Desde el Observatorio de Sismicidad Inducida ratifican que son contundentes las pruebas de la relación entre la actividad industrial y la sismicidad desencadenada en la región.
Desde 2019 hasta la semana pasada Vaca Muerta sufrió 465 sismos, según datos que se desprenden del Observatorio de Sismicidad Inducida. Su magnitud se ubicó entre los 2,5 y los 5 grados en la escala de Richter, y contaron con una profundidad media de 6 kilómetros. Expertos advirtieron que existe el riesgo de que haya sismos con más frecuencia e intensidad.
En cambio, antes de 2019, los registros de movimientos telúricos en los casi 30 mil kilómetros cuadrados que abarca la formación habían sido escasos. Esa diferencia entre lo que pasaba antes y después de 2019 abrió el interrogantes si los sismos podrían tener vinculación con el desarrollo de la actividad hidrocarburífera de la zona.
Esta incógnita es la que motivó al geógrafo Javier Grosso, al ingeniero Guillermo Tamburini Beliveau y al ambientólogo Miguel Ángel Di Ferdinando a desarrollar un observatorio que vigile la actividad sísmica en la región y trate de dilucidar sus causas.
Los investigadores argumentan con pruebas y argumentos científicos la estrecha conexión entre estos sismos inéditos en el área con la fractura hidráulica.
El fracking, como es popularmente conocido, es una técnica que se usa para extraer gas y petróleo no convencional y se aplica en Vaca Muerta, donde hay uno de los reservorios más importantes del mundo.
La técnica consiste en la perforación e inyección a altas presiones de fluidos para extraer los hidrocarburos de las rocas.
De esta conexión entre la actividad industrial y el tambalear de los suelos surge la noción de “sismos inducidos”, un término estudiado desde la década de 1960’. “Si se adjetiva a la sismicidad como inducida, se la diferencia de la sismicidad natural, derivada del choque y acomodamiento de las placas tectónicas. Neuquén es una provincia con sismicidad natural, pero que siempre se dio en cercanía de Caviahue, Copahue y en el Domuyo. Cuando hablamos de sismicidad inducida, decimos que existe un movimiento de la tierra, pero hay algo que ayuda a liberar esa energía”, detalló Javier Grosso
La particularidad central de estos movimientos inducidos es su escasa profundidad. Su media se sitúa en torno a los 6 kilómetros, a diferencia de los sismos naturales que se ubican sobre los 100 kilómetros. Esto llevó a los investigadores a vincularlo con los pozos de extracción, ya que la profundidad media de fracturación es de 3,3 kilómetros. Además, los epicentros suelen ocurrir en un radio en torno a los 15 kilómetros de las áreas de perforación.
“¿Por qué hablamos de una sismicidad inducida por la fractura hidráulica? Porque la fractura hidráulica trabaja a muy altas presiones. Se perfora entre los 2.800 y 3.500 metros en vertical y luego se continúa con la perforación en horizontal. A cada pozo en promedio se le inyectan unos 80 mil metros cúbicos de agua, es decir, 80 millones de litros y unas 15 toneladas de arenas silíceas. Esa sismicidad está ligada porque la presión es tan elevada que se activan sistemas de fallas”, precisó Grosso. Los investigadores describen que existen sitios más susceptibles de desencadenar sismos inducidos por la presencia de fallas naturales preexistentes -o fracturas naturales de la corteza-, que son estimuladas por la energía contenida de la perforación.
Hasta 2019, solo se habían detectado dos sismos en la zona, en 2015 y 2018, cuando la actividad extractiva aún se encontraba en fase inicial. Esos fenómenos fueron descritos inicialmente por el geofísico de Conicet, Sebastián Correa Otto, en una tesis doctoral sobre la sismicidad inducida.
Gran parte de la falta de datos previos a ese lapso podría deberse a la falta de sismógrafos en la zona. Sin embargo, para Grosso se trata de una “una verdad a medias”. “La red de sismógrafos se empieza a constituir en 2009, pero ya había en Caviahue, en Mendoza y San Juan. Las ondas sísmicas no reconocen fronteras. Se pueden captar los sismos desde una buena distancia y desde 2009 hay capacidad de captarlo”, destacó.
El caso de la seguidilla de sismos que sacudió a las localidades de Sauzal Bonito y Añelo, en Neuquén, es de los más resonantes de este fenómeno. En Fortín de Piedra -un área de extracción colindante a esta área- se perforaron 73 pozos en 2018, en enero del año siguiente se sucedió un enjambre de 36 sismos en 48 horas.
La actividad sísmica volvió a intensificarse en los periodos de junio/julio 2019, julio 2021, abril 2022, mayo/junio y septiembre de 2023.
En 2020 la ocurrencia de temblores prácticamente desapareció y los expertos lo explican por la interrupción de la práctica del fracking a causa de la pandemia.
Según datos oficiales de la Secretaría de Energía de la Nación, entre el año 2012 y el 2023, en toda Vaca Muerta se perforaron 2281 pozos para las reservas shale presentes en la formación. Tan solo en el último año las empresas estrenaron 295 pozos, lo que representa un incremento del 3,5% respecto a los 285 registrados en 2022.
Ante la escalada anual en el número de perforaciones, ¿podría suceder un sismo mayor magnitud en Vaca Muerta? En diálogo con Diario RÍO NEGRO, Guillermo Tamburini Beliveau, investigador de Conicet y doctor en Ingeniería de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), explicó: “No lo sabemos. Estamos ante un fenómeno nuevo con un crecimiento exponencial. Hay una ley básica de la sísmica que supone que cada 10 sismos de una determinada magnitud, se espera tener otro de una magnitud superior. Entonces si tenemos sismos de magnitud 4, empezamos a proyectar uno de magnitud 5. Cuando tengamos varios de magnitud 5 empezamos a prever uno de 6. Si, además, cada año la industria está en expansión y aplica procesos más agresivos, potencialmente tendremos más sismos y de mayor intensidad”.
Cómo se caracteriza un sismo inducido
Según explican los investigadores en algunas de sus publicaciones científicas, los sismos producidos por una alteración artificial son estudiados desde los años sesenta. Los trabajos más recientes -publicados en la última década- explican en detalle el vínculo entre los temblores y la actividad hidrocarburífera, con métodos estadísticos en algunos casos.
Guillermo Tamburini Beliveau detalló cuatro características que argumentan la correlación entre la actividad industrial y los movimientos telúricos. Estas vinculaciones fueron mencionadas en un estudio publicado en 2021 en la revista Nature, donde el equipo del Observatorio explicó la deformación de un área de 15 kilómetros a raíz de un sismo de 5 grados -el más grande registrado en Vaca Muerta- ocurrido en marzo de 2019.
“Tenemos tres elementos fundamentales: la ausencia de actividad sísmica previa al fracking, la existencia de un proceso industrial trabajando a un ritmo extremo (vinculado a un pico de producción), la modelización matemática del fenómeno comparada con el análisis de imágenes de radar. Es decir, cómo se compara la proyección inicial de un sismo de una determinada magnitud con nuestra imagen obtenida posteriormente al movimiento”, precisó inicialmente.
Añadió un cuarto elemento descrito que podría asemejarse más a una explicación de tipo causa-efecto directo. “En el trabajo también determinamos si el volumen de fluidos inyectados era suficiente para desencadenar la liberación de energía necesaria para un sismo de esas características. Por ejemplo, si la cantidad de fluido que se inyectó puede desencadenar un sismo de magnitud 5, y efectivamente hay una correlación”, amplió.
Sin embargo, hace una marcada aclaración sobre la orientación de sus investigaciones. El objetivo no es encontrar causales directas sino profundizar en una interpretación de variables. “Nosotros mostramos un conjunto de circunstancias que hacen que interpretar al sismo como natural sea casi imposible o imposible”, afirmó Tamburini Beliveau.
En la misma línea, Javier Grosso ratificó: “Somos geógrafos. La geografía nos obliga a ver contextos. Nosotros no vemos un instrumental que indique que algo hubo ahí. Nosotros interpretamos procesos”.
Qué dicen las empresas
Según un informe publicado en diciembre de 2023 por Diario RÍO NEGRO, en la actualidad son 17 las empresas con presencia en Vaca Muerta. El top 5 de las mayores productoras lo encabeza YPF con el 32% del mercado, la secundan Vista y Chevron con el 13%. Le sigue Shell con un 12% y por último se ubica Petronas con un 9%.
Según afirman los referentes del Observatorio de Sismicidad Inducida, puertas adentro muchas de estas firmas habrían empezado a controlar la sismicidad derivada de sus operaciones a través de la implementación de semáforos sísmicos. Sin embargo, no hay información oficial al respecto.
Los semáforos sísmicos son utilizados en Canadá, Reino Unido, China y algunos distritos de los Estados Unidos. Consiste en la implementación de tres colores para indicar el nivel de actividad sísmica y el respectivo modo de actuar por parte de las empresas. El verde significa que se ha detectado un sismo, pero que las operaciones pueden continuar. El amarillo indica una magnitud mayor -en torno a los 2 grados-, lo que requiere que las firmas espacien sus operaciones y den aviso a las autoridades de control. Por último, el rojo señala una situación de sismicidad mayor -encima de 4 grados- que obligaría a parar la actividad.
“Hemos podido comprobar que ya son varias las operadoras que actúan con un sistema de semáforo sísmico. Este semáforo sísmico se activa con los cálculos que realiza el Instituto Volponi de la Universidad Nacional de San Juan luego de procesar y analizar los datos procedentes de una red privada de más de 20 sismógrafos ya instalados. Pero mantienen un acuerdo de confidencialidad”, destacó Grosso.
Por el momento, no hay una regulación estatal específica que obligue a su implementación. Esto contrasta con situaciones como la de Estados Unidos o Canadá, tanto en Oklahoma como en Alberta, donde el Estado es el encargado de controlar y regular este método.
“El semáforo sísmico es algo que siempre propusimos como una opción. Tenemos que llegar a un pacto social donde determinemos hasta dónde nos queremos proteger ante ciertos riesgos. Por eso es un método útil”, sostuvo Tamburini Beliveau.
Cuál es el rol del Gobierno de Neuquén
El gobierno de Neuquén lleva adelante una política integral de riesgo, a partir de la sanción de la ley provincial N° 2713 del año 2010. Esa normativa establece una red provincial de riesgo con el fin de intervenir, prevenir y actuar ante eventuales desastres naturales -como lo es un sismo-.
Además, se publica semanalmente un informe sobre los movimientos detectados en la provincia. Se elabora a partir de la información recolectada del Sistema Integrado de Monitoreo Volcánico de la Provincia y la Red Nacional del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES).
Según se explica en sitios oficiales, Neuquén cuenta particularmente con ocho equipos que son parte del programa de Monitoreo Sísmico Provincial, que fue establecido a través de la Resolución N° 054/2021 del Ministerio de Energía y Recursos Naturales de Neuquén. Se esperaba la instalación de un total de 16 sismógrafos.
El Diario RÍO NEGRO contactó al equipo de prensa del Ministerio de Energía y Recursos Naturales, y al secretario de Medios de Neuquén, Claude Staicos, para poder indagar sobre la política sísmica provincial. Sin embargo, hasta el cierre de esta nota no respondieron.
Por Daniel Quilodrán -LVZCH