La ficción creada por Ariel Winograd y protagonizada por Juan Minujín retrata temas que vuelven a generar preguntas.
Está claro que no hay nada inventado en el universo de las ficciones. Para ser original, en este presente donde todo se deglute con rapidez, velocidad y angurria, hay que ser vistoso. Ariel Winograd le dio justo en el blanco a esa premisa. Su serie Coppola: el representante es todo eso junto y un poco más: una ficción voluminosa, llamativa, rápida de ver, que genera nostalgia y, sobre todo, deja preguntas sobre un pasado que no parece estar del todo pisado.
La biopic protagonizada magistralmente por Juan Minujín y transmitida por Star+ se mete con la intimidad de la farándula de la década del ‘90, en pleno auge menemista. Ese es su tronco común. No lo hace de manera fácil, sino poniendo la lupa en diferentes escándalos alrededor de Diego Maradona y el entorno dinámico que tenía Guillermo Coppola. Todo entre pizza, champagne y baños de espuma.
Aparecen desde la relación del representante con la vedette Yuyito González (encarnada de manera excelente por Mónica Antonópolus), la extravagante entrevista que dieron Coppola y Alejandra Pradón en el programa de Susana Giménez, el oscuro caso del RRPP Poli Armentano y el revolucionado día en el que Diego Maradona tuvo su partido homenaje, poco antes de la peor crisis de la historia de la Argentina en 2001.
El combo de histrionismo, ruido y aspectos que llaman la atención es parte de originalidad: no mostrar nada nuevo, sino hecho de una forma entretenida desde la puesta, las actuaciones, las caracterizaciones, el formato y hasta los títulos. Todo está puesto en su lugar según un criterio artístico y hasta crítico hacia la época muy detallado. Nada está librado al azar.
La relación más fuerte de Guillermo Coppola se llamó Diego Maradona
Si bien Coppola: el representante toma una parte de la década del ‘80 y un momento de la década del 2000, su principal sostén visual tiene que ver con lo que ocurrió durante los años ‘90, plena época dorada del menemismo.
Es por eso que muchos de los elementos que aparecen en la imagen son familiares para quienes se criaron o fueron adultos en esos momentos. Para los que recién nacían o ni siquiera estaban en este mundo, todo seguramente será lejano.
Winograd construye cronológicamente la vida de Coppola desde los días en los que representaba a Diego Maradona en el club Napoli de la Liga Italiana de Fútbol, hasta que el astro de la Selección tuvo su partido homenaje. Un flashback lo ubica, además, en el momento en el que se unge como el manager del crack futbolístico, además.
Esa relación, todo el tiempo, está mostrada en un feedback en loopsin que nunca se cruce con nadie que represente al ídolo. Maradona aparece en imágenes reales de noticieros de la época, de documentales o en referencias que hace el personaje principal.
Es tan fuerte la figura de Diego que era imposible retratarlo con un actor. La elección del realizador es apropiada: el fuera de plano permanente de Maradona, sin que se lo vea, le da un halo casi místico.
Las referencias al cine y la publicidad de “Coppola, el representante”
En ese devenir, la ficción va usando elementos visuales que diferenciaban a cada etapa. Lo más marcado tiene que ver con la manera en la que se eligen las tipografías de los títulos que abren y cierran cada uno de los seis episodios.
Los realizadores optan por referenciar a las películas de la década del ‘70 y ‘80; al estilo que se mostraba a mitad de los ‘90, incluso en un formato rojo muy usado por Quentin Tarantino en Tiempos Violentos; y finalmente con la forma dura sin dobleces de las letras de The Matrix para la etapa más moderna.
En el medio, además, el realizador se da el gusto de deslizar algunas citas a elementos conocidos en películas, programas de televisión y publicidades de las diferentes épocas que aborda.
Entre otras, aparecen el famoso baile de Tom Cruise en calzoncillo y con camisa blanca de Negocios riesgosos; la copia literal de la conocida publicidad de Edi Flehner llamada “Loft” de la marca Colbert Noir; y el sello de Aries, la productora que producía las películas de Alberto Olmedo y Jorge Porcel.
El crimen impune de Poli Armentano
En el contexto de toda esa dinámica apuesta, se van dando las diferentes etapas en las que vivió Guillermo Coppola. Aunque la serie diga que es una representación ficcional y que cualquier “elemento de la realidad es pura coincidencia”, hay hechos que sí ocurrieron.
Uno de ellos es el crimen de Leopoldo “Poli” Armentano (encarnado en la serie por Joaquín Ferreira), uno de los dueños de los boliches El Cielo y Trumps que fue una de las personalidades más importantes de comienzos de la década del ‘90. En sus boliches se reunían personas de la farándula local, de la política y siempre iban famosos internacionales.
Armentano fue asesinado por un sicario nunca identificado, en la puerta de su casa de la calle Demaría 4719 del barrio de Palermo, el 20 de abril de 1994. El “Rey de la Noche” recibió una bala en la cabeza que le provocó daños irreparables. Más allá de las diferencias de la ficción con la realidad, la causa de Poli quedó impune.
Coppola llegó a estar imputado por el entonces juez Francisco Trovato, que llevaba la investigación. La supuesta pista decía que el móvil había sido una deuda que Poli tenía con Guillermo. Con el tiempo, esto quedó completamente descartado y el representante dejó de tener vinculación en una causa que no tuvo culpables.
El mediático Guillermo Coppola, su paso por la cárcel y el famoso jarrón
Otro de los casos policiales en donde Guillermo Coppola estuvo salpicado fue cuando a fines de 1996 lo acusaron de tenencia de cocaína para su distribución. El juez Hernán Bernasconi, que como Trovato después fue destituido, ordenó un allanamiento en su casa en una causa por narcotráfico.
En el mediático operativo, la policía encontró un paquete de cocaína dentro de un jarrón de su departamento que, como un trofeo, fue mostrado en vivo a todos los medios periodísticos que estaban parapetados en la puerta del edificio de la avenida Libertador.
Coppola no estaba en el lugar. Por eso, el manager se entregó después. Todo ese periplo también fue captado por las cámaras, en este caso, del canal América: Winograd estudió a la perfección cada fotograma del programa de Mauro Viale que mostró ese proceso y lo trasladó con exactitud y pulcritud a la pantalla.
Guillermo Coppola estuvo preso 97 días por la causa en la que lo involucraron y pasó más de tres meses en el penal de Dolores. Toda esa experiencia, de la que se comprobó que era inocente, la contó en infinidad de entrevistas: el día de la explosión de chinches en su cama, la relación que mantuvo con los presos y la historia del “regalo de Maradona” son rastros de realidad en la ficción.
La escandalosa entrevista de Guillermo Coppola y Alejandra Pradón con Susana Giménez
Al margen de lo policial, Guillermo Coppola no está escindido de escándalos con la farándula. El dolor de cabeza que le ocasionaba ser el representante de Diego Maradona es el motor de los seis episodios. Y también su karma.
Por eso, se recreó una famosa entrevista que dio Coppola en el programa de Susana Giménez en 1998. En ese reportaje, el manager fue a hablar sobre lo difícil que fue reconstruirse luego de la cárcel y, sobre todo, en relación a su vida amorosa.
Por eso también estuvo la vedette Alejandra Pradón, a la que presentaron como su novia. “Muy compañero. Muy humano. Me preserva lo que es el interior. Es lo más importante. Quiero preservar nuestra amistad”, dijo la voluptuosa mediática en ese momento, replicado con palabras más o menos por Winograd a través de Adabel Guerrero.
En esos años, en diferentes programas de espectáculo, siempre se especuló que la organización de esa charla televisiva fue pergeñada por el representante de Maradona para tapar un romance entre el exjugador y la famosa. Mientras que la serie enfatiza este rumor como verdad, la vedette salió a negarlo en cuanto programa haya en el presente.
Como todo está inventado y vivimos dentro de la era de la posverdad, Coppola, el representante consigue su objetivo de mostrar en carne viva a una época: realidad o ficción, todo se mezcla y nada se pierde.
Por Martin Pazos-TN