El profesor Jesús Huerta de Soto, inspirador del gobierno, ha sostenido que la democracia es un sistema que se basa en que todos somos conscientes de que nos engañan y, además, queremos que nos engañen, y nos dejamos engañar, “en una inmensa borrachera de mentiras generalizada”.
Como sucede siempre que irrumpe lo estrafalario, mucho más si la dosis cotidiana de realidad es pantagruélica, la vida entra en modo time lapse (la secuencia de movimiento muestra cómo un edificio de 10 pisos se construye en 10 segundos), los clips modernos reemplazan el análisis de lo principal y lo banal desplaza a lo nocivo. Escribió el poeta Yeats, que lo mejor pierde toda convicción, mientras que lo peor está lleno de intensidad apasionada. Durante ese período caleidoscópico, pasan cosas que arrastran las marcas -el gobierno afirma que “va a llevar un tiempo salir de esta encerrona inflacionaria”- y otras marchan en puntas de pie para no llamar la atención. Por ejemplo, las consecuencias de estas desproporciones.
Por una Resolución de la Administradora Nacional de Seguridad Social se suspendió la vigencia de los Créditos Anses, dentro del marco de la “emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional” declarada por el boqueante DNU 70/2023. En los considerandos de la norma puede leerse que la razón de la medida es “la severidad de la crisis que atraviesa el país en el entendimiento del riesgo para la subsistencia de la organización social, jurídica y política que afecta el normal desarrollo en procura del bien común”. La organización social, jurídica y política es representativa, republicana y federal. O sea que el gobierno afirma que defiende, en primer lugar, a la democracia. Bien por el gobierno.
Sin embargo, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (Lincoln en Gettysburg) no es compatible con las consignas del liberalismo megalítico. El profesor Jesús Huerta de Soto, inspirador del gobierno, ha sostenido que la democracia es un sistema que se basa en que todos somos conscientes de que nos engañan y, además, queremos que nos engañen, y nos dejamos engañar, “en una inmensa borrachera de mentiras generalizada”, respecto de las que luego protestaré y paralizaré al país; esa es una sociedad enferma, condenada al fracaso. Friedrich Hayek -inspirador del inspirador del gobierno- dice que, si se le pregunta si es demócrata, tiene que responder que no puede ser demócrata. Ludwig von Mises, influencer de origen ucraniano, decía que la democracia podría funcionar a condición de que todos los ciudadanos fuesen liberales. Lo que se dice un demócrata.
Con el envío de la denominada “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, el gobierno imita el DNU n° 70 en el empleo de la técnica legislativa, al agrupar una enorme cantidad de temas de muy distinta índole y jerarquía, mezclando parciales diagnósticos certeros con remedios dañinos. Como arte escénico, elige el burlesque.
Entre ellos, usando la verdad para mentir, requiere que se le otorguen plenos poderes por dos años –justificados en la emergencia nacional y ampliables por dos años más a elección del beneficiario–, ignora las asimetrías del mercado, profundiza la autocracia del poderoso en las transacciones, suspende de hecho las funciones del Parlamento, y desenrosca la base del sistema de contrapoder, controles y equilibrios. Cuando Winston Churchill convocó el idioma inglés a filas (con lo que influenció extraordinariamente a la opinión pública británica) y pronunció “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, no lo hizo en una habitación de hotel frente a algún familiar sino ante la Casa de los Comunes (diputados). Nuestro país se llama República Argentina, no “Argentina Multikioscos S.A. Deportiva”.
En una medida que gotea ideologismo, se desdeña la posibilidad de formar parte de los BRICS. El mundo tiende a la multipolaridad. La Argentina no dispone de vías de financiamiento salvo que organice una feria americana dominical en la que venda lo que resta de la riqueza pública.
No sólo gotea ideologismo: repite como política la creencia en la grandeza por contigüidad, suponiendo que si Elon Musk se pone al teléfono, el Fondo Monetario confiará más en el fantasista Luis Caputo y el mundo respetará nuestras trivialidades, de las que hoy ya no quiere saber nada. Desde que el cónsul Quinto Servilio Cepio, no respetó el trato con los oficiales celtíberos, Audax, Ditalco y Minuro, quienes sobornados asesinaron al héroe hispano Viriato, y aquél pronunció la frase “¡Roma no paga traidores!”, hay que tener cuidado con la inconsecuencia y la deslealtad, que no son recompensadas ni por aquellos que las fomentan.
Esto viene a cuento de que la cesión de soberanía política a tontas y a locas puede implicar incluso un incumplimiento constitucional. La derogación por parte de la ley ómnibus routemaster (los rojos de dos pisos de Londres) del artículo 25º de la Ley Federal de Pesca (ya no será obligatorio “descargar la producción de los buques pesqueros en muelles argentinos”), hay un intento de ignorar que los procedimientos habituales de captura y descarga ilegales se materializan trasbordando en alta mar o recurriendo a otros puertos que no estén dentro de la jurisdicción del Estado ribereño. Se adopta la dirección contraria a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Ley 24.543) y el Acuerdo de Nueva York (Ley 25.290). Así como no se empieza a usar jeans a los 55 años, tampoco se descubre la política a esa edad. El amateurismo suele distraerse frente al Estado de Derecho.
Hay un momento emocionante en la historia de la Humanidad: fue a fines de octubre de 1962, cuando los buques de guerra soviéticos dirigidos a Cuba empiezan a virar lentamente de regreso, nace el “teléfono rojo” entre el Kremlin y la Casa Blanca, y la Crisis de los Misiles termina en que, el género humano, decide darse otra oportunidad. Quizás John Kennedy y Nikita Jrushchov hayan entrevisto escenas del espanto, o la tierra les haya enviado esencias fraternales, o que ambos supieran que hay cosas que, si la política no le da al pueblo, el pueblo se las toma por propia mano. Si los argentinos permitimos que las disposiciones reseñadas (y muchas más) tengan efecto, van a permanecer el fantasma de una Nación, una esperanza en los puros huesos, un Estado inocuo.
Los asuntos públicos no giran sobre el agua como los buques soviéticos para volver al punto de partida. Dejan señales que duran por años. El problema principal con este gobierno no es lo que hará o cómo lo hará, sino lo que no tendría ningún problema en hacer si pensara que le es útil.
Por Rafael Bielsa