Además del secretario Julio Cordero, tienen roles estratégicos Ernesto Rona y Miguel Ángel Ponte, los tres con añejos lazos con Paolo Rocca. Los conflictos y la reforma laboral.
Antes de dar la última confirmación, Julio Gabriel Cordero analizó la lista de despidos que le había preparado Ernesto Rona, un viejo conocido. Ahora volvieron a trabajar juntos, pero se conocen desde hace años, cuando ambos cumplieron funciones en el Grupo Techint. Ahora dicen que se dedican a la función pública como resultado de una decisión individual, pero el flamante secretario de Trabajo nunca perdió su vínculo con la corporación que pertenece al magnate Paolo Rocca. Cordero le dejó la ejecución de las cesantías a Rona, que todavía no cuenta con una designación dentro de la estructura de la cartera laboral, pero fue el encargado de organizar el primer capítulo de los despidos que prepara dentro del área.
Este miércoles Rona coordinó los 520 primeros despidos, pero como no tiene cargo, no tuvo que firmar nada. Sólo se encargó de organizar la primera operación quirúrgica, focalizarse en distintas áreas de la secretaría y entregar el detalle a su jefe inmediato. Vecino de Adrogué, Rona tiene una larga experiencia en la materia. Estuvo 38 años en el Grupo Techint dedicado a recursos humanos y, al igual que Cordero, goza de una relación directa con Sandra Petovello, ministra de Capital Humano y jefa jerárquica de los tres exministerios que tiene dentro de su área: desarrollo social, educación y trabajo.
A veces el vínculo directo con la ministra no alcanza para mantenerse en el cargo. Así le pasó a Omar Nills Yassin, que estuvo al frente de la secretaría hasta marzo. Pudo llegar al cargo al calor de una combinación particular: proviene del riñón del exministro de Trabajo Jorge Triaca. Potenció su influencia por la amistad con Pettovello y finalmente desembarcó en el Ejecutivo con la anuencia de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que inicialmente no se opuso. Antes de aplicar los despidos en su área, Yassin vivió la desvinculación en carne propia. El 11 de marzo se enteró por los medios que Javier Milei había decidido echarlo y cargarle la culpa de los aumentos salariales a la primera línea del Ejecutivo. El funcionario no tenía nada que ver con esa decisión, pero el presidente aprovechó para sacarlo y reemplazarlo por un ejecutor tan cercano a Bullrich como a Techint.
Así desembarcó Cordero en la Secretaría de Trabajo, como producto de una áspera interna palaciega que se cocinó al calor de los tiempos urgentes de la política del shock. Cuentan que estaba agazapado esperando el desgaste de Yassin para quedarse en su cargo. Al entonces secretario no lo salvó ni su amistad con Pettovello y su salida le allanó el camino a Cordero, fortalecido por su relación con Techint pero también por otro antecedente determinante. Fue el redactor de la plataforma electoral en materia laboral de la candidatura presidencial de Bullrich al frente de la lista de Juntos por el Cambio. El dato demuestra que, de un modo u otro, la actual ministra no perdió su influencia sobre la cartera laboral, aunque ahora parece haberse desprendido «del sector residual del triaquismo», según analizó un funcionario del gobierno. Pasó años trabajando para JxC, pero ahora tiene un retrato de Milei en su despacho. Desde el 10 de diciembre pudo ver cómo Cordero desembarcó con sigilo en el exministerio de la mano de Miguel Ángel Ponte, que ya había estado en esa repartición como secretario de Empleo del gobierno de Mauricio Macri.
Ponte está en Capital Humano y, al igual que Cordero, esperaron pacientemente el desgaste de Yassin. La pieza inicial de su derrumbe sucedió en enero, con el despido de Horacio Pitrau, cuestionado por abrir un puente entre Pettovello y Armando Cavallieri, secretario general del Sindicato de Empleados de Comercio. Habían pactado preservar al sindicato, con 1.200.000 afiliados, de los cambios en el sistema de cuotas solidarias sindicales afectadas por el DNU 70/23. El decreto limitó su cobro y sólo permite hacerlo cuando hay «un consentimiento explícito» de los afiliados. Pitrau había encontrado una fórmula para evitarlo y preservar a Comercio. El pacto incluyó una foto entre el histórico líder sindical y Pettovello. Su cabeza rodó entre el silencio de Cordero y Ponte y la guadaña del jefe de Gabinete Nicolás Posse, uno de los más empeñados en «sacar a lo que queda del triaquismo» del exministerio y ampliar el margen de acción de los exnumerarios de Techint.
La foto interna de la cartera de Trabajo revela que Ponte y Cordero estuvieron esperando el desgaste de Yassin. No lo hicieron solos. Siempre contaron con la colaboración de Rona, que sigue sin cargo pero con mucho poder. Los tres se escudan en sus decisiones personales para formar parte del Gobierno y relativizan la relación con Techint, la compañía que los empleó durante décadas. Sin embargo, para ninguno de los tres pasa inadvertida la omnipresencia de David Uriburu, uno de los directores de Ternium Argentina, firma insignia del Grupo Techint, y actual «vicepresidente sectorial» de la Unión Industrial Argentina, bajo la presidencia del abogado y lobbysta Daniel Funes de Rioja.
Uriburu juega el rol que tuvo durante décadas Luis Betnazza. Ahora que el exdirector preferido de Paolo Rocca se jubiló, el vice de la UIA es el encargado de mantener a la agrupación industrial como uno de los brazos de presión más importantes del Grupo Techint. Encargado de la ingeniería política de la corporación, quienes tienen trato cotidiano con él cuentan que tiene en sus manos la coordinación de todos los frentes políticos: desde trabajar activamente para que regrese la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias como única forma de ampliar la coparticipación a las provincias, hasta el nuevo «management» de la Secretaría de Trabajo, que ahora cuenta con tres exempleados de Rocca arriba de la botonera jurídica y laboral del exministerio.
También tiene otra misión clave: respaldar y propiciar que la reforma laboral que está en el DNU 70/23 sea debatida en el Congreso y pueda sobrevivir a los fallos de la Justicia que dejaron ese capítulo sin efecto. En esa pulseada se juegan otras conexiones, especialmente por el interés que genera en la UIA y en Techint la posibilidad de que el Congreso debata una reforma laboral, tal como insisten Nicolás Massot y Miguel Pichetto, dos de las principales espadas del bloque Hacemos Coalición Federal en la Cámara de Diputados.
En ese esquema no sólo está ocupar las áreas clave de la Secretaría sino también dominar el rol de árbitro que tiene la cartera laboral. No es un secreto el interés de Uriburu y Ponte por impulsar «la modernización de los convenios colectivos de trabajo». Una parte de esa pinza se puede jugar en el Congreso, pero la más determinante sucede en las negociaciones colectivas que protagonizan los representantes sindicales y empresario en el ámbito de la Secretaría de Trabajo. El objetivo ya comenzó a ser ejecutado por Rona a través de los despidos de este miércoles. Uno de los sectores más golpeados por las cesantías es el área de Relaciones y Regulaciones del Trabajo, el sector donde se realizan todas las audiencias de conciliación de las negociaciones paritarias. Los despidos descabezaron ese sector y desde la semana que viene estarán controlados íntegramente por Ponte, Cordero y Rona, los tres controllers de Techint que ahora buscarán reducir a la cartera laboral a su menor expresión posible y en un momento donde se multiplican los conflictos en las empresas por despidos y por reclamos salariales. De los tres, Rona es el más experimentado: empezó a trabajar en el área de recursos humanos de Techint en 1978, en plena dictadura, y sumó 38 años en la firma, siempre con la misma función.
La cercanía de los funcionarios de Trabajo con el Grupo Techint multiplica los interrogantes sobre el rol que tendrá la Secretaría en los conflictos donde la corporación de Rocca esté involucrada. Ahora los funcionarios no sólo tienen las riendas del exministerio, sino que intervendrán en áreas determinantes que podrían derivar en impugnaciones públicas. Un interrogante surge en Villa Constitución, donde se multiplicarán los paros en la siderúrgica Acindar, que tiene cuatro de sus plantas paralizadas hasta el 15 de abril por la baja en las ventas. ¿Qué harán los funcionarios de la cartera laboral cuando llegue el momento de intervenir? El próximo paro está previsto para el 14 de abril, un día antes de que se renueven las suspensiones que comenzaron hace un mes. En la Secretaría de Trabajo dicen que actuarán como lo siguen haciendo, pero la cercanía con Rocca los pone en un lugar que no deja de incomodarlos, porque los expone como nunca a un escarnio directamente proporcional al incremento de la conflictividad que se sigue multiplicando.
Por Claudio Mardones-TA