El Canal de Suez daba su nombre a un episodio muy recordado de la compleja historia de Medio Oriente (1956), hasta que el conflicto en la Franja de Gaza comenzó a esparcirse por la región y terminó precipitando una segunda crisis en el Mar Rojo que ya involucró a grandes potencias y alteró el comercio mundial. ¿Qué cosas pone en juego esta escalada que involucra desde Estados Unidos a Irán?
Cuando parecía que la violenta ofensiva de Israel sobre el grupo Hamás y toda la Franja de Gaza sería el nuevo techo de la conflictividad bélica abierta en Europa por Rusia invadiendo Ucrania, los rebeldes hutíes de Yemen iniciaron ataques a buques cargueros en el Mar Rojo, por donde pasa el 12% del comercio marítimo mundial.
Los hutíes son un grupo conectado con el régimen teocrático chií de Irán que se apoderó de la mayor parte del norte de Yemen, frente al Mar Rojo, e incluso de la capital, Saná, en 2014. Su enemigo natural en la región es Arabia Saudita, de la rama musulmana sunnita enfrentada a los chiíes, que se alió con otros países para derrotar a los hutíes, aunque sólo ha logrado bloquearlos.
Con el estallido del conflicto en Gaza, los hutíes, vinculados -además de Irán- con Hezbollah en el Líbano y con el grupo Hamás, iniciaron ataques con drones y misiles a cargueros y petroleros el Mar Rojo propiedad de países que consideran enemigos de la causa palestina. Incluso, capturaron un buque israelí. Estados Unidos y varios países aliados respondieron bombardeando objetivos en Yemen.
Dos pasos claves definen los límites del Mar Rojo: el Canal de Suez en el norte y el
estrecho de Bab el-Mandeb en el sur, que desemboca en el Golfo de Adén, todo parte de una vía comercial que une Asia con Europa y más allá. Ese canal ha reducido ahora su actividad a casi la mitad.
El 40% del comercio entre Asia y Europa suele pasar por el Mar Rojo, incluido petróleo y gasoil, pero también alimentos y manufacturas en general. Cerca del 30% del tráfico mundial de contenedores y más de un millón de barriles de crudo al día suelen pasar por el Canal de Suez, según la fletera naval Freightos Group.
En 1956, la “crisis del Canal de Suez” (Operación Kadesh) enfrentó al Egipto del general Gamal A. Nasser con la alianza Reino Unido-Francia- Israel, cuando el líder egipcio nacionalizó la administración del paso marítimo de 200 km.
Hoy, casi siete décadas después, el Canal de Suez vuelve a las primeras planas. Como ha dicho la analista canadiense Carla Norrlöf, “desde intensas guerras e insurgencias localizadas hasta enfrentamientos entre las grandes potencias, el conflicto geopolítico ha transformado la compleja relación entre la economía y la seguridad en una preocupación cotidiana para la gente común en todas partes”.
Así, la geopolítica puede afectar profundamente la economía global reformulando el comercio, los flujos de inversión y las políticas, “algunas veces casi de la noche a la mañana”, afirma Norrlöf.
Impacto económico
(Infografía 20minutos, por Henar de Pedro)
El mundo se puede estar asomando a una crisis económica del mismo tipo -no del mismo calibre- que la provocada por la guerra en Europa, cuando las sanciones occidentales a una potencia energética como Rusia y el corte de exportaciones de una potencia agrícola como Ucrania dispararon los precios sin distinguir mercados. El resultado: inseguridad de suministros e inflación global.
En el caso del conflicto de Gaza y los ataques en el Mar Rojo, los primeros en sufrir el golpe fueron los países de Medio Oriente que dependen del turismo, como Egipto, Jordania y Líbano. En el caso del Mar Rojo, las empresas de transporte marítimo suspendieron o cambiaron sus rutas, principalmente rodeando Sudáfrica, cuyos puertos fueron los únicos actores favorecidos por el desvío.
Para el sector automotriz de China, el costo de envío de un contenedor a Europa se habría disparado a 7.000 dólares, frente a los 3.000 dólares de diciembre, lo que puede liquidar directamente sus beneficios. En Davos, el propio primer ministro Li Qiang abogó por mantener “estables y fluidas” las cadenas de suministro mundiales.
Los precios del crudo subieron 4% cuando Estados Unidos y la coalición militar que lo apoya bombardearon posiciones hutíes en Yemen. El barril de Brent, referencia internacional, cotizaba el 20 de enero a 78 dólares. Los analistas descartan por ahora una grave perturbación del suministro, pero por el Mar Rojo y el Canal de Suez pasa el 10% del comercio de petróleo y el 8% del de gas natural licuado.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) advirtió sobre las tensiones geopolíticas en el Medio Oriente, porque representa un tercio del intercambio de petróleo transportado por mar. Ya mismo, una creciente cantidad de navieras están desviando sus cargas por fuera del Mar Rojo.
El centro de análisis Oxford Economics estima que la economía mundial puede sumar 0,7% a la inflación en 2024, si el Mar Rojo se cierra a los buques durante varios meses y los gastos de transporte se mantienen en torno al doble de los precios de diciembre. “Esquivar África y no pasar más por el canal de Suez es más caro y más largo. Por ahora es más un problema de seguridad que de logística”, afirmó la unión de industriales alemanes (BDI).
La situación se suma a otro “driver” global de “policrisis”: el cambio climático. La falta de lluvias por el Niño en el Canal de Panamá, otro paso clave de comercio marítimo mundial (6% del total), ha provocado una reducción del 20% de la carga entre octubre y diciembre, con 800 cruces menos de cargueros en ese periodo.Por donde antes pasaban 40 embarcaciones, ahora pasan 24.
Otra vez Medio Oriente
Sobre la sucesión de conflictos en Medio Oriente, después de una etapa que parecía de distensión con los Acuerdos de Abraham que protagonizaron Israel y países árabes del Golfo, los distintos análisis han coincidido en el regreso al centro del escenario de la rivalidad Estados Unidos-Irán.
Ciertamente, Irán ha sido un histórico apoyo tanto de Hamás, cuyos ataques del 7 de octubre de 2023 desataron la violenta y cruenta respuesta de Israel (denunciada por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia), como de los hutíes de Yemen.
Estados Unidos, histórico aliado de Israel, repudió los ataques terroristas de Hamás (1.140 muertos en una sola jornada) y justificó una respuesta de Tel Aviv, pero después de tres meses de ofensiva sobre Franja de Gaza presiona -sin éxito- al primer ministro derechista Benjamin Netanyahu para que acepte de una vez una salida basada en el reconocimiento de un Estado palestino.
Los ataques hutíes, en tanto, decidieron a Washington a desplegar su fuerza aeronaval en el Mar Rojo y atacar bases de los rebeldes, esta vez con apoyo de Alemania, Australia, Bahréin, Bélgica, Canadá, Corea del Sur, Dinamarca, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Países Bajos, Reino Unido y Singapur. Las represalias pueden replegar a los hutíes, pero es más difícil que impidan nuevos ataques.
Y, en medio, se sucedieron riesgosos intercambios de ataques de Israel sobre el Líbano a objetivos del pro iraní Hezbollah y de Irán con Irak. Para completar el riesgoso cuadro mediooriental, Irán y Pakistán, dos potencias nucleares, atacaron puntos de sus territorios fronterizos en la región de Baluchistán, donde grupos sunitas de la etnia baluche atacan por igual a fuerzas iraníes y pakistaníes.
El caso de Hezbollah es diferente, porque su situación territorial es distinta que la de los hutíes en Yemen y pegada a Israel, que ha demostrado su decisión y su capacidad arrolladora de cruzar fronteras bajo el liderazgo de Netantayu.
Estados Unidos difícilmente le reste apoyo a Israel frente a Hezbollah, pese a la voluntad de la Administración Biden -siguiendo los pasos de la Administración Trump- de mantener a sus fuerzas militares lo más lejos de conflictos ajenos en el mundo, más todavía en plena campaña electoral, con muchas voces reclamando frenar a Israel en Gaza y previniendo sobre nuevas y costosas guerras .
Volvamos a Irán: el régimen teocrático del ayatollah Alí Jamenei, que lidia en lo interno con una delicada situación económica y todavía no se repone de las protestas que desató la muerte de la joven Masha Amini por la “policía de la moral”, tampoco parece querer escalar el conflicto en la región.
Eso explica que Irán haya advertido a sus conocidos hutíes que “asumirán las consecuencias si continúan amenazando vidas, la economía mundial y el libre flujo del comercio en las vías fluviales críticas de la región”, una declaración que trata de poner paños fríos con Estados Unidos y Occidente en general, mientras continúa su desarrollo nuclear ya caídos los acuerdos de 2015 (por decisión de Trump).
Los estados árabes del Golfo, espectadores en primera fila de la crisis del Mar Rojo (y Arabia Saudita comprometido directamente contra los rebeldes hutíes), buscan aún acuerdos básicos sobre cómo proceder en Gaza y en Yemen. Todos esos países son parte de una trama de intereses que ya exhibió su complejidad desde los Acuerdos de Abraham que sorprendieron al mundo por su acercamiento a Israel.
Los medios difundieron numerosas manifestaciones populares en los países árabes en apoyo de Hamás, pero los gobiernos del Golfo se han distanciado del grupo palestino e incluso lo encuadran como terrorista, sin dar señal alguna de participar directamente en una negociación de cese del fuego, en Gaza o en el Mar Rojo.
Las próximas semanas y meses verán redefinirse constantemente un tablero siempre complejo y nuevamente agitado, como el de Medio Oriente, donde todos los actores parecen por ahora tratar de contener un nivel de conflicto generalizado que ninguno de ellos parece en condiciones de administrar.