El Presidente enfrenta una protesta que pone a prueba la resistencia de su gobierno mientras que el peronismo expone su capacidad de movilización y organización. ¿Cómo se mide el éxito político de una huelga y una marcha masiva? El contrafuego que prepara el Gobierno y el día de Milei en Olivos.
En la calle, contra un presidente que tuitea más de lo que habla, el peronismo se activará este miércoles a 45 días de la jura de Javier Milei, dirigente al que alguna vez imaginó como su enemigo perfecto y -puede fallar- se convirtió en una pesadilla. Con la CGT en el epicentro de la acción política, el universo del PJ irá a un paro con movilización, una protesta que supone un desafío en espejo: para el peronismo, porque pone a prueba su poder callejero; para Milei porque mide su capacidad de resistencia.
Con una huelga de doce horas, que se extenderá del mediodía a la medianoche, la CGT -que sumó la adhesión de las demás centrales obreras- hará su primera medida de fuerza 1701 días después del paro que el 29 de mayo de 2019 le hizo al gobierno de Mauricio Macri. La velocidad, objetada por el oficialismo, responde a dos lógicas: la dimensión y dureza de las medidas libertarias -devaluación, DNU, protocolo antipiquetes, ley ómnibus- y la inexistencia de una instancia de negociación.
Cuando a fines de diciembre la cúpula cegetista convocó al paro para el 24-E, se especuló que era un plazo prudencial para forzar un diálogo que no ocurrió. Tuvo, eso, un resultado político: como en varias temporadas en los que el peronismo estuvo fuera del poder o estuvo proscripto, el brazo sindical aparece esta vez como el primero que se mueve para desafiar a la Casa Rosada, frente a una serie de fenómenos: el silencio de las principales figuras de UxP y la debilidad legislativa de ese espacio que no tiene -nunca tuvo- capacidad de bloqueo.
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Pero ¿cómo se mide el impacto político y social de un paro? Tres fuentes de CGT pronosticaron ante elDiarioAR que la movilización al Congreso, prevista para media tarde, tendrá una concurriencia mínima de 250 mil personas. Todos los gremios adhieren y se suman, además, organizaciones sociales y expresiones del peronismo territorial: gobernadores e intendentes. Hay una paradoja no menor: el PJ bonaerense, que preside Máximo Kirchner, no definió formalmente su participación sino que los dirigentes lo harán a través de otras expresiones sindicales, sociales o territoriales.
Hasta la noche del martes, en tanto, estaba previsto que Axel Kicillof participe de la movilización. El Frente Renovador (FR), partido de Sergio Massa, convocó y movilizará. El dato no es menor: el exministro y excandidato presidencial le planteó, en una reunión privada con la CGT, sus diferencias con la convocatoria al paro para fines de enero. Cristina Fernández de Kirchner sigue, hasta acá, silente e invisible: la vice, una dirigente que advirtió, antes de que se cristalice, sobre el riesgo Milei, sigue la táctica de esperar que el tiempo le dé la razón.
El paro con movilización es un duelo analógico, una herramienta convencional del sindicalismo y la política contra un presidente que irrumpió, se nutre y se mueve con comodidad en el ring virtual. No en vano el 90% de su discurso político opera vía Twitter/X, la red de su venerado Elon Musk. Pero su acción de gobierno es bien concreta: la inflación, el deterioro de los salarios, la caída de la actividad económica e industrial ocurren en el territorio de lo real.
En el paro, quizá una anécdota, se exprese la discusión sobre las herramientas y los lenguajes de la disputa política. “Milei tiene la comunicación más moderna, parece que está a la vanguardia de toda la región pero está basada en un conjunto de ideas anteriores a la globalización, muy fuera de contexto, y por eso está condenado a un fracaso estrepitoso”, apuntó un dirigente del PJ que asegura que la movilización del 24-E tiene un componente sino espontáneo, al menos, no orgánico: las estructuras movilizan pero hay mucha convocatoria suelta, explica.
No es un detalle al pasar: el dirigente, con mucho poder en el conurbano y años de jefatura territorial, dice que “la gente está varios pasos adelante de la dirigencia política” porque, admite, “hay una crisis de dirigencia política sin precedentes”. Lo dice un dirigente que reconoce que corre de atrás el proceso, que Milei se mueve con la legitimidad que le da haber ganado pero que eso no significa que “tenga razón”.
Es interesante porque sintoniza con lo que leen en Casa Rosada. Milei repite, por convicción o por estrategia, que se movilizan sectores que forman parte del pasado, de la “Argentina decadente”. En Gobierno aseguran que, en un punto, la CGT es el duelista preferido, por lo que expresan en términos políticos y porque es un sector que en términos generales no logra de gran adhesión. Aunque, como dijo hace años Hugo Moyano, a los sindicalistas no les preocupa la opinión pública sino sus representados.
El equipo de comunicación de Milei prepara un contrafuego del paro, para salir a informar con fuentes de cámaras empresarias el nivel de impacto de la medida. “Que los empresarios digan el verdadero nivel de acatamiento porque la CGT va a decir que es del 100%”, dice un funcionario y replica la lectura libertaria de que juega a favor del gobierno que sea el “paro más rápido de la historia”, “de tipos que no se movieron los últimos 4 años y que tienen pésima imagen en la sociedad”.
Milei, según la hoja del ruta del martes, estará todo el miércoles en Olivos. El argumento político ya está pautado: además de pelear el alcance del paro, ante la posibilidad de que la movilización sea masiva, el planteo será que “llenar una plaza no implica nada”. ¿Es tan así? ¿Es inocuo para un presidente que haya, a 45 días de asumir, una movilización de más de 250 mil personas con un paro que, dato más o dato menos, frenará la actividad? Es un clásico de los gobiernos -lo hacía Cristina, lo hizo Macri- de minimizar los paros y las movilizaciones con el argumento de que no generan una reacción. Puede que no lo hagan, pero es una señal.
Ningún dirigente espera que el paro y la movilización deriven en que Milei retire la ley ómnibus o el DNU, porque no ocurrirá. Tampoco es irrelevante una protesta que puede, además, intervenir en el proceso legislativo. Con sus modos no convencionales, Milei cree que puede desafiar todo. Santiago Caputo, su estratega, llegó a sugerir que la sesión de Diputados sobre la ley Ómnibus debía hacerse el mismo día del paro. La propuesta puso a los opositores en alerta: “El pibe no hace política, juega a la política”, se quejó un dirigente.
Javier Milei en el balcón de la Casa Rosada
Por Pablo Ibáñez sobre El peronismo desafía a Milei: un duelo analógico tras 45 días de medidas críticas -DiarioAr