El presidente señaló esta semana que la reactivación económica provendrá de los dólares “en el colchón que tienen los argentinos”. Se refería a lo que pudo ahorrar principalmente la clase media, que soporta un ajuste brutal y mantiene su apoyo al gobierno nacional, aunque la paciencia no es eterna.
La receta del gobierno nacional para remonetizar, en palabras del presidente Milei, la economía argentina es liquidar los ahorros que quedan en pie de una clase media pauperizada. Lo señaló en un foro empresario, donde volvió a indicar que el circulante en pesos estaría en sus mínimos históricos.
El apoyo a la gestión de gobierno se mantiene pese al ajuste en curso, según distintas mediciones se encontraría en torno al 50% con algún leve descenso en las últimas semanas. Un número más que aceptable tomando en cuenta el deterioro del nivel de vida de las grandes mayorías, aunque menor al de los últimos tres presidentes en el mismo lapso de tiempo de sus mandatos.
Milei se refirió a quienes en lugar de “gastar los dólares cada año en Miami, gasten en nuestro país”, un universo poblacional acotado. No hizo alusión a la gran masa de divisas que se encuentra por fuera del sector financiero, una repatriación mucho más difícil que la venta minorista de billetes verdes para llegar a fin de mes o mantener el nivel de vida de hace unos meses.
Pese a un apoyo que puede señalárselo como mayoritario, en estos poco más de tres meses de gobierno los sectores más afectados fueron quienes perciben ingresos fijos en pesos y, sin lugar a dudas, los jubilados, quienes percibirán sus haberes de abril en dos veces, hecho inédito de la historia argentina. Ni en 2001 el sector pasivo cobró sus jubilaciones en dos cuotas.
El DNU en materia previsional avala la poda de más de 30 puntos ocurrida entre diciembre y marzo. Además, la nueva fórmula que comenzará en julio solamente incluye un ajuste por inflación, es decir, no está pensada para que jubilados y pensionados puedan incrementar sus haberes por encima del aumento de precios.
La búsqueda del superávit fiscal a como de lugar incluye este tipo de reducción del gasto como así también lo que ocurre con la enorme baja de transferencias a las provincias, la paralización total de la obra pública. Asimismo, un efecto lógico de una recesión inducida es la caída de la recaudación de todo tipo.
Gestionar aspectos tan sensibles por decreto tiene su contraparte en la judicialización de la política: la mitad de las provincias encararon acciones legales por la quita del FONID, fondos de ANSES, cajas jubilatorias o sobre el Fondo Compensador del Transporte, entre otros. Por ejemplo, este sábado el gobernador de Santa Fe Maximiliano Pullaro anunció la decisión de judicializar el recorte de fondos para la tercera edad.
Este combo de políticas económicas trae un elemento nuevo que se suma a la caída del poder adquisitivo y la destrucción de las capacidades estatales: el desempleo. Los despidos no ocurren solo en el sector público, sino también en sectores privados, fruto de la caída del consumo y la actividad.
En este contexto, las provincias intentan atenuar el impacto que propicia el gobierno central. Ese es el caso de Misiones, la provincia joven por excelencia del país, donde más del 40% de su población tiene menos de 18 años. Por lo tanto, en la tierra colorada se apunta al cuidado y bienestar de dicha población a través de beneficios directos, diseñados específicamente para los jóvenes y sus familias en materia de educación, salud y transporte, por ejemplo.
Algunos de estos beneficios son el Boleto Estatal Estudiantil Gratuito, una salud pública gratuita y de calidad, educación de vanguardia disruptiva a costo cero (Escuela de Robótica, Secundaria de Innovación, Silicon Misiones, Polo TIC, aulas maker).
Mientras el gobierno nacional sugiere como plan económico quemar los ahorros de años en pocos meses y se enreda en absurdos conflictos diplomáticos internacionales, Misiones focaliza el cuidado a la población del futuro: un Estado Inteligente que prioriza acciones concretas que contribuyan a un mejor mañana.
Por Germán Galarza