Tras la autoinfligida derrota legislativa el fin de semana pasado, todos los diarios incluyeron en sus tapas títulos sobre una posible fusión entre LLA y el PRO. PERFIL: “Bullrich agita la idea de un ingreso pleno del PRO al Gobierno”, Clarín: “Giro de Milei: ahora busca un acuerdo con Macri”, La Nación: “Abren una negociación con PRO para un gobierno de coalición”, y Página/12: “Al abordaje”, con una foto de Macri como pirata al abordaje del Gobierno. El domingo continuaron con PERFIL: “La jefatura de la Cámara de Diputados es la condición de Macri para el acuerdo”, Clarín: “Milei avanza con Macri y cree que Cristina busca voltear el pacto” y La Nación: “En el PRO aún ven lejos un acuerdo de cogobierno”.
Toda la semana fue tema central de la agenda política de los medios en parte como deducción lógica de un escenario posible frente a la debilidad intrínseca de LLA y funcional del propio Milei como agente de construcción política. Quien mejor describió la dificultad sustancial de compatibilidad entre ambas fuerzas fue el sociólogo Eduardo Fidanza, quien entrevistado en la mañana en Radio Perfil dijo: “Milei no es Macri, Cavallo ni Sturzenegger: representa lo irracional”.
Macri y Cavallo comparten la necesidad de que Milei tenga éxito imponiendo la parte más sensata de sus ideas en una batalla cultural porque reivindicarían los períodos en que condujeron el país, el primero; y la economía, el segundo. Ellos tienen una batalla con la historia y como Milei les resulta funcional están dispuestos a ayudarlos todo lo posible. Pero ambos son racionales, previsibles, medianamente flexibles, sensatos y no mesiánicos. Por ejemplo, ambos creen que Sturzenegger es un gran técnico, por eso lo tuvieron en sus equipos, pero suponen que “le falta calle” y vive en el mundo del laboratorio económico. Descripción que, exacerbada, le asignarían a Milei.
Pero Cavallo no es el PRO o Macri, que tienen presente además de poder tener futuro y resulta difícil imaginarle un futuro al PRO en “fusión” con LLA porque aunque compartan un núcleo de ideas económicas, son tan distintos en otros aspectos como el agua y el aceite. Categorías transideológicas como qué es bello y qué es feo, lo adecuado o lo inadecuado, conducen a determinar qué es lo bueno y qué lo malo por sobre la ideología. Una estética diferente lleva a una lógica diferente como bien lo describió el sociólogo francés Pierre Bourdieu, sintetizado en el concepto “habitus”.
“El habitus se define como un sistema de disposiciones durables y transferibles –estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes– que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir”, escribió Bourdieu en 1979.
Y agregó en 1980: “Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transponibles (…) en tanto que principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para conseguirlos”.
Bourdieu atribuía parte de la adquisición de esos habitus a la “socialización primaria” en la familia y grupo de pertenencia que marcaban rasgos de “clase” que tan bien describió la diputada Graciela Camaño cuando se refirió –críticamente– a los del PRO como los “prolijitos”.
El PRO no solo no es mesiánico, sino que es laico y poco practicante, lo contrario a Milei, que hace de la religión una fuente de identidad emocional trasladando el dogmatismo canónica a la ideología.
El PRO no es populista, es correcto incluir a Macri entre los líderes surgidos por fuera de la política, los “outsiders”, pero siempre se comportó respetuoso de las formas del sistema de partidos políticos. Su evolución hacia Cambiemos lo demuestra al asociase al radicalismo, el partido político con mayor tradición de la historia argentina.
La Libertad Avanza, no solo Milei y su hermana, sino parte de sus legisladores, está en las antípodas del prolijismo, tan raros que se los podría calificar como freaks. Las elecciones de pareja y varias de sus legisladoras se parecen a la relación infantil de la diferencia entre “las divinas versus las populares”.
Los excesos, la sobreactuación, la verborragia, la vehemencia, los insultos y el paroxismo de la emocionalidad libertario son el opuesto a las virtudes sociales aspiracionales que representa el PRO, donde mesura, recato, sobriedad también lingüística, tanto como ser reposado y prudente son valores esenciales de su identidad. Y es un error creer que el cambio sea una identidad que los amalgama: hay decenas de cambios posibles y formas de instrumentarlos.
Para Bourdieu, “el cuerpo –a diferencia de la mente– no memoriza el pasado, actúa el pasado (…) Lo que se aprende por el cuerpo no es algo que se posee como un saber que se domina, es lo que se es”. Y agregó: los habitus son “historia incorporada, hecha naturaleza, y por ello olvidada en cuanto tal, el habitus es la presencia actuante de todo el pasado del que es el producto de partida, es el que confiere a las prácticas su independencia relativa en relación con las determinaciones exteriores del presente inmediato”. Y ocho años después escribió: los habitus “deben su eficacia propia al hecho de que funcionan más allá de la conciencia y del discurso, fuera de las influencias del examen y del control voluntario: orientando prácticamente las prácticas, esconden, lo que se denominaría injustamente unos valores en los gestos más automáticos o en las técnicas del cuerpo más insignificantes en apariencia (…) y ofrecen los principios más fundamentales de la construcción y de la evaluación del mundo social, aquellos que expresan de la forma más directa la división del trabajo entre las clases, las clases de edad y los sexos, o la división del trabajo de dominación”.
La intuición política pasa por el cuerpo y los habitus son aún más importantes en la urgencia temporal de la gestión donde la reflexión previa a la acción no siempre es posible, en el combate como en el baile el movimiento se automatiza de la consciencia y el cuerpo toma el control.
Como Macri, Horacio Rodríguez Larreta representa mucho mejor la estética y los habitus del PRO mientras que Patricia Bullrich como Milei, los del peronismo y el populismo. No es casual que Bullrich sea la avanzada de una fusión, pero la relación Macri-Milei más tarde o más temprano se hará irremediablemente disfuncional.
Por Jorge Fontevecchia-Perfil