libertaria” o lo tomás como una metáfora como tantas otras que simplemente carece de una adecuación luego entre el significante y el significado?
Sí, lo tomo como una frase bastante carente de sentido, muy flojita de papeles, sobre todo en lo que significa la palabra revolución. Es un cambio muy fuerte que requiere consenso, porque no hubo revolución sin consenso. Y que, en general, tiene un contenido vinculado a un cambio a favor de la mayoría, como han sido las revoluciones a lo largo de la historia. En lo que coincido con vos es que es un violento cambio de régimen: como lo dijo el propio Sturzenneger, se trata de un cambio de régimen donde el Poder Legislativo es despreciado, donde prima la voluntad de los sectores de la economía concentrada, donde todo se trata por fuera de las guías democráticas tradicionales.
Un violento cambio de régimen, ¿no termina generando o precisando para poder consolidarse una revolución?
Hay que ver cuál es la reacción de la gente frente a esto. Yo creo que más bien es una imposición, se reconoce incómoda y bastante poco popular. Por eso lo primero que plantea es una ley antidisturbios, una preocupación muy fuerte por la reacción de la gente, que en la Argentina tiene historia respecto a esto. Cuando se han planteado medidas antipopulares a lo largo de la historia argentina, la gente no se ha quedado quieta.
Eso quiere decir que no hay revolución sin que haya apoyo mayoritario de la población…
Yo creo que sí.
Estaríamos frente a un oxímoron en este caso. O sea, no va a haber revolución si las medidas no benefician a la mayoría de la población.
Yo creo que sí, a la larga o a la ancha, la gente sigue con bronca por el gobierno anterior, porque ya estaba mal de antes, o por todas esas cosas. Está el beneficio de la duda todavía, me parece, pero ya está empezando a sentir en el bolsillo la gente una situación que tiene que ver con una liberación absoluta en las variables económicas, que en cualquier país del mundo podría ser beneficioso, pero en Argentina eso implica un aprovechamiento muy rápido de parte de los formadores de precio. Los estamos viendo estos días, las petroleras aumentan dos veces en una semana, y cuando preguntás los motivos, no está muy claro cuáles son.
¿Qué nos dice la historia del decisionismo dentro del sistema democrático? Obviamente hubo revoluciones libertadoras que eran dictatoriales, como la de 1925. Ahora, dentro del sistema democrático, con el funcionamiento de las constituciones, ¿qué historias hay de presidentes decisionistas y el decisionismo en la Argentina?
En general, eso pasó frente a situaciones muy críticas. Se aplicó el DNU con Menem en la primera instancia con la reforma del Estado, aplicó después Néstor Kirchner muchos DNUs para anular situaciones previas de lo que había pasado en la década anterior. Cada uno aplicó sus DNUs, pero siempre eso requería la aprobación del Congreso, como está establecido. No era solamente la decisión del presidente. Por supuesto, ocurría que en general estos presidentes tenían consenso legislativo y el DNU terminaba siendo aprobado, pero por lo menos el trámite legislativo se desarrollaba de una manera más o menos democrática.
Estás citando ejemplos posteriores a la Constitución de 1994, que tenía como objetivo lo contrario. Alfonsín estaba preocupado porque Menem hacía DNUs, entonces planteó que se podían limitar los decretos de necesidad y urgencia solamente restringiéndolos a los momentos en los que el Congreso no se pueda reunir. Finalmente una ley de Néstor Kirchner planteó lo contrario y habilitó que ambas cámaras debían rechazarlo, lo que facilitó los decretos.
Sí, eso fue claramente un error. Lo que pasa es que acá, por ejemplo, el DNU no tiene antecedentes, porque nunca se mandó al Congreso una ley que contenga 600 modificaciones de la Constitución, del Código Civil, del Código Penal, etc. No hay antecedentes en la historia que hayan mandado un mamotreto de 600 artículos.
¿Puedo inferir que la Constitución de 1994, por error, por cultura, o por la acción de la propia Corte de Justicia, ha hecho que los últimos 40 años de la democracia argentina, y fundamentalmente los últimos 30, tengamos un presidencialismo más fuerte que nunca en la historia de la Argentina, con más posibilidades de decisionismo del que tenían los presidentes democráticos en el siglo XX?
Puede ser. No fue el caso de Alberto, pero tenía herramientas. Pero sí, yo creo que sí. La Constitución de 1994, por ejemplo, recordando el contexto, fue creada con un radicalismo muy débil, donde Alfonsín tenía muy poco para poder imponer. Logró imponer algunas cosas importantes, la elección del intendente, ese tipo de cosas. Pero el radicalismo venía muy golpeado por la crisis de 1989.
Si no hubiera sido por Alfonsín, la idea del balotaje y los más de 10 puntos de diferencia o más de 45% de los votos, hubieran sido presidentes Massa y Scioli…
El balotaje es una figura muy antidemocrática, porque fue planteada en la Argentina con la idea de que no gane Perón. La puso Lanusse temiendo que ganase Perón y terminó siendo el propio Balbín, que era el candidato opositor, porque Cámpora no alcanzó el porcentaje. Pero la idea de Lanusse era tratar de hacer todo lo posible para que no ganara Cámpora en ese momento. Entonces, me parece sumamente antidemocrático el balotaje, yo creo que el que gana, gana. Porque fijate que después se producen estas alianzas “en contra de”, entonces hay un voto confuso ahí de gente que vota en contra, que no vota a favor.
¿Encontrás algún punto de contacto entre el apoyo popular que tuvieron los golpes militares en el siglo XX, con cierta Argentina que siempre pensó así, y que ese 30% de la Argentina estuvo siempre vigente, nada más que Milei logró interpretarlo?
Sí, y un poquito más, porque pensá que cuando Perón gana con un récord (62% de los votos), hay un 40% que le vota en contra. Ese sector duro del antiperonismo y de derecha argentina que siempre existió y que se mantuvo bastante fiel electoralmente, si uno observa los resultados electorales de ahí en adelante. Así que sí, yo creo que hay un 30% fuerte de antiperonismo duro, que es el mismo que se ha mantenido constante en la historia, que ha tenido momentos de cierto silencio y momentos de empoderamiento, uno podría decir que en los últimos diez años aproximadamente, y que ha conformado un partido de derecha, cosa que siempre fue muy difícil en Argentina, la conformación de un partido orgullosamente de derecha. Siempre era partido de centro, el Partido Conservador se llamaba Partido Demócrata, pero hoy en día hay una vuelta de una especie de apreciación de esa derecha.
Una pérdida de la culpa.
Sí, yo creo que en definitiva hay algo más grave a nivel mundial, porque este no es un fenómeno local, que es que están en crisis los valores de la Revolución Francesa que le dieron forma a la modernidad, aquellos valores de igualdad, fraternidad, libertad, propiedad (inclusive) que era un valor tan importante para la revolución. Siempre tenemos que mirar un poquito más allá del ombligo. Es un fenómeno mundial esta desacreditación de los valores democráticos.
Me gustaría aprovechar tu tiempo con la audiencia, dejándote los últimos minutos para que hagas una reflexión de qué nos puede enseñar la historia y ayudar a no cometer errores este año.
Lo primero que me gustaría es decir que no hay que instrumentar la historia, no usar la historia políticamente como se está haciendo últimamente con lecturas equivocadas, por ejemplo, con respecto Alberdi, que fue una persona muy comprometida con el desarrollo cultural, político y económico argentino, que siempre estuvo a favor de las mayorías, particularmente en la última etapa de su vida, preocupado por el destino nacional y por el desarrollo. Él era una persona muy interesada en el modelo norteamericano, como Sarmiento, aquel modelo que planteaba el desarrollo interno, la horizontalidad, aquel desarrollo que tuvo que ver con la distribución de tierras, de las farmers, aquellos que hicieron la Conquista del Oeste, a los cuales se les daba a cada uno 30 hectáreas, y fijate que en Estados Unidos el campo generó la industria, no hubo ninguna contradicción campo-industria, hubo un desarrollo autónomo entre los dos. Ese es el modelo al que aspiraban Sarmiento y Alberdi, un modelo muy interesante y muy distinto al que se terminó consolidando con la gran propiedad, producto de la Campaña del Desierto. Mientras que en Estados Unidos las tierras fueron enormemente productivas, en Argentina, La Patagonia quedó despoblada sin aprovechar los valores productivos de esa zona.
No hay que hacer un uso político discriminado de la historia, sobre todo hablar con propiedad. Lo que veo en estos días es que hay un uso de la historia, una especie de avasallamiento, como ponerle a este DNU: “Bases y puntos de partida”, ni más ni menos que el gran libro de Alberdi que dio lugar a la Constitución, donde hay una preocupación permanente de Alberdi por la equidad, algo que habrás visto muy presente en toda la literatura alberdiana, en la equidad social.
Este va a ser un año, repito, que nos va a poner a prueba a todos: al periodismo, a la ciencia, a los estudiantes en su conjunto. Así que vamos a abusar más de todo tu conocimiento, llamándote a menudo y agradecerte desde ya todo el tiempo que nos dedicaste.
Cuando quieras. La verdad me preocupa mucho lo que está pasando, y creo que una de las grandes víctimas de este régimen va a ser la cultura, la literatura, la música, el cine, todo eso que nos distingue de América Latina y el mundo. La verdad que somos una potencia cultural y sería tristísimo que perdamos eso.