Rodrigo De Loredo le tiró un guiño al Gobierno y estalló la interna. ¿Se rompe? La resistencia que propone a Facundo Manes como líder.
“Que se rompa pero no se doble”. La frase emblema del radicalismo es célebre, pero su contexto no tanto: la escribió Leandro Alem, padre del partido, antes de terminar con su vida de un escopetazo en un carruaje en 1896. Y si es verdad que la historia se repite dos veces, la del fundador de la UCR sería la parte de la tragedia. Y ahora, piensan varios en el espacio que hierven de bronca, la burla.
Es que Rodrigo De Loredo, presidente de bloque en Diputados, mostró su predisposición a aprobar la ley ómnibus del gobierno de Milei. Es un tema central: los 34 legisladores que tiene esa bancada podrían ser los que inclinen la cancha no sólo para que se apruebe este proyecto sino los que vienen. Y con esas declaraciones el fantasma de la ruptura volvió a aparecer.
Grietas. “De Loredo habla por él. No armó una reunión de bloque, no avisó, no consultó. Se mandó solo. Le gusta demasiado la cámara”, dice por lo bajo uno de sus compañeros. Es que en ese grupo todavía se están acostumbrando a la presidencia de De Loredo. El hombre fue impulsado por los dos gobernadores de la UCR -Alfrefo Cornejo de Mendoza y Gustavo Valdés de Corrientes-, a fines del año pasado. Los que se quejan de la docilidad del diputado lo atan a esta realidad. “Los gobernadores necesitan apoyar al gobierno nacional, sea el que sea. Tienen que estar bien con Milei. Lo que haga De Loredo hay que entenderlo por ahí”, dicen, mientras que mastican sospechas sobre un acuerdo directo entre él y el Gobierno, y advierten que habrá que seguir de cerca la posibilidad de que el oficialismo entregue algún fondo extra a la UBA, la universidad desde donde el radicalismo hace pie. Y remarcan otro detalle: al cordobés se lo aceptó al frente del bloque como parte del acuerdo para avalar a Martín Lousteau como presidente del partido a nivel nacional. “¿Dónde está Lousteau? ¿Alguien lo vio? ¿Para esto quería estar al frente de la UCR?”, sostienen.
De cualquier manera, el debate por la postura ante la ley es sólo la superficie de otro más profundo: el lugar y el rol del radicalismo en la etapa que abrió el gobierno de Milei, en un momento donde el espacio está lejos de estar cohesionado y cada espacio (los gobernadores, Evolución, el espacio que propone a Facundo Manes como el líder de la resistencia) tiene sus propios intereses. “El radicalismo son los que nos votan, y esos votantes apoyan al Gobierno, en la medida que posturas del oficialismo no contravengan cuestiones fundamentales del espacio. Puede haber dirigentes que no piensen de esta manera, pero esas posiciones principistas y formalistas nos llevaron a ser un partido sin influencia. Si el partido quiere recuperar influencia y ser trascendente nosotros no podemos estar en contra de lo que quieren nuestros votantes”, dice Oscar Aguad, ex ministro de Macri y uno de los mentores de De Loredo.
Pero no todos coinciden. Federico Storani, histórico radical, se mostró a favor del paro que decretó la CGT. Agustín Rombolá, presidente de la juventud del partido, apunta sobre los proclives a pactar con el oficialismo. “Les aterra que le digan kirchneristas, quedar pegados al gobierno anterior. Es un tema central: sino lideras el rechazo no lideras nada, la aprobación a la ley la va a liderar el gobierno. La postura del radicalismo de renunciar a liderar nos lleva a caer en la misma trampa que hemos caído durante mucho tiempo: la de pensarnos como un centro democrático escéptico, alejado de la realidad sin tomar postura en el devenir histórico por ninguno de los factores de poder. Hay un prejuicio del centro, quizás atravesado por la grieta, donde parecería que ser del centro es ser indeciso, eso no es el centro”.
Pero más allá de los debates internos, más temprano que tarde habrá que votar a favor o en contra de la ley. ¿Qué pasará ahí? ¿Se cumplirá la máxima de Alem?
Por Juan Luis González-RN